Reconozco que me ha costado ponerme a redactar esta tercera entrega sobre cine y esquí porque, en términos generales, incluye una recopilación que no me agrada demasiado. Desde luego, mucho menos que las dos etapas anteriores, y eso a pesar de abarcar un periodo más largo y, probablemente, de mucha mayor productividad y mejores medios. De todas formas, hay que recordar que esta artificial división temporal ha perjudicado mucho a la tercera entrega porque le ha robado las películas correspondientes a la serie de James Bond, así como algunos trabajos de Bogner, todo lo de Barrimore, etc. porque los incluí en las anteriores por una lógica organizativa que ya expliqué entonces.
Otra advertencia, también ya adelantada en entradas anteriores, pero que considero importante repetir, es que estoy seguro de que se me han escapado algunas películas que deberían aparecer aquí. La razón no es otra que mi limitado conocimiento sobre el asunto: el cine en general y el de esquí más concretamente. Pido perdón por ello, y empiezo a desarrollar en asunto sin más demoras.
En 1972 aparece Snowball Express (Todos a la nieve) dirigida por Norman Tokar bajo el paraguas de Walt Disney Productions. Filmada en Crested Butte (Colorado), los créditos se proyectan mientras una familia aparece en un coche familiar circulando sobre la nieve en la calle principal de lo que entonces parecía un poblado western. No he podido ver la película, pero las escasas escenas a las que he accedido me sugieren que se trata de una cinta cómica apta para todos los públicos. Tenéis una muestra de ella en Un siglo de esquí a través del cine, en la sección de videos de Nevasport. En ella puede verse una bajada de alarde de descontrol controlado, algo que bien pudiera satisfacer al público general no esquiador de la época (quizás de todas las épocas), pero que a mí siempre me acaba resultando algo irritante y tontorrón.
Cartel de la película. (Imagen: filmaffinity.com).
Fotograma de Snowball express. (Imagen: m-imdb.com).
Pasamos ahora a dar cuenta de otro esquiador ilustre que, tanto en lo deportivo como en lo cinematográfico (en esto segundo solo en cierta medida), siguió los pasos de Toni Sailer. Me estoy refiriendo a Jean Claude Killy. El francés sucedió al austríaco en lo de acaparar las tres medallas de oro olímpico, cuatro años después, cuando Sailer ya se había escapado al mundo profesional. Algo en lo que también le imitó tempranamente Killy. De hecho, la trayectoria postolímpica del francés fue claramente comercial o crematística, tratando de rentabilizar sus éxitos deportivos cuanto antes.
Killy debutó en el cine de forma involuntaria en 1968 en dos documentales sobre los JJOO de invierno de Grenoble. Uno, el oficial de los JJOO de invierno, encargado por el COI y dirigido por Jacques Ertaud y Jean-Jacques Languepin. El otro, titulado 13 jours en France, de Claude Lelouch, en el que, como ya explicamos en el artículo anterior, Bogner impresionó a los expertos ejerciendo de cámara en movimiento. El segundo de ellos plantea una mirada más subjetiva, muy al estilo del trabajo que Louis Malle planteó en Vive le Tour en torno a la gran carrera por etapas en 1962. Dicha mirada incluye detalles, anécdotas, anonimato de deportistas, público y otros agentes. Lo deportivo y lo complementario, etc. Tiene un toque documental más artístico, más de autor y menos convencional o meramente informativo.
Cartel del segundo documental. (Imagen: lesfilmes13.com).
Pero a JC Killy lo he ubicado en este artículo porque es en los años setenta cuando más aparece en pantalla, y cuando da el salto desde el género documental hacia otros. Por ejemplo, participando en una película titulada The Great Ski Caper, también conocida como Snow Job o Los Alpes, 250.000 dólares (1972). Aunque antes también protagonizó Peggy Fleming at Sun Valley (1971) junto a la estrella del patinaje (tricampeona del mundo) que menciona el título del filme. Este, más que de una película, se trataba de un especial de larga duración para la televisión. En él también aparece el grupo musical The Carpenters, que interpreta el Help de The Beatles en una sala de fiestas. Volviendo a Snow Job, en algún sitio leí que en ella trabajó cómo cámara especialista Willy Bogner, pero no es algo que me atreva a ratificar. Es una trama de cine negro con tratamiento serio, huyendo de cualquier atisbo de comedia. Planteado en escenario alpino y con algunas secuencias de acción esquiadora ejecutadas por el propio Killy.
Cartel de Snow job. (Imagen: imdb.com).
La historia filmográfica del esquí ha estado plagada de documentales promocionales. Cada vez hay más, pero los hubo desde el momento en el que el esquí y la posibilidad de filmar películas convergieron. La época que manejamos en este artículo no solo no fue una excepción a este fenómeno, sino un periodo de gran producción de trabajos promocionales. En 1971, Roger Brown dirigió uno de aquellos documentales promocionales que bien nos pueden servir como ejemplo. Se tituló Ski Boom y repasaba diferentes aspectos de la práctica del esquí, mencionaba muchas estaciones estadounidenses, vaticinaba un gran futuro comercial a su práctica y reunía a un gran elenco de expertos esquiadores (mujeres y hombres) entre los que destacaban Gustavo Thoeni, Stein Eriksen, Billy Kidd… ¡y JC Killy! El director ya había alcanzado cierta fama en la década anterior con trabajos como Ski the outer limits (1968) o Moebius Flip (1969). En la primera de ellas también aparece Killy, aunque muy brevemente y sin decir esta boca es mía. Es un documental algo más convencional, narrado mediante voz en off y con la curiosidad de presentar un formato de imagen cuadrado. Dura unos 25 minutos (enlace a película). La segunda es un típico trabajo de alarde esquiador, vestido en forma de minimalista guion de ciencia-ficción y manipulaciones, quizás entonces futuristas, del color de las imágenes (enlace a película). Dura escasa media hora.
Por seguir con JC Killy, en 1983 aparecía en una película titulada Cooper Mountain, también conocida como Copper Mountain, a Club Med experience. Es una mala película canadiense de una hora de duración, pensada para la televisión y en la que la promoción comercial se esconde mediante una trama simplona que pretende ser graciosa. Se salva la música country que adereza su hora de metraje. En ella trabaja un Jim Carrey muy jovencito, que ya da muestras claras de su habitual exceso de muecas y gesticulación (es un actor del que no soporto su forma de defender los personajes). En lo que al esquí se refiere, hay buena muestra del afinado estilo esquiador de los ochenta, una interesante escena de sala de encerado (en la que pueden identificarse varios modelos de esquís conocidos en su época), y un amplio muestrario de equipos y vestimentas de competición, etc. En un momento dado, el documental atiende a la celebración de un slalom paralelo. En cuanto a la aparición de Killy, se queda en una bajada de heliesquí corta y más bien pobre.
La carrera comercial y promocional de JC Killy fue intensa y temprana. Una vez logrado su triple triunfo olímpico, No esperó para aprovechar la coyuntura, dando un inmediato salto al mundo profesional, por lo que también participó en anuncios. Como ejemplo, he aquí uno de Head.
Volvemos a los setenta para atender a una rareza que nos llamó la atención a los que entonces, de chavalines, ya éramos esquiadores. En 1974 yo cumplía los once años. Y fue cuando se produjo una serie de televisión centrada en el esquí. Se llamaba Ski boy y yo procuraba ver cada uno de sus episodios, los cuales servían, entre otras cosas, para que me entraran todavía más ganas de esquiar. En España se programó en la primera cadena (entonces, la segunda, denominada UHF, no se captaba en toda la geografía y emitía en un horario limitado entre las 20 y las 24h). Lo hacía dentro del espacio infantil Un globo, dos globos, tres globos. Concretamente los viernes por la tarde, desde febrero a junio. Vista actualmente, la serie me parece de muy justita calidad y con pinta de haber gozado de muy poco presupuesto, pero, en aquel momento, me encantaba. He conseguido dar con un par de capítulos. El primero de ellos con muy poco esquí. Lo que sí que he encontrado es un listado de sus episodios:
- Mountain Witch (1)
- Mountain Witch (2)
- Cry Wolf
- Cold Shoulder
- Family Feud
- Buried Menace (Ver episodio)
- Vanishing Trick
- Danger Trail
- Hot Ice (Ver episodio)
- Killer Dog
- Unwelcome Guest
- Death Mountain
- Treasure Trove
- Breaking Point.
También en 1974 apareció lo que algunos cinéfilos (habitualmente no esquiadores) consideran una película de culto. Se titula El gran éxtasis del escultor de madera Steiner. Se trata de una especie de documental de corte intencionadamente artístico dirigido por el reputado director germano Werner Herzog. Modestamente, considero que el prestigio de la película ha podido tener mucho que ver con lo que yo me atrevo a denominar efecto sol del membrillo, algo que no voy a explicar y que únicamente entenderán los más cinéfilos (que de paso me pondrán a caldo por todo este comentario). A pesar de su duración, tres cuartos de hora, podemos considerarlo como un trabajo extasiado, en el que el director se recrea en la cámara lenta, en la repetición de planos y en la figura del saltador de esquí Steiner, que también trabaja la madera de modo artístico y artesanal. Parece perseguir cierto acercamiento filosófico al deportista.
Operación Isla del oso (1979), dirigida por Don Sharp, es una película de acción y suspense, por lo que no tiene nada que ver con la anterior. Por escenarios, artefactos entonces innovadores y actividades incorporadas a la aventura, el filme se acerca un poco a las de la serie 007, pero en tono más serio, sin chistes y con un ritmo mucho más pausado y, podríamos arriesgarnos a decir, más realista. El escenario es una supuesta isla ártica que se aprovecha para incluir paisajes de gran belleza. Entre los vehículos, más allá de helicóptero, barcos y una lancha neumática, destacan unas primitivas motos de nieve (que son montadas a horcajadas y con los esquís calzados en los pies), así como unas lanchas impulsadas por hélices de avioneta, y que pueden desplazarse por la nieve y por el agua indistintamente. Como tercer detalle con el paralelismo Bond, el protagonista practica el submarinismo y el esquí. Al filme, la edad le pasa cierta factura en algunas escenas de acción que se nos quedan un poco naif. Otra pega es la excesiva oscuridad de algunas secuencias nocturnas (seguramente que en el cine se apreciaban mejor). En cuanto al reparto, era ambicioso, con Donald Sutherland y Vanessa Redgrave como pareja principal, y con la inclusión de varios veteranos secundarios con reconocidas trayectorias formando parte del elenco coral de la trama: Richard Widmark, Christopher Lee y Lloyd Bridges, entre los más conocidos. En cuanto al esquí, hay poco, aunque aparece en varias ocasiones. Se le supone un esquí de travesía, aunque, cuando hay descensos, la técnica alpina es muy competente y estilosa. En cuanto a la taquilla… un fracaso.
En 1982 apareció The Soldier (Ultimatum). No la he visto, pero incluye una secuencia de esquí, con explosión de una cabina y persecución con disparos. A la vista del trailer, tiene pinta de proponer una calidad bastante básica. Del estilo de los episodios del Equipo A. Es decir, Serie B, muy poco apetecible. Sorprendentemente, Klaus Kinsky forma parte del reparto de la película, pero es que me consta que el conflictivo actor tuvo sus periodos de horas bajas en lo que respecta a contrataciones. Su director, James Glickenhaus, aparentemente no nos dice nada, salvo que fue uno de los primeros directores mediante los cuales Jackie Chan intentó abrirse camino en los EEUU. Fuera de su anodina carrera como cineasta, Glickenhaus mantiene gran prestigio como coleccionista de coches, entre los que destacan varios Ferrari de diferentes épocas.
En primer plano un Ferrari 412P. Alrededor queda bastante claro que la colección tiene ejemplares muy valiosos. (Imagen: Pate Petrany para roadandtrack.com).
Un Ford GT Mk IV J6 de 1967. (Imagen: Pate Petrany para roadandtrack.com).
Dentro del ámbito de las series de películas de esquí ajenas al circuito comercial convencional, es decir, aquellas producidas y exhibidas en el ámbito del esquí, la década de los ochenta nos trajo una serie de ellas que fueron siendo incorporadas (a medida que iban rodándose) bajo un título que alcanzó cierto prestigio específico: Apocalipse Snow. Dirigidas por Didier LaFond, alcanzaron un gran tirón que se prolongó a lo largo de tres entregas en 1983, 1984 y 1986. El proyecto incluyó la creación de un grupo de expertos esquiadores con base en Les Arcs (escenario de la mayor parte de sus filmaciones). En una de mis estancias ochenteras en la estación, el grupo andaba exhibiéndose por las pistas de cara al público. Con guiones muy disparatados y simples, apenas utilizados como hilo conductor de magníficas acciones sobre la nieve, el producto se caracterizó por integrar una serie cualidades de gran atractivo para su época, e incuestionablemente innovadoras entonces. También por presentar ropa de tendencia, ocasionalmente aderezada con estilos de corte artístico y rompedor, para caracterizar a buenos y, principalmente, malos. Fundamentalmente monos no ceñidos (puestos de moda entonces) en colores muy llamativos. Otra característica fue la preponderancia, especialmente marcada en la primera de las tres películas, de los descensos sobre tabla de snow (prácticamente primicia) y mono-esquís (incluso en versión tándem). Además, hubo guiños a otras novedades algo más frikis (bolas gigantes, catamarán a vela sobre nieve, esquís cortitos, cometas, ala delta, etc.). Incluso, en la tercera, alguna muestra de telemark, que empezaba entonces a renacer como modalidad alternativa. Con similar estrategia estética a las de muchas películas de surf, escalada, skateboarding y otras disciplinas alternativas del momento, la mayor parte del tiempo las imágenes van únicamente acompañadas de música acorde con las tendencias vigentes. El conjunto rebosa estilo francés ochentero, por ello, considero que el pack constituye una buena serie histórica pues, en mi opinión, Francia trastocó la historia del esquí a través de varias revoluciones: moda, innovación y desarrollo del material; crecimiento, popularización y posicionamiento (por modernidad, tamaño y precio) de sus grandes dominios esquiables alpinos; y, quizás lo más importante, proponer (con todo ello y algunos detalles más) un giro de práctica radical, alejándola de la tradicionalmente competitiva o del academicismo clásico de las escuelas de esquí, apuntando hacia la diversión pura, la ruptura de esquemas y convenciones, y la preferencia por la estética esquiadora. Todo un momentazo. Evidentemente, con el paso del tiempo, hubo aspectos que se quedaron y otros (como el mono-esquí) no.
- Apocalipse Snow I: le film. (Ver película).
- Apocalipse Snow II: le défi. (Ver película).
- Apocalipse Snow III: les rescapés de l'Apocalypse. (Ver película).
También en aquella época nos llegó el esquí de baches. Y, aunque proveniente de los EEUU, fue en Francia, en el caldo de cultivo que acabo de tratar de explicar, donde antes y con más fuerza caló en Europa. Era de esperar. He explicado en otros textos (de este blog y de mi libro) que al conjunto de esquí artístico (baches, ballet y saltos acrobáticos) inicialmente se lo denominaba Hot Dog. Así que parece lógico que en los EEUU surgiera una película centrada en aquella tendencia emergente. Su título resulta explícito a más no poder: Hot Dog (1984), dirigida por Peter Merkle. Es una película que me parece bastante floja, pero que ha quedado convertida en un clásico del género por su especificidad temática y su oportunidad temporal. En ella destaca el constante alarde del hot dog como conjunto de disciplinas, aderezado con mucha presencia femenina y, a modo de chabacano anzuelo machista, algo de destape.
Cartel de Hot Dog. (Imagen: filmaffinity.com).
Evidentemente, en plenos años ochenta, las marcas no solo actuaban como patrocinadores para la realización de películas promocionales y/o documentales, sino que también habían empezado a producir las suyas propias. Como ejemplo de lo primero podemos citar Maltese Flamingo de 1986, en la que la presencia de Salomon es más que notoria. Se trata de una de tantas películas en las que el esquí se exhibe buscando la acción espectacular en diferentes condiciones. Sus protagonistas no son actores defendiendo personajes, sino esquiadores presentados como sí mismos. Un grupo de expertos norteamericanos que viaja por diferentes estaciones (americanas y francesas) en busca de nuevas sensaciones. Incluye mucha nieve profunda, baches, descenso por dunas de arena y una combinación de snowboarding enlazada con skateboarding como guiño de actividad emergente.
Estrenada el mismo año (1986), apareció Fire and Ice, dirigida por Willy Bogner, con un rudimentario guion que sirve de disculpa para la acción sobre la nieve. Como curiosidad, la versión original ofrece la voz del cantante John Denver como narrador. La película tiene algunos detalles de interés a lo largo de su duración de largometraje convencional (casi hora y media). Se inicia con unas bajadas de verdadero nivelazo entre seracs, nieve profunda y baches. El filme representa una confección Bogner en estado puro con algunas partes de enorme calidad escenográfica. Para bien y para mal, su ropa aparece constantemente. A él le pasa como a Palomo (que muchas veces se le va la cabeza con el diseño). Aprovecho para comentar que desde que me fijo, he visto prendas Bogner en muy contadas ocasiones entre la gente que me cruzo esquiando, en las colas o los remontes. Y todas ellas, menos una, fueron en Canadá o los EEUU. Un visionado mínimamente atento del largometraje nos propone varias similitudes con ciertas escenas de esquí de las películas de James Bond. Fue rodada en diversos escenarios europeos y norteamericanos, algo que corrobora el que, probablemente (se nota en más detalles), Bonger contara con un presupuesto más que suficiente para el rodaje. Hay nutrida presencia femenina entre los esquiadores. Aunque una rubia (la coprotagonista) esquía de cine (nunca mejor dicho), tiene un clavado de bastón algo peculiar, y cierta oscilación corporal o de caderas que me resultan un poco artificiales. Me quedo con una extra-secundaria de melena morena, que atesora un estilo estético que me parece impecable. Desde un punto de vista técnico, resulta interesante fijarse en que, a pesar de que a causa del esquí fuera de pista y los baches todos esquían preferentemente en simultaneo, hay destellos ocasionales de cierta mixtura con detalles de alternativo, la cual les permite corregir y sacar los virajes adelante cuando eventualmente les surge algún problemilla, lo cual resulta muy aleccionador. Hay material claramente identificable. Personalmente me llevé una doble sorpresa con dos pares de botas. El protagonista carga y esquía durante toda la película con unas botas rojas y blancas que fueron referencia de altísimo nivel en los ochenta: las míticas World Cup Competition de Dynafit. Si el espectador se fija bien, también puede detectar que, ocasionalmente, dichas botas son sustituidas (incluso en la mochila, en algunas de las escenas de no acción) por unas Nórdica rojas con ganchos negros y una tapa posterior. Las conozco bien porque las utilicé durante muchos años.
Bogner aprovecha la película para intercalar disciplinas deportivas novedosas en su momento: ala delta (evidente precursora del parapente, ya prácticamente desaparecida) y windsurfing (incluso sobre hielo). También un pionero snowboarding con, precisamente, Tom Sims como uno de los dos especialistas de rodaje. Tom Sims, que fue campeón del mundo de snowboarding y skateboarding, ya había trabajado como extra en la escena de tabla de la película Panorama para matar un año antes. Entre los rellenos introducidos a lo largo de la película, hay un guiño al esquí antiguo, que recuerda bastante a algunas escenas de las películas de Arnold Fanck. Lo aprecio como homenaje. En él aparecen algunos esquiadores con dos bastones, y otros con un único palo largo al puro estilo de Mathias Zdarsky. Personalmente me sobran algunas partes, por ejemplo, las de ballet sobre esquís (porque no me gusta nada la especialidad), la de saltos acrobáticos y algunas otras de estética que, aunque rompedora, a veces es muy discutible: parte de una coreografía y cierto momento astronómico que más bien parecía lisérgico (según parece una cerveza a destiempo en un desierto puede provocar efectos similares al LSD). Tiene un mérito olímpico que el filme ya incluyera un fragmento de breakdance, actividad que el COI ha incorporado a su programa de competición 38 años más tarde (espero que no haya llegado para quedarse). Por último, tengo que reconocer que la música me deparó algunos reencuentros inesperadamente agradables. Fue el caso de The Alan Parsons Project, John Denver y Gary Wright (interpretando la magnífica Sailing de Rod Steward).
Cuatro años más tarde Bogner presentó una especie de secuela titulada Fuego, nieve y dinamita (1990) con la doble presencia jamesbondiana de él como director y responsable del diseño, montaje y filmación de escenas; y de Roger Moore encabezando el reparto. Se trata de un absoluto disparate, una rareza bastante absurda a la que únicamente cabe encontrarle una justificación oportunista y, quizás por eso, su existencia tenga cierto sentido (minúsculo) sociológico. Parte de un guion absolutamente simplón, y recurre a algunos actores como disculpa para montar una sucesión de escenas de deporte-aventura y de la glisse (concepto relacionado con las modalidades deportivas emergentes de aventura practicadas preferentemente, aunque no solo, en entornos naturales) en pleno cambio de década. Es malísima, pero no busca cine sino acción, y se nutre de forma descarada de un montón de patrocinadores publicitarios. Parece estar pues a caballo entre un largometraje promocional y uno de cine para el público (comercial o de espectáculo). También utiliza cameos de algunos famosos del deporte como reclamo, aunque no actúen y apenas aparezcan en un breve plano: Walter Rohl (campeón del mundo de rallies), Keke Rosberg (piloto de Fórmula 1), Niki lauda, una modelo, un escalador, etc. La trama es una loca competición que se inicia con un descenso (principalmente esquiando, aunque aparecen otros medios) por una pedrera. Entran al relevo escenas de un BTT de primera generación europea, de escalada, puénting, kayak de aguas bravas, pinceladas de parapente, etc. seguidas de otra secuencia con descenso esquiando en la nieve, en plan cross radical (cuando aún no existía dicha modalidad competitiva) con los participantes ataviados con modelos futuristas al estilo de Apocalypse Snow, y que incluye un tramo de baches enormes. Le sigue una carrera con VW Golf (claro patrocinador) y otra de patines en pista de Bobsleigh. Nada recomendable y, tengo la impresión de que, producida con mucho menos presupuesto.
Cartel de Fuego, nieve y dinamita. (Imagen: sensacine.com).
Willy Bogner, cada vez más involucrado en el mundo de la moda de esquí, todavía estrenó alguna que otra película más. Fue el caso de White magic en 1994. No la he visto más que a través de diferentes trailers y fragmentos. Presenta más de lo mismo: esquí, snow, saltos, nieve profunda, bosque, globos, esquí acuático, escenas pretenciosamente jocosas, algo de besuqueo, BTT y algunas frikadas sueltas por ahí.
Cartel de White magic. (Imagen: amazon.com).
Volviendo a nuestra cronología, y regresando a lo que suelo denominar cine comercial (pensado para exhibirlo en carteleras y salas convencionales), en 1987 llegó una película de aventuras con ambientación medieval que tuvo bastante buena acogida entre el público general. Me refiero a Pathfinder el guía del desfiladero. Se trata de una película noruega ambientada en la Laponia de dicho país. Hay esquí ancestral, con material rústico y técnica de talón liberado. Bosque, flechas, caídas, persecución, etc. El esquí apenas representa un porcentaje pequeño de la duración total, pero está bien caracterizado, y la película, para quienes gusten del cine acción con ambientación histórica, merece la pena. Existe un medio remake del mismo título, pero de 2007, que, por lo que he leído en las críticas, no le llega a la original ni a la altura de los zapatos. Además, debido a los cambios en el guion, me temo que se haya podido prescindir del esquí en ella. Recomiendo la original para todos aquellos amantes del cine de aventuras y los paisajes invernales. Podemos considerarla como un clásico de tal género (si lo hubiera).
Cartel de Pathfinder, el guía del desfiladero. (Imagen: filmaffinity.com).
Teniendo en cuenta que las películas incluidas en la saga de Loca academia de policía no me dicen nada, no oso recomendar Ski Patrol, de Richard Correll (1990). En Nevasport hay un trozo que ya nos da alguna pista sobre su estilo y contenido. Según mi criterio: prescindible.
Lo mismo que Loca academia de esquí (Ski School), de 1991. Típica película americana chorrona, con las estaciones de esquí como escenario y su práctica como desencadenante de su típico estilo de humor.
Aspen Extreme (1993) es diferente porque no está planteada en clave de comedia, sino de complicaciones relacionales y amorosas. Todo ello con Aspen como escenario, ambientación con cierto lujo, muchas mujeres guapas y constante presencia del esquí en espacios muy atractivos. Creo que es la única película de Patrick Hasburgh como director, aunque ha sido productor y guionista de varias series de televisión. Por poner dos ejemplos: El equipo A, y una vieja parodia sobre Superman titulada El Gran Héroe Americano, a la cual, lo reconozco, le tuve cierta simpatía. La película se deja ver (por parte de los aficionados al esquí) porque tiene trama suficiente como para aportar cierto entretenimiento, y la alterna equilibradamente con unas escenas de esquí bastante buenas. Otro detalle interesante nos lo proporciona Wikipedia:
«El escritor y debutante director Patrick Hasburgh desarrolló el guion de Aspen Extreme basándose en su experiencia trabajando como monitor de esquí en Aspen (Colorado) donde entre sus pupilos estuvo el director de Walt Disney Pictures Michael Eisner, quien posteriormente accedió a distribuir la película a través de Disney’s Buena Vista Pictures Distribution, Inc.».
Cartel de Aspen Extreme. (Imagen: primevideo.com).
Pero la tontería nos seguiría persiguiendo a lo largo de la década de los noventa. Por ejemplo, con Dos tontos muy tontos (de Peter y Bobby Farrelli) en 1995. Desde luego no es el tipo de película que me atraiga y, de hecho, no la he visto. Apenas algunos fragmentos. Parte del guion se desarrolla en Aspen, lo cual parece bastante secundario en un largometraje que lo que constantemente busca es generar comedia simplona y tirando a histriónica o exagerada en su contenido humorístico y en la forma de presentarlo.
A pesar de que me habré dejado muchas películas en el tintero, creo que hay aquí muestra más que suficiente para hacernos una idea de la evolución y tendencias a lo largo de las tres décadas indicadas. Me parece necesario insistir en que no se han incluido las pertenecientes a la saga de 007 ni aquellas cuyos autores o estrellas principales ya fueron tratados en entregas anteriores (salvo a Willy Bogner, a quién necesariamente he tenido que incorporar de nuevo). Ya expliqué entonces que trataría de solapar dos tipos de ordenación: la cronológica de las películas, con algunos saltos temporales agrupando lotes de películas (aunque fueran posteriores), cuando tratara por primera vez a sus personas clave. Caso de James Bond, Tony Sailer, Warren Miller, Dick Barrymore, etc. Si me hubiera atenido a un orden cronológico estricto, la calidad de esta entrega (la III) hubiera subido bastantes enteros. En cualquier caso, no es la última, habrá una más…
NOTA DE INTERÉS: sería extremadamente difícil, además de excesivo, hacer referencia a todas las películas existentes (muchas de ellas poco o nada conocidas) con temática esquiadora. Para los más interesados en el asunto, recuerdo/recomiendo seguirle la pista a algunas otras sin necesidad de salir de Nevasport:
Blog: Retro Esquí.
En el apartado videos: Un siglo de esquí a través del cine.




