La mayoría de la gente tan solo conoce de Sierra Nevada su parte más fea, la zona de la estación de esquí, con su bullicio, edificaciones, basura, coches, y por supuesto sus magníficas y amplias pistas.
Pero Sierra Nevada es mucho más que esto. Está llena de vida y tranquilidad a la vez, de belleza a pesar de sus paisajes desarbolados, de agua corriendo, de abundante flora, y de parajes únicos. Por algo es Parque Nacional, un espacio protegido que deberiamos preservar.
A quien no se haya acercado a conocerla, -evidentemente hay que hacerlo a pie y sin prisas-, le costará creerlo. Por eso, y ccomo creemos que la mejor forma de respetar la montaña es conocerla, os ponemos una fotos de una de las zonas que posiblemente ilustren mejor lo que realmente es Sierra Nevada, un antiguo circo glaciar que la naturaleza esculpió hace 20.000 años llamado los Lavaderos de la Reina.
Se accede por Guejar Sierra, siguiendo una estrecha y mareante carretera que en su parte final se convierte en carril de tierra.
Nada más bajarnos del coche -solo por esto ya vale la pena acercarse-, tenemos la imagen más impresionante de las caras nortes del Alcazaba, Mulhacen y Veleta.
El pantano de Canales y Guejar Sierra al fondo
Las tres grandes cumbres, Alcazaba, Mulhacen y Veleta
Cara norte del Veleta
A partir de aquí, toca andar durante un par de horas para aproximarnos, bien siguiendo el sendero de la acequia que te deja en la parte baja de los Lavaderos o bien por la vereda que conduce hasta el refugio de Piedra Partida para después entrar a los Lavaderos por su parte alta. Nosotros entramos por la vereda y salimos por la acequia.
En la entrada del circo glaciar un enorme nevero resiste aún y obliga a buscar un paso seguro o jugartela a rodar unos 3 metros.
Refugio de Piedra Partida
La nieve impide el paso en la entrada a los Lavaderos
El enorme nevero bordea toda la arista oeste de los Lavaderos
Dentro del circo glaciar el paisaje cambia. Todo está completamente verde y muy húmedo.
En la parte alta, el agua brota del suelo y son muchos los arroyos que se forman.
Poco a poco estos pequeños ríos van confluyendo hasta llegar a unas pequeñas lagunas, donde las cabras montesas acostumbran a pasar la tarde.
Estamos en la parte media, ya más llana. El agua encharca el terreno, dando pie a que abunde la hierba y las flores, la mayor parte de ellas éndémicas. Las hay incluso carnívoras.
Muestra de la flora que abunda en los Lavaderos
Algunas formas de la naturaleza son un tanto "caprichosas"
La vida brota de los sitios más impensables...
Pero el agua no se detiene aquí. Como la capacidad de almacenar agua de estas lagunas es muy limitada debida a su escasa profundidad, ésta continua valle abajo. Lo hace con muchísima fuerza, recorriendo enormes saltos de altura, provocando un agradable estruendo al caer.
Finalmente, el agua toma dos cauces. Uno, el que da lugar al río Maitena, y el otro, una alberca o laguna artificial, y de ahí sigue conducida por la acequia Papeles, al descubierto en su primera parte, y soterrada después.
Para regresar al lugar donde dejamos los vehículos, tan sólo hay que continuar esta divertida acequia durante dos escasas horas.
Lo mejor de la vuelta es que nos permite ir contemplando la puesta de sol. Algo que desde este sitio es increiblemente bello y que no tiene precio.
La montaña está ahí. ¡Animaros a conocerla!