Mi amigo Toño, al igual que algunos otros de nosotros, fue educado con un enfoque deportivo multifacético. Vela, esquí, hockey sobre patines, tenis, etc. fueron quizás sus deportes más habituales y, practicando los tres primeros de esa lista abierta, he coincidido con él en algunas ocasiones. A él debo la génesis de este artículo, cuando me regaló un par de tablas Lacroix que aún conservaba en el trastero de su casa. Mi percepción sobre Toño, respecto al material deportivo, es la de una persona que no repara en gastos a la hora de adquirir lo que considera interesante e innovador y, como importante criterio añadido, le ofrece garantías de mejora del rendimiento, o solución a algún problema que tenga. Esto no le convierte en un malgastador consumista caprichoso, sino en un consumidor racional que se puede permitir lo que le interesa. Y así fue como, supongo que a finales de los años ochenta, llegó a adquirir sus Lacroix. Estaba esquiando en los Alpes franceses, y ya sus rodillas (que le dan la lata desde hace tiempo) habían empezado a quejarse, así que, ni corto ni perezoso, al oír hablar del fascinante equilibrio entre efectividad y comodidad de los Lacroix, se compró unos allí mismo para seguir esquiando. En aquella época toda la gama Lacroix (no muy amplia) tenía fama de conjugar mucha flexibilidad (de ahí su supuesta comodidad), gran agarre, exclusividad y elevado precio. En resumen: prestigio y lujo. Más tarde volveremos a aquellos esquís.
La historia de Lacroix se inició en 1957 en Bois-d’Amont, en plena región francesa del Jura, de la mano del quehacer casi artesanal de Daniel Lacroix. Entretanto, su primo Leo Lacroix formaba parte del equipo nacional francés de esquí alpino en la década de los años sesenta. Y aunque, como tantos otros, compitió inicialmente con Rossignol (al menos con unos Strato para gigante), enseguida se pasó a los fabricados por su primo Daniel. Aunque he encontrado dos referencias ligeramente contradictorias al respecto, puede que cuando Leo conquistó la medalla de plata en descenso en los JJOO de Innsbruck 1964, ya lo hiciera con esquís manufacturados por D. Lacroix. Lo que es seguro es que, dos años más tarde, en los Campeonatos del Mundo celebrados en Portillo (Chile, 1966), compitiendo sobre esquís hechos por su familia, Leo logró otras dos platas: una en descenso y otra en combinada. Aprovechando el éxito, en 1967 fundaron la empresa Lacroix, dedicada a la fabricación de esquís de competición. Su primera tirada fue de 127 pares, lo cual demostraba que se trataba de una propuesta de pequeña escala, de carácter artesanal y, desde luego, muy exclusiva.

Leo Lacroix en acción, con el uniforme del equipo nacional francés. (Imagen: lacrox-sport.com).

Primer plano de Leo Lacroix. Mach 1 es el modelo (nada que ver con la actual marca suiza Mach). (Imagen: lacroix-sport.com).

Los fundadores de la marca con algunos de sus modelos de las primera épocas al fondo. (Imagen: lacroix-sport.com).
El negocio les debió de ir relativamente bien pues, en 1973, su empresa adquirió la fábrica de esquís Straver. Situada en Perrignier, a orillas del lago Leman, esta era capaz de producir 14.000 pares al año. Había sido previamente una fábrica de plásticos que fue transformada por Paul Peillex en planta para la fabricación de esquís. En los años sesenta ya vendían esquís de competición con fibra de vidrio y poliéster. Sus esquís funcionaban muy bien, pero enseguida se deterioraban por los bordes porque el poliéster no se adhería bien al canto de metal (entonces únicamente se conseguía con el epoxy), así que Peillex acabó abandonando y vendiendo su fábrica a los Lacroix. Sobre su primer modelo, el Straver 28, hay quien dice que fue el primer esquí laminado de fibra de vidrio.

Logotipo y diversos modelos Straver. (Imagen: montaje propio con imágnes de 7shop.e-shops.sbs, coucou-de-france.fr y go-france.blogspot.com).
Continuando con su progresivo proceso de crecimiento, en 1970, Vittel (sí, la empresa de agua mineral), adquirió cierta participación de Lacroix. Para entonces, su producción alcanzaba los 20.000 pares anuales, sin que su prestigio sufriera menoscabo en lo que a la exclusividad se refería, pues ocasionalmente se les mencionaba como los sastres del esquí (en referencia a la alta costura de esquís, no de ropa). A lo largo de la década de los ochenta se habían consolidado como referentes de alta gama. En fechas cercanas iniciaron una colaboración de I+D aplicando el CAD (diseño asistido por ordenador; computer aided design), mediante una alianza con el Instituto de Producción de la Universidad de Saboya y con la empresa de raquetas Babolat. Igualmente, en colaboración con varios laboratorios de la región de Rhône-Alpes (INSA, HEF, Métravib RDS), desarrollaron estudios de mejora del deslizamiento.

Detalles de los Mach Racing de competición de la primera etapa. (Imagen: montaje propio con imágnes de joal en skitalk.com).

Otro modelo prestigioso, el mach carbon. (Imagen: montaje propio con imágenes de levieuxcroton en skitalk.com).

"Para el esquiador exigente". Publicidad de la época con más que evidentes mensajes de distinción, elegancia, éxito, atractivo y, si se quiere, hasta cierto guiño a 007. (Imagen: skitalk.com).

Cuando el monoski irrumpió con fuerza, en Lacroix también le dedicaron atención, diseño y elaboración. Esta composición muestra un extracto de un análisis comparativo en prensa (Imagen: "SKI magazine", enero 1987) y una instantánea en una competición (Imagen: "SKI francaise" nº 290, marzo-abril 1988).
Pero, al igual que tantas y tantas pequeñas y medianas empresas atractivas de la época (al menos muchas de las que he estudiado estos últimos años en el ámbito del material deportivo especializado), a Lacroix también le llegó la hora de los cambios de propiedad. Los cuales, en demasiadas ocasiones, han provocado y provocan que la esencia, espíritu y saber hacer originales se pierdan, diluyan o transformen. En su caso, los primos Lacroix (ignoro si por necesidad, interés crematístico, oportunidad o lo que fuera) vendieron su empresa al grupo Euroventure-Galmic. A partir de entonces (¡la historia se ha repetido tantas veces!) llegaron varias suspensiones de pagos, mientras la empresa iba cambiando de manos, pasando por el fondo de capital suizo Euroventures Genevest, la alemana GmBH (1995), la canadiense Snowman (1996) y Creat Technic International de Isère. La declaración de quiebra se produjo en 1996. Momento que aprovechó (o se arriesgó a ello) su entonces directivo Bertrand Roy para hacerse con ella, iniciando una marcada especialización en el esquí de lujo (más lujo todavía), apostando por fortalecer al máximo su posición en el segmento de productos super-exclusivos. A partir de ese momento, exclusividad, tecnología, rendimiento y diseño elegante (lógicamente según gustos, pero, en cualquier caso, distinguido) serían sus pretendidas líneas maestras.
Tras la reestructuración iniciada en 1999, la entonces PYME de 17 personas subcontrató la distribución, la producción y la logística, para concentrarse en el I+D y la comunicación. La primera de ellas (I+D), al menos, lo que había sido su principal atributo antes de que la familia Lacroix abandonara la empresa. Hacia finales de 2006 continuaron reforzando cada vez más su estrategia de centrarse en el segmento de muy alta gama. Probablemente pensando que competir contra los grandes números y los precios contenidos, desde fábricas pequeñas y no deslocalizadas, es una quimera económicamente inviable en el mundo actual. Aquel año, la sociedad de capital privado Idealp invirtió 900.000 euros. Su cuota de producción por aquel entonces era de unos 4500 pares por temporada.
En 2008 abrieron una tienda en Courchevel. Sacaron al mercado un modelo insultantemente exclusivo: unos esquís adornados con diamantes y oro blanco, con espátulas de ébano africanas, valorados en 42.000 € cada par. Seguramente, con la pretensión de situarlos entre los más caros de la historia del esquí en el mundo. Es decir, enviando un evidente mensaje de distinción en lo que al lujo se refiere, una especie de llamada a un tipo de cliente receptivo a todo aquello que deje claro que algo es indudablemente exclusivo porque la mayoría de los mortales no podrán o no estarán dispuestos a pagarlo. Aquella no ha sido una estrategia de ostentación exclusiva únicamente suya, Campagnolo, el mítico fabricante de mecanismos para bicicletas, hizo algo similar con un juego completo de componentes comercializado para celebrar su 50 aniversario, el cual incluía monedas doradas incrustadas. El artesano madrileño Otero, con una bicicleta de acabado cromovelato, que montaba aquel grupo Campagnolo, ganó un premio de elegancia en la feria de Milán. Y no sería difícil exponer otros ejemplos. Entretanto, en aquellas fechas, la dirección de Lacroix declaraba lo siguiente:
«Queremos duplicar una u otra fórmula, con el objetivo de 25 tiendas o rincones en cinco años en Francia, pero también en Italia, Suiza y Austria. Hemos avanzado contactos en Val-d’Isère y Megève». (Bertrand Roy).

Detalle de las mencionadas joyas... ¡como para pisárselos en las colas sin querer!. (Imagen: lacroix-sport.com).
Y parece que no lo afirmaban en vano, ya que actualmente tienen unos 39, entre tiendas y rincones de venta. La mayoría están ubicados en los Alpes, aunque también en Lyon y París, y tres en los Pirineos. Sus expectativas de venta-producción aquel año (2006) eran de 10.000 pares.
Un detalle de especial importancia para la construcción y consolidación de la imagen de marca de cualquier esquí es su logotipo, el cual puede aparecer en diferentes espacios de los esquís, pero, tradicionalmente, siempre o casi siempre en las espátulas. Por debajo, por encima, o en ambas superficies. El que más tiempo se ha empleado en Lacroix (desde 1972 a 2018) fue diseñado por el arquitecto Pierre Bourgeois (de Besançon).

El logo que mayor tiempo ha identificado a la marca. (Imagen: wikipedia).
«Nuestros esquís están arriba. Para Navidad mis padres me regalaron unos Rossignol Roc 550. Magníficos. Mi padre también tiene unos Leo Lacroix nuevos. Estoy muy orgullosa porque es él quien diseñó el logotipo, la tipografía y el diseño de esta marca que acaba de crear su amigo Leo Lacroix, excampeón olímpico y amigo de Jean-Claude Killy. Y también muy orgullosa de ir a Les Ménuires, la estación de Léo Lacroix que nos espera. Me gusta mucho Léo Lacroix que es un gran campeón, guapo y que siempre está sonriendo. También me gusta mucho el coche de mi papá. Me reconcilia con él. Es el único Triumph blanco en Besançon. ¡Y nos subimos y rodamos!». (Sylvie Bourgeoise, hija de P. Bourgeois, extracto de su diario, traducción propia).
Sobre el coche en cuestión, anteriormente señalaba que:
«Mi padre tiene un Triumph blanco muy bonito que parece un coche de carreras. Es un chiste de coche para una familia de cuatro, le dijo mi madre cuando lo compró. Al mismo tiempo, mis hermanos ya son mayores, todos tienen ciclomotores o motos […]». (S. Bourgeoise).
Como algunos de mis lectores habituales ya habrán deducido, me gustan los coches, las motos y otros tipos de juguetes, con especial predilección por los clásicos. Así que me he puesto a investigar un poquito sobre la gama que la casa Triumph comercializaba en aquellas fechas. Tras desechar los potentes (para la época) Dolomite Sprint y los Triumph 2000/2500, por ser todos ellos berlinas de cuatro puertas (lo cual no casa con el último comentario de la hija), me inclino a pensar que el arquitecto diseñador del logo de Lacroix se compró un Stag. Hubo un Stag no descapotable, pero ese no pudo ser porque fue prácticamente un prototipo del que únicamente se fabricaron tres unidades. Así que debió de ser un Stag descapotable, que lo había con versión de techo duro (desmontable) de fábrica, de capota de lona o incluso con ambas.

Stag no descapotable (únicamente se fabricaron ¡tres! ejemplares). (Imagen: diariodelosclasicos.com).

Un Stag (parece que de capota de lona). (Imagen: auctions.hampsonauctions.com).

Un Stag de techo rígido desmontable visto de perfil. Probablemente similar al que conducía (en blanco) el autor del logo de Lacroix (Imagen: Frank Arne Teschner para wikipedia).
Volviendo a Lacroix, su web nos indica que, en 2010, en colaboración con el reconocido fabricante de baúles de cuero Pinel & Pinel, diseñaron y comercializaron un baúl-estuche de transporte o custodia, también exclusivo. En aquella ocasión, más que tratar de maridar la funcionalidad con una «elegancia atemporal» y categoría premiun o, mejor dicho, luxury, el artículo parece más un símbolo de fetichismo privado. A mí me recuerda a los lujosos baúles de viaje que los ricos acarreaban tras de sí cuando viajaban en trasatlánticos o ferrocarriles de primera clase en los siglos XIX y primera mitad del XX. Sé que no fue el primer baúl de Lacroix. Lo sé porque en anuncios de revistas de los años ochenta o noventa publicitaban otro, aunque este era para colocarlo sobre el coche, lo que de por sí parece más práctico.

Espectacular conjunto presentado en un baul a su altura, diseñado por Pinel & Pinel. Un detallito de agradecer es que los bastones incorporen dos opciones de estrella: la habitual de pista (velocidad), y la más ancha para nieve profunda fuera de pista. (Imagen: pineletpinel.com).

Baul portaesquís Lacroix publicitado en revistas especializadas en los años ochenta. (Imagen: revista SKI Magazine, nº 78, enero 1987).
Su lógico y esperable salto hacia lo textil se produjo en 2014. Mientras que más recientemente, en 2020, han adoptado otra estrategia también común entre algunas marcas productoras de objetos de lujo o alto nivel de precios: la de diseñar bienes de consumo concretos asociados a la creatividad y la firma de algún artista ya consagrado. Entonces, Lacroix lo hizo con el artista Julien Marinetti, y las Galerías Bartoux colaboraron en el proyecto, que se llevó a cabo en el modelo de esquís Ultime Art Edition. Me gusta mucho el arte en general, algo leo sobre ello, visito museos y exposiciones, e incluso he escrito algunas cosillas relacionándolo con otros aspectos de la vida. Pero su universo es casi infinito, así que no todo el arte me gusta. Incluso hay trabajos (pocos) que hasta me desagradan. No es el caso de lo que he visto de Julien Marinetti, no me desagrada, pero confieso que tampoco me gusta. Gran parte de su obra consiste en figuras tridimensionales (de diferentes tamaños) que representan animales de modo totalmente claro y evidente, aunque algunos de ellos más próximos a los peluches o figuras infantiles que a un realismo vivo. Sobre ellos, aplica un acabado pintado, lacado o por otros medios, con claras y reconocidas inspiraciones en los trabajos de pintores famosos que fueron de vanguardia el siglo pasado. A mí no me dicen gran cosa, ni en técnica, ni en creatividad, ni en estética, ni conceptualmente. Es más, de un tiempo a esta parte percibo cierto abuso de lo que quizás podríamos denominar efecto de animales coloreados (vacas, ositos, perros, etc.), camino que se viene repitiendo por parte de algunos artistas de cuyo nombre prefiero no acordarme. En el caso de Marinetti, probablemente haya sido cierto éxito mediático el culpable de que en Los 3 Valles se hayan colocado algunos de sus trabajos en determinados puntos al aire libre.

Julien Marinetti con una de sus típicas obras. (Imagen: arcachon.com).

Vista parcial del diseño de Marinetti para unos Lacroix. No me disgusta el diseño, me parece original, discreto y atractivo. (Imagen: lacroix-sport.com).
Hasta 2022, esta última era la trayectoria tomada por Lacroix (la búsqueda a ultranza del lujo y su exhibición) y la que, hasta el momento de escribir este artículo, yo pensaba que sería la definitiva. Pero me equivocaba. Aquel año, Iserois Gunther Doll y Lyonnais Damien Bodoy le compraron la marca a Jean-Phipippe Caille (Idealp), en un momento en el que Lacroix pudiera tal vez haberse convertido en una especie de atractivo recipiente vacío que disfrutaba de cierta notoriedad, prestigio y la fidelidad entusiasta de un minúsculo segmento de clientes. Doll y Bodoy afirmaron que, en gran parte, adquirieron la firma por orgullo y romanticismo:
«Lacroix no podía caer en el olvido ni en manos extranjeras». (Doll, traducción propia).
Con su sede actual en Albertville y las oficinas en Grenoble, la compañía cuenta únicamente con cinco personas, y ha optado por trabajar en modo start-up para ser ágil. No se apoya en un grupo inversor, sino en quince inversores (personas) con cercanía emocional a la historia de la marca y al proyecto. El desarrollo, diseño y comercialización de sus productos se gestiona internamente, sin embargo, la fabricación se subcontrata en diferentes países. Aquí es importante subrayar que no estamos ante un caso de externalización radical (y oriental), pues los esquís se fabrican en Italia, en alguna planta que sospecho pueda tener larga trayectoria y experiencia. En cuanto a la distribución, se basa en tiendas especializadas, imagino que, partiendo, en cierta medida, de la reciente red que ya contaba en el 2022. Toda esta información con matices, porque procede de entrevistas a sus nuevos directivos y de datos tomados a vuelapluma por parte de los diferentes periodistas. Por otro lado, no pretenden replicar la reciente tendencia de sus anteriores dueños: apostar por el lujo más descarado y exagerado. No, su idea es ocupar el segmento inmediatamente superior (en precio) a los topes de gama de las marcas más habituales y potentes, pero sin llegar a la creación de las excesivas joyas exóticas de hace pocos años. Así que, en cuanto a sus esquís actuales, parecen tener claro lo que buscan:
«No vamos a ir a extremos, no a un rocker doble hiper-ancho de 120, o a un esquí extremadamente radical. Estamos encaminados hacia un esquí versátil, que permita a nuestros clientes divertirse, tanto para los buenos esquiadores como para principiantes. La idea no es esquiar cansados. Queremos un esquí que sea agradable de esquiar, que trabaje bien en el hielo pero que no te lastime las piernas. Es un poco del espíritu que queremos darle a la marca». (Doll y Bodoy; traducción propia).

Los dos nuevos responsables de la firma Lacroix. (Imagen: groupe-ecomedia.com).
En línea con lo anterior, quien fuera director de marketing del grupo Huillier (Mercedes) en Grenoble, para estar seguro del terreno que pisa, se atreve con una comparación automovilística:
«Estaríamos ante un todoterreno deportivo, el Porsche Cayenne. No ante el 911».
Algunos, imagino, nos preguntaremos si el desembolso merecería la pena. Me reservo mi opinión (que sin haberlos probado es conjetura) al respecto. Además, lo de merecer la pena algo es una cuestión muy personal y tiene que ver, entre otros muchos factores, con la sensibilidad de detección de las cualidades de los productos que tenga cada cual, su poder adquisitivo, sus valores y preferencias vitales, su predisposición hacia la distinción, etc. Lo que sí que hay que recordar es que los Lacroix iniciales partieron de un taller especializado en crear esquís de competición que estuvieron entre los mejores del mundo. O que, desde hace años, en Lacroix se han venido utilizando materiales más ligeros y más dinámicos que el acero, como es el caso del titanio. Y no como un guiño simbólico al lujo, sino por cuestiones puramente físicas, pues ello trae consigo varias ventajas: aporta gran estabilidad en el eje longitudinal del esquí, pero proporcionando torsión y un gran poder de reacción cuando la tabla flexa; reduce la transmisión de desagradables vibraciones; y favorece giros más precisos. Nada de esto lo afirmo yo, lo comentan en Lacroix, pero también lo hacen quienes han optado por utilizar titanio en la fabricación de esquís, que han sido algunas otras marcas.

¡Soy un clásico! no lo puedo evitar, me encanta la estética de estos dos modelos de hace muy pocas temporadas. (Imagen: iloveski.org).
Un detalle que no debería pasarnos desapercibido es que los actuales nuevos dueños de la firma, al poco de adquirirla, se pusieron en contacto con Leo Lacroix para explicarle sus proyectos, las razones de su compra y para, en cierto modo, vincular emocionalmente este renacimiento de Lacroix con su espíritu original. Bonito gesto. Para mí, por lo que he visto de la evolución histórica de muchas marcas, con un significado no desdeñable.
En 2023 ampliaron su campo de acción hacia otros deportes socialmente asociados con el lujo o, al menos, con un poder adquisitivo medio o alto, aunque todos ellos, en la actualidad, ya se han estabilizado como bastante populares. Han empezado incorporando gamas de productos (especialmente ropa y complementos) pensados para el golf. La opción parece coherente con la imagen que desean transmitir. Por lo visto, también con la vela. Y puede que la cosa no se quede ahí:
«Nos estamos preparando para la comercialización de una tabla de surf eléctrica 100% de carbono fabricada en Francia». (Doll).
A mi amigo Toño no le van a convencer con esto último. Es demasiado deportivo todavía, el agua le gusta surcarlo con su tabla con foil y su cometa.

Aunque en Lacroix no han dado (todavía) el salto al ciclismo, sí que encargaron el diseño y fabricación de unas pocas unidades de bicicletas de carretera. (Imagen: ledauphine.com).
Me hubiera gustado mucho disponer de todos los datos de producción de esquís de Lacroix a lo largo de toda su historia. Las cifras anuales. Aun así, he intentado estar atento para tomar nota de las cifras de algunos años sueltos, y con ello he creado un gráfico que, a pesar de sus posibles imperfecciones y ciertas lagunas temporales, nos puede ilustrar sobre el devenir histórico de la firma, al menos en cuatro hipotéticas fases.

Representación (hipotética) de las cuatro etapas experimentadas por la firma Lacroix a lo largo de su historia. A falta de datos suficientes, podemos apreciar tres "renacimientos", casi siempre intentando recuperar parte de su esencia (conceptual) original. (Imagen propia).
Etapa 1. Desde su nacimiento hasta principios de los años 90 la producción se comportó de modo clásico: lo que empezó como una empresa artesanal de altísima calidad, gracias al éxito de sus productos, demostró un enorme crecimiento productivo, tal vez desproporcionado.
Etapa 2. Sin datos, se corresponde con la venta de la firma y el sucesivo itinerario de compraventas que culminaron con su quiebra. Lamentablemente no tengo cifras del periodo comprendido entre 1999 y 2006, pero las dos fases colindantes sugieren que fuera una caída de producción en picado o repentina.
Etapa 3. Cuando en 2006 Idealp entró con una notable inversión, la producción partía de cifras bastante pequeñas, especialmente si las comparamos con su techo de los años noventa. A lo largo de los años siguientes se experimentó un claro incremento productivo, pero siempre ciñéndose a volúmenes relativamente reducidos. Era la época del lujo por el lujo, lo cual imposibilitaba, lógicamente, grandes cantidades de producto.
Etapa 4. La parte actual, desde 2022, muestra cifras de producción acordes con los primeros años posteriores al nacimiento de Lacroix como marca, probablemente con las de finales de los años sesenta, desde luego, de antes de que compraran la fábrica de Straver.
Reconozco que, para ciertos asuntos, me gustan los gráficos. Así que me he puesto a elaborar un par de ellos más. En este caso buscando retratar la franja de precios de los esquís de Lacroix actuales. Para ello, he visitado su web y he ido tomando nota del precio de todos sus modelos, datos que represento en dos gráficos.

Gama de precios de esquís Lacroix en la temporada 2024/25 (según su página web), están ordenados de menor a mayor. (Imagen propia).

Mismos datos que en el gráfico anterior, pero excluyendo el modelo más caro, el cual se aleja mucho del resto de la gama de precios. He coloreado cuatro "paquetes" de precios: por debajo de 1000, de 1000 a 1500, de 1500 a 2000, y por encima de 2000€. (Imagen propia).
De regreso a los esquís que me regaló Toño, he de decir que son unos Lacroix evasion kevlar de 190 cm de largo. Aunque me los entregó sin fijaciones, me comentó que inicialmente estuvieron montados con unas Salomon 747. Que eran unas Salomón lo tengo muy claro porque los agujeros de las punteras cuadran exactamente con las de las 647, pero, sobre su modelo, tengo algunas dudas, ya que los agujeros de las taloneras coinciden solo a medias con las de dos modelos de diferentes épocas de las 647, o con las de las 747. Todo esto lo descubrí a lo largo del proceso de puesta a punto al que sometí a los esquís y que enseguida resumiré. Pero antes, un comentario ajeno sobre aquel modelo:
«Ponles unas fijaciones nuevas y hazte con ellos unos esquís para baches. Esas que llevan son basura. Vendíamos estos Lacroix Kevlar donde trabajaba, en los tempranos años ochenta. Eran los esquís más caros del mundo, sobre unos 850$. El único escalón superior era el Carbon Kevlar. Probé algunos de test y los encontré muy blandos, pero los cantos agrietados [probablemente quiere decir partidos] los hacían agarrarse sorprendentemente bien sobre hielo. No estoy seguro de la longitud de estos, pero cuanto más largos mejor. Espero que sean de 1,90 m por lo menos». (walnut_creek en un foro norteamericano; traducción propia).
Del comentario anterior me encaja casi todo, incluido su doble comportamiento de agarre y blandura (algo difícil de conseguir). Lo que no entiendo es la descripción de los cantos. Personalmente interpreto que quiere decir cantos seccionados, como los que llevaban los Dynamic VR17 y algún Kneissl y que, efectivamente, resultaban muy eficaces en el agarre de nieves muy duras, aunque frágiles ante el contacto con piedras. Sin embargo, por más que he mirado con atención los cantos de los míos, no se ve que estén seccionados. Todo lo demás sí que nos da una idea de lo que representaban estos esquís entonces, aunque fueran de gamas distintas a los más próximos a un concepto de competición.

Aunque no se corresponde a los Evasion Kevlar, sino a los Mach Racing, he aquí un análisis informativo de su composición y propiedades. (Imagen: revista SKI, octubre de 1983).

Foto para una prueba comparativa de esquís de una revista. Si apartamos los Kneissl, los Dynamic y los Dynastar, el resto son marcas bastante singulares, desconocidas o poco comercializadas en España. El hombre de la foto, curiosamente (y sin que ello signifique nada), está optando por los Lacroix, el modelo de mi reportaje. También es casualidad que los Dynamic VR27 de gigante que aparecen en la imagen, están dentro de los "operativos" de mi colección personal. (Imagen: revista Skiing, septiembre de 1987).
Consultando bases de datos de antiguas revistas, he comprobado que este modelo se estuvo fabricando al menos desde 1987 y probablemente hasta 1990. Y los comentarios especializados lo calificaban de cruiser, una especie de esquí cómodo y suave, de alta gama, apto para toda clase de nieves (incluidas duras y profundas) y de muy buen comportamiento en baches. ¡Qué tiempos aquellos en los que la polivalencia estaba más al orden del día!
Los esquís me llegaron algo sucios y con un aspecto general bastante envejecido. Nada de ello supone una crítica hacia su anterior propietario, a quien estoy muy agradecido ¡todo lo contrario! eso demostraba que los había sacado provecho y los había disfrutado. ¡Había esquiado mucho! ¡Bien Toño, bien!
Lo primero que hice fue limpiar y afilar un poco los cantos. Más con intención de quitarles óxido (no todo, porque corría el riesgo de limarlos demasiado) que de afilarlos mucho. Lo siguiente fue tapar varios agujeros longitudinales que se encontraban justamente al lado de algunos cantos a la altura del patín, precisamente en la zona de más riesgo y mayor trabajo de los cantos. No me compliqué mucho: gotas de cofix fundido, y un raspado posterior, sin gran atención a la cosmética, pero reduciendo el riesgo de daño de los esquís en su futura prueba.

Ambos esquís tenían evidentes desperfectos en las suelas junto a los cantos interiores. (Imagen propia).
El tercer paso fue el más delicado. El de la aventura de las fijaciones. Dentro de la colección-depósito de esquís viejos, en este caso la de mi hermano Guti, él me propuso coger unas Salomon 647 de alguno de dos pares de ELAN de los noventa. En uno de ellos, las 647 se encontraban en proceso de descomposición. En las punteras se había cuarteado y desprendido una especie de cobertura de goma que rodeaba su eje pivotante. Ello no representaba problema alguno, pues no afecta al funcionamiento, pero lo malo era que la pieza posterior de una talonera, aquella sobre la que se enrosca el tornillo de regulación de la dureza, se había cuarteado y roto completamente, tal y como les pasa a algunas botas de esquiar, inutilizando la fijación. En aquel momento suspiré por unas 727, todas ellas en metal, pensando en si cualquier tiempo pasado fue mejor. Total, que cambié de par de ELAN y revisé las otras 647, que eran de otro modelo (puede que anterior). La goma de las punteras también tuve que quitarla, pero sus taloneras estaban íntegras y funcionando, así que me decanté por ellas.

Esto es lo que pasa cuando el mercado se rinde a la "innovación por la innovación". La mayoría de las veces la innovación nos aporta mejoras, pero, en ocasiones, damos pasos hacia atrás, como es el caso del material que fue utilizado en algunas piezas de estas fijaciones, anticipando su obsolescencia. Una pena. (Imagen propia).
Las punteras cuadraron perfectamente en los orificios que ya tenían los Lacroix. En cuanto a las taloneras, encajaban de anchura en los agujeros, pero había un poco de diferencia entre los de delante y los de atrás (por eso dudo que originalmente llevaran unas 747, y creo que serían algún tope de gama anterior: ¿737, 727?), así que, probando la longitud de mis botas, opté por mantener los orificios de detrás, haciendo únicamente dos nuevos delante (un poco por detrás de los que tenían los esquís). Una vez rellenados los dos sobrantes de cada esquí, monté las taloneras y probé las botas para comprobar que encajaban bien y que el funcionamiento de las fijaciones para liberarlas era correcto.
Finalmente llegó un profundo encerado con plancha, seguido de un rascado leve y un ligerísimo cepillado. Todo esto con la intención de alimentar más las suelas que con la de buscar máximo deslizamiento. Únicamente quedaba esperar una oportunidad para probarlos.

Múltiples detalles de los Lacroix evasion Kevlar restaurados y listos para ser probados. (Imagen propia).
De regreso de un intenso viaje de esquí a los Alpes Suizos, surgió la oportunidad de probarlos en mi estación cantábrica local. Me los puse con cierta aprensión pensando en sus fijaciones, y con el chip técnico de seis días seguidos con esquís modernos de 82 de patín. Ningún problema, en pocos minutos mis sensaciones volvieron al redil del siglo XX y empecé a pasármelo en grande con los Lacroix. Los esquís me resultaron facilísimos. No costaba nada hacerlos girar incluso con alta frecuencia. No son duros, sino que, efectivamente, dan sensación de cómodos y polivalentes. Encontré una pega: en las zonas de pendiente intermedia (ni fuerte, ni tirando a plana), se me enganchaban bastante. No creo que fuera un problema del modelo, sino de alguna de tres posibles causas, o combinaciones entre ellas. Las menciono: una, que no haber trabajado del todo los cantos hicieran que sus rugosidades de óxido se engancharan; dos, haber afilado los cantos mal; tres, que la nieve era una mezcla de nueva pisada y artificial. Da lo mismo, pude esquiar sin problemas.

En la nieve, en mitad de la jornada de esquí completada con los Lacroix. (Imagen: Jimena).

Cosas de la vida. En las sillas que cogí, la gente miraba algo sorprendida los esquís. Un par de veces hubo desconocidos que me sacaron conversación sobre ellos. El sorprendido fui yo cuando el azar hizo que a mi lado se sentara un joven de gran estatura calzando unos Salomon del siglo XX. (Imagen propia).
Además del giro fácil, me sorprendió comprobar que se dejaban conducir bastante. El deslizamiento, gracias al encerado, fue también bueno. Pude probarlos en el tipo de nieve que acabo de mencionar, también ante alguna sorpresiva placa de hielo (se agarraron más que decentemente) e incluso salir un poco de la nieve tratada a zonas con fina capa de nieve polvo y otras con nieve algo caótica, en diferentes puntos entre dura y primavera. Y en todas las condiciones los esquís me parecieron muy nobles en sus reacciones y manejo. Así pues, pese a su edad y avanzado estado de desgaste, me inclino a pensar que en su día debieron ser unos esquís excelentes. Espero que los actuales fabricantes de Lacroix estén siendo capaces de mantener el listón alto.
Aquel día lo pasé esquiando enteramente con los Lacroix. Una aproximación en diferido al mundo del lujo. Un salto en el tiempo de entre 35 y 38 años. Nunca es tarde si la dicha (en este caso el lujo) es bueno. La lástima es que no encontré baches sobre los que ponernos a prueba: a los esquís y a mí mismo con ellos. En todo caso ¡gracias, Toño! por el regalo.
