El esquí alpino es un deporte del siglo XX. Me explico: en épocas anteriores prácticamente no existió como tal. Hubo esquí nórdico y, si acaso, en su versión noruega, actividad deportiva y competitiva de características un poco híbridas. La prehistoria e historia del esquí hasta finales del siglo XIX se desarrolló bajo patrones de tipo nórdico. El auténtico esquí alpino nació en los Alpes de la mano de pioneros noruegos. Y se desarrolló allí, y progresivamente en el resto del planeta, a lo largo de todo el siglo XX. Sí, en el siglo XXI sigue en pleno desarrollo, pero este siglo lleva todavía muy poco recorrido, y ya se verá qué pasa con el esquí a lo largo del mismo, pues amenazas no le faltan: energéticas, de masificación insostenible, de cambios climáticos, de caprichos de conciencias políticas e ideológicas, etc.
Durante la primera mitad del siglo XX, el casi recién estrenado esquí alpino hizo suyos varios atributos conceptuales de tipo sociológico o filosófico. Se desarrolló aferrándose a una idea de modernidad. Un concepto que encajaba a la perfección dentro de una novedosa corriente social que crecía y crecía sin freno: el deporte. Entendido como competición, como negocio y, sobre todo, como práctica popular y de masas. En el caso del esquí, como en el del ciclismo popular, el montañismo y el excursionismo, una interpretación del deporte ligada a la aproximación a los entornos naturales y, por supuesto, a las montañas. La velocidad, o al menos la posibilidad de experimentarla con el cuerpo, fue otra característica importante para el auge del esquí. Algo también compartido con otras actividades como los deportes del motor, los cuales se desarrollaron de forma paralela en el tiempo y, en múltiples ocasiones, mucho más cerca y relacionadas entre sí de lo que la gente se piensa.
Y entre estos y algunos otros factores que no estamos comentando ahora, destaca uno muy importante y que tiene bastante que ver con el tema que nos ocupará a lo largo de esta lectura: el de la incorporación inmediata, directa y activa de la mujer al nacimiento y desarrollo del esquí alpino. Las mujeres compartieron la evolución del mismo con los hombres, y formaron parte, desde sus comienzos, de los roles de competidoras, turistas, practicantes, excursionistas, etc. Únicamente podría echárselas de menos como guías, monitoras o militares, porque en todo lo demás estuvieron allí, hay múltiples evidencias de ello. En ese sentido, el esquí alpino ha demostrado ser un buen ejemplo de inclusión participante en lo que se refiere a género y edad. Otro cantar sería ya analizar el factor del poder adquisitivo…
Teniendo en cuenta que la práctica femenina del esquí surgió desde sus inicios, hubo un asunto que, aunque pudiera parecernos menor desde la perspectiva actual, no lo fue en absoluto a finales del siglo XIX y principios del XX. Me refiero al de la ropa para esquiar. Y es que inicialmente, y durante bastante tiempo, las mujeres esquiaban con faldas. Como ejemplo de mujeres innovadoras y algo rompedoras en el asunto del cambio de imagen femenino deberíamos mencionar a una histórica esposa de… En este caso esposa de una celebridad mundial: Nansen. Nansen el esquiador, científico, explorador polar, Premio Nobel, temprano defensor de los refugiados políticos, etc. Pues bien, mientras su marido se ausentaba prolongadas temporadas (de varios años) por Groenlandia o en dirección al Polo Norte, ella (Eva) mantenía el hogar funcionando, practicaba la música, criaba y educaba a sus hijos y… esquiaba. Y para esto último ideó un cambio significativo en su indumentaria.
«Al igual que su marido, Eva fue una esquiadora pionera. En 1892, por Pascua, cruzaron Hardangervidda juntos. Eva fue, probablemente, la primera mujer esquiadora en completar aquella particular ruta. […]. Eva esquiaba desde los 16 años. Nació en 1858 y, por lo tanto, pertenecía a la primera generación de mujeres esquiadoras que rompió sus ligaduras. Ignoró todas las convenciones esquiando durante su adolescencia y en la edad adulta, como vástago de una familia muy conocida. […] fue preparada como cantante de conciertos; una mesosoprano que ejecutó las primeras interpretaciones de algunas obras de su contemporáneo Edvard Grieg. […] Independiente hasta la médula, burló otra regla esquiando en Nordmarka sola, en la oscuridad si era necesario. De consumada técnica, Nansen aseguraba que era una de las mejores esquiadoras de Noruega.
De hecho, se encontraron en las pistas. El amor en la nieve era un nuevo fenómeno. Otro aspecto de la conjunción de sexos que molestaba a los críticos. […].
En algún momento, para su travesía de Hardangervidda en 1892, Eva, audazmente, vistió un “outfit” de esquí revolucionario. Consistía en un par de pantalones sueltos, puestos bajo una especie de jubón, como las prendas de las mujeres laponas, con una corta falda que alcanzaba hasta debajo de la rodilla. […].
En su primera prueba pública de la indumentaria en Nordmarka, escribió a Nansen en febrero de 1892 que uno de sus amigos “quedó enormemente sorprendido con la visión de su inmoral traje de esquiar. Él pensó que era una mártir por una buena causa y cree que en diez años las mujeres tomarán mi ejemplo”»[1].
Su papel como catalizadora de cambios en lo que respecta al esquí no se quedó en la mera práctica ni en la ropa utilizada, al ser una persona popular y reconocible, sirvió de ejemplo para muchas y, además, escribió en la prensa en favor de la práctica del esquí por parte de las mujeres.
Con el tiempo, los pantalones acabaron convirtiéndose en parte del atuendo esquiador de las mujeres, y con el aumento de practicantes (mujeres y hombres) no podía tardar en emerger la moda. Menos aún asociada a algo tan representativo de la modernidad como era el esquí. En la década de los años veinte (S. XX), Chanel ya estaba provocando grandes cambios en la moda femenina, proponiendo diseños cómodos para la vida cotidiana e incluso para las fiestas. Una ropa pensada para la mujer moderna. Ella misma fue la encargada del vestuario de los Ballets Rusos que interpretaron Le Train Bleu en 1924. La obra pretendía representar a aquella parte de la sociedad parisina que viajaba a veranear a la Costa Azul, donde practicaba deportes, un tipo de ocio considerado como moderno. En el espectáculo aparecían bailarines con ropa de tenis, golf y bañadores. Todos ellos diseñados por Coco Chanel.
Réplicas del vestuario confeccionado por Chanel para "Le Train Bleu". Atuendo de golf masculino y de tenis femenino. (Imagen: propia).
Lo mismo, pero ahora bañadores. (Imagen: propia).
Durante la época de los años veinte, París experimentó una gran efervescencia en lo relativo a la moda de ropa y complementos. Fue en torno a aquellos años cuando despegaron algunas de las principales firmas de diseño que aún resuenan como asociadas al lujo, la calidad, el prestigio, la elegancia y el estilo. Chanel no fue un caso aislado, hubo más, algunas de ellas, probablemente, incluso animadas por el éxito de Coco. Entre las firmas más prestigiosas de la época apareció la protagonista de nuestro artículo: Vera Borea.
Descubrí Vera Borea por casualidad, recabando documentación sobre cartelería antigua de esquí. Entre posters y postales, aparecieron unos diseños de figurines dibujados asignados al nombre Vera Borea. Tirando del hilo llegué hasta la histórica firma, aunque encontré serias dificultades para dar con su, o sus, promotoras. Pero al final lo conseguí por una vía inesperada. Y es que el mundo se muestra tan raro, cambiante y diversamente alternativo que aparecen fuentes de información en los espacios más insospechados. No es nada fácil encontrar información personal sobre las fundadoras de Vera Borea (sí sobre la marca) en las páginas virtuales sobre moda, pero la pista de partida me la dio una web nada ostentosa, especializada en aspectos históricos y culturales de lo queer. Y fue allí donde pude encontrar cierta información gracias a la figura de la hija de una de las dos fundadoras de Vera Borea. Así que el relato empieza por el final, por la descendiente directa de una de las dos creadoras.
Maximilienne Baby Boréa, nacida en julio de 1920, era hija de Vera Boréa, Condesa Boréa de Buzzaccarini Regoli. Nada más y nada menos. Se rumoreaba que ella (Maximilienne, es decir, la mencionada hija), Marie Thion de la Chaume y Deverell Denise Rochester, una joven estadounidense que vivía con la joven suiza Mademoiselle d'Andiran, eran todas lesbianas. Mucho apellido rimbombante y evidente clase alta desde el punto de vista económico, social o quizás ambos.
Sobre la madre, la condesa, que es la que aquí interesa, no es fácil encontrar datos biográficos. En los buscadores queda siempre tapada u oculta por culpa de la preponderancia de la firma que fundó. Vera Pecile (1899-1985), esposa del Conde Boréa de Buzzacarini, tras trabajar en alta costura en Roma, abrió una firma en París en 1934, con tienda localizada en la calle Saint-Honoré. Entre otros encuentros profesionales, tuvo uno con la milanesa Elvira Leonardi, conocida como Biki, quien fue su primera socia para la distribución de su colección de ropa interior, deportiva y de baño en Italia. Dentro de un ratito volveremos brevemente sobre Biki. Tras la II Guerra Mundial, Vera trabajó con Suzanne Talbot (estilista de prestigio) para crear una línea de prêt à porter para Vera Borea. La condesa se mantuvo al frente de su firma hasta 1963. La familia de su marido provenía de una larga retahíla de miembros de la nobleza, algunos de ellos vinculados a importantes entidades bancarias, por lo que es de suponer que, entre sus contactos en el mundo de la moda y las posibilidades económicas de su marido, no le debió ser difícil poner en marcha el negocio.
La condesa Boréa, imagen de mujer "moderna", al volante y vestida con prendas de su propia creación. La fotografía parece emular un icono artístico de la época... el siguiente cuadro. (Imagen: pinterest por bloomfield love).
"En 1929, Lempicka pinta una de sus obras más conocidas, Autorretrato en Bugatti verde, para la portada de la revista de moda alemana Die Dame. El cuadro la mostraba al volante de un coche Bugatti con un casco de cuero y guantes y envuelta en una bufanda gris, un retrato de belleza fría, independencia, riqueza e inaccesibilidad. En esta obra, Tamara de Lempicka recuerda la trágica muerte de la bailarina estadounidense Isadora Duncan, que murió estrangulada en 1927, cuando su largo chal se enredó en una de las ruedas posteriores de su Bugatti. Con este cuadro, De Lempicka quería expresar dos cosas: el auge de las industrias mecanizadas y el coche como símbolo de la emancipación de la mujer". (Wikipedia). (Imagen: historia-arte.com).
Esto fue habitual únicamente al principio: la propia condesa Boréa posando con uno de sus modelos, en este caso vestimenta de esquí. (Imagen: parismuseescollections.paris.fr).
La otra fundadora de Vera Borea también era aristócrata, y también por vía matrimonial. Dilkusha de Rohan había sido educada en Roedean y se había casado en Londres, en 1922, con el príncipe Joseph Carlos de Rohan, un aristócrata alemán. Ambos se fueron a vivir a Herkules Haus en Charlottenburg, Berlín. Sin embargo, el matrimonio apenas se consumó, debido a la homosexualidad de De Rohan. En realidad, la homosexualidad de la pareja acabó manifestándose como doble, pues ella encontró a Catherine Devilliers, conocida como Katusha, de quien se enamoró. Katusha era una bailarina de danza que había estado asociada al Ballet Bolshoi. Tras el fallecimiento del príncipe en un accidente automovilístico en 1931, Dilkusha se mudó a París, fue entonces cuando colaboró con Vera Boréa en la creación de la firma. Tiempo después, Dilkusha se acabó mudando a Londres, estableciendo allí otra casa de modas en el número 4 de Savile Row, asociándose con Nancy Mitford. Por lo visto, durante la guerra, la princesa Dilkusha de Rohan estuvo ejerciendo como jefa de la oficina suiza en el Ministerio de Información británico. Allí conoció, entre otros variados personajes, a Guy Burgess.
Retratos de las dos fundadores de Vera Borea. A la izquierda la Condesa Boréa de Buzzaccarino Regoli; a la derecha la Princesa Dilkusha de Rohan. (Imagen: newyorkerestateofmind.com).
Vamos, que la cosa no parece tener desperdicio, y sí confeccionar un interesante entramado de relaciones entre peculiares personajes históricos. De entre ellos, como ejemplo, podemos fijarnos en Katusha (la novia de Dilkusha). Esta mujer atesoraba en ella misma una especie de kit de marginada que tanto reivindica Sara Ahmed en sus alegatos feministas, pues además de mujer, era lesbiana e hija de un actor francés negro y una mujer rusa llamada Vera Popova Vassilieva. Nació en 1891 y murió en 1959. Creció y fue educada en Moscú, graduándose en 1908 en el Bolshoi Imperial. El color de su piel no suponía estigma alguno en Rusia, aunque debía maquillarse de blanco a la hora de interpretar algunos papeles concretos, pero ascendió bien profesionalmente. Llegada la revolución, su marido (sí, también ella probó antes la heterosexualidad institucionalizada) fue fusilado por el Ejército Rojo, y ella escapó del país. Bailó en París y Londres, aunque una única temporada (1920-1921) con los míticos Ballets Rusos de Diaghilev, los mismos que interpretaron Le Train Bleu tres años después, vestidos por Chanel. Entre sus papeles más destacados figuró el de la esposa de Miller en Le Tricorne, obra maestra de Leonide Massine, estrenada un año antes con marcada influencia española a través de la música de Falla y los diseños de Picasso. Más tarde, Devilliers se convirtió en coreógrafa y ejerció como profesora de danza en Berlín, antes de mudarse a Londres, donde permaneció durante tres décadas. En 1936, se casó por segunda vez, aunque en un consciente matrimonio de convenientes apariencias mutuas, pues durante su etapa berlinesa se había emparejado definitivamente con la princesa Dilkusha de Rohan, que fue con quien se mudó a Inglaterra.
Catherine Devillier (en pié) con su pareja, la Princesa Dilkusha de Rohan, en su casa en Sussex (Inglaterra). La pintora y fotógrafa Eileen Agar (1899-1991) tomó imágenes de ellas en 1941, que ahora pertenecen a la Tate Gallery de Londres. (Imagen: tate.org.uk; Fotografía de Eileen Agar).
Catherine Devillier como la mujer del Khan en "El pequeño caballo jorobado". (Imagen: alastairmacauly.com).
Empachados ya de cotilleos rosas, amarillos o multicolores, centrémonos más en la firma Vera Borea. La marca fue fundada en París en 1931, obra de las mencionadas Condesa Boréa de Buzzaccarini Regoli y Princesa de Diskusha de Rohan. Desde sus inicios, la firma se especializó en ropa deportiva para la mujer: esquí, tenis, golf, playa, náutica, deportes de motor, ciclismo y caza, además de vestidos de día, de viaje y de noche, accesorios, zapatos y joyería. Esto es importante destacarlo porque tanto en el ámbito del esquí como en el de los bañadores, la marca fue tremendamente innovadora, convirtiéndose en toda una referencia a nivel mundial, y liderando la evolución en cuanto diseños, tejidos y soluciones que hoy en día denominaríamos técnicos.
Traje de baño (nunca mejor dicho lo de traje) de Vera Borea en 1934. Una auténtica modernidad para la época. (Imagen: wikipedia).
Con la firma ya funcionando, es aquí cuando volvemos a citar a la mencionada Biki (Elvira Leonardi Bouyeure) como ejemplo de alguna de las conocidas colaboradoras puntuales de Vera Borea.
«También conoció a Franco Florio, al sastre Lelong, al fotógrafo Horst y a Isadora Duncan. Pero no fue únicamente por diversión o para promocionarse por lo que decidiera “cuidar de sí misma”. Realmente tuvo que remangarse, y lo hizo a través de la moda y su “chic natural”. Con ocasión de un almuerzo organizado por Virginia Agnalli, conoció a Vera Borea, que tenía un pequeño taller en París, y la propuso que ella y Gina Cicogna se hicieran cargo de sus colecciones de ropa de playa y deportes en Italia. Fue a finales de 1933. La asociación no funcionó, pero Bicchi (lo cambió por Biki cuando empezó a trabajar en el mundo de la moda) y Gina Cicogna decidieron trabajar juntas y diseñar lencería». (fashion.mam-e.it, traducción propia).
Físicamente, Vera Borea inició su andadura en el número 29 de la rue d'Artois. Más adelante, en 1949, abrieron su Vera Borea boutique (sucursal principal) en la anteriormente indicada Rue Saint-Honore. Posteriormente, la casa de moda permaneció abierta en el 376 de la rue Faubourg St Honore hasta 2007. Entre sus atributos más reconocidos podemos señalar los siguientes: utilización de tejidos innovadores, aplicación de cortes novedosos y soberbios, búsqueda ¡y logro! de confort y practicidad por encima de todo, con el estilo como valor añadido. Todo ello en acabados intachables. Como ejemplos de tejidos novedosos propusieron la cordura, el caucho o el cáñamo hilado con seda buscando impermeabilidad. Desarrollaron un tejido transparente, e introdujeron en Francia los tejidos elásticos de fibra bidireccional.
«En general, su diseño prefirió materiales simples pero nobles, como la lana, el lino, el cáñamo y el algodón, a menudo con una superficie texturizada o protuberante. Incluso cuando usaba seda, por lo general era en forma de tejidos pesados, que Borea había hecho en Italia». (Wikipedia En, traducción propia).
«Tomaba prestados, generosamente, detalles de la moda masculina, y usaba regularmente franela de lana, tweed y telas a rayas para sus trajes y prendas de mujer. Incluso los conjuntos de esquí estaban hechos de franela de lana y, a menudo, se mostraban con un pañuelo o una corbata. Otro ejemplo de la mezcla de códigos masculinos y femeninos se podía ver en un extraordinario traje de esquí de terciopelo negro que diseñó Borea en 1933, que parecía un esmoquin y se cerraba con clips metálicos que hacían eco de los de una bota de esquí. La diseñadora revisó el tema con frecuencia, como con la ropa de noche que diseñó en 1945, que lucía una parte superior de esmoquin y una falda amplia como el tutú de una bailarina, décadas antes de que “le Smoking” irrumpiera en la escena de la moda». (Wikipedia En, traducción propia).
Ignoro si su famoso traje negro de esquiar de 1933 es el de esta foto, aunque este sí que es de 1933, y me da la impresión de que es la propia condesa quien lo viste en la imagen. (Imagen: timelineimages.sueddeustche.de).
La marca alcanzó gran éxito en Europa en el momento en el que, probablemente, mayor expansión social haya tenido el deporte como recurso de ocio para la humanidad. No me refiero a que entonces el mercado de bienes de consumo deportivo fuera mayor que ahora, sino a que fue a lo largo del siglo XX cuando, especialmente, dicho mercado germinó y alcanzó su mayoría de edad. Al éxito europeo hay que añadir el norteamericano, en el que desembarcaron de la mano de la multinacional de fibras sintéticas Dupont. La publicidad allí fue claramente dirigida hacia a un sector social de consumidores tipo nuevos ricos, sediento de nobleza europea.
Publicidad de Vera Borea en prensa norteamericana, la alusión a la nobleza europea es evidente, pese a, en mi opinión, lo desafortunado del aspecto de los bustos. (Imagen: newyorkerstateofmind.com).
A medida que fui encontrando diferentes fuentes de información que hacían referencia a la marca, me percaté de que los expertos en historia de la moda la colocan al mismo nivel de prestigio de firmas como Hermès, Lanvin, Chanel y Patou. Y afirman que sus diseños fueron tan copiados como los de Vionnet, Schiaparelli, Lanvin y Patou. Entre las celebridades de la época que fueron clientas de Vera Borea encontramos a la actriz Joan Bennett y, detalle importante para una empresa especializada en prendas deportivas, las tenistas Helen Wills y Suzanne Lenglen.
Tan elegante y bello, como poco práctico, conjunto para jugar al tenis. Por Vera Borea en 1934. (Imagen: wikipedia).
Otro conjunto de tenis. Clara evolución hacia la practicidad para 1948, sin perder un ápice de estilo. Desde mi personal punto de vista, mucho deberían de aprender algunos equipos de diseño actuales... (Imagen: wikipedia).
Composición de modelos de esquiar en una revista de 1933. El interés aquí radica en que el modelo de Vera Borea (blanco a la derecha del todo) comparte estampa con (por orden de izquierda a derecha) Patou, Schiaparelli, Hermés y Marcel Rochas. (Imagen: hprints.com).
Otra imagen "comparativa" de prensa especializada en 1935: Hermés, Vera Borea (en verde) y Schiaparelli. (Imagen: carine en pinterest).
Otro referente mediático de la época que colaboró durante algún tiempo con Vera Borea fue la famosa modelo Lud.
«Nacida en San Petersburgo en 1913 de un vicegobernador de la provincia de Vladimir, Lud escapó con su familia a Crimea después de la revolución bolchevique, de allí a Constantinopla, Grecia y Francia. En el exilio, Lud demostró ser más que una cara bonita. Mientras su madre viuda luchaba por llegar a fin de mes, Lud obtuvo altas calificaciones en un liceo francés y planeó ingresar a la universidad para estudiar filología […].
El destino determinó un rumbo diferente para Lud cuando el famoso fotógrafo Horst la vio repartiendo vestidos en el estudio de Vogue en París. Así, a los dieciocho años, Lud comenzó lo que sería una fabulosa carrera como modelo, primero con la casa de la condesa Vera Borea, luego con Patou y más tarde con Chanel. Se casó con un marqués francés y vivió la deliciosa experiencia de tener a las rivales Elsa Schiaparelli y Coco Chanel compitiendo por sus servicios. En 1937, luciendo un vestido blanco drapeado de Alix y posando como una Medea letalmente hermosa entre columnas estriadas, Lud fue fotografiada por Horst en lo que Vassiliev describe como "una de las imágenes inmortales de la moda del siglo XX"». (Vassiliev.com, traducción propia).
Icónica fotografía de Lud tomada por Horst. "Momentazo" histórico de la alta costura. (Imagen: agnautacouture.files.wordpress).
Tiempo después, allá por los años cincuenta, antes de su declive, que resultó bastante duro, Lud trabajó para Balenciaga.
Vamos a ir cerrando todo este asunto con una reflexión final antes de dar paso a un desfile de modelos. La reflexión es genérica, no se refiere a Vera Borea sino a la combinación integrada del esquí y la moda como efecto catalizador de un feminismo de hecho a lo largo del siglo XX. Tras haber estudiado con cierto detalle la historia del esquí, me atrevo a considerarlo como un deporte realmente feminista. Ya comenté al principio que la práctica ociosa, turística y aventurera del esquí se desarrolló con participación femenina desde sus inicios, y nunca mostró conatos de restringir su disfrute a las mujeres. Porcentajes de práctica aparte, las mujeres se entretuvieron esquiando en las primeras estaciones de esquí desde su nacimiento, se enrolaron en excursiones y clubs, participaron en competiciones y asumieron el formato vacacional invernal del esquí como parte de sus hábitos familiares, de pareja o de grupo de amistades. Son muchas las modalidades deportivas que han tratado bastante peor a las mujeres a lo largo de la historia del deporte (que es breve y reciente). Algunas de ellas se han mostrado muy reacias a la participación y práctica femeninas hasta hace relativamente poco. Unas taxativamente, a través de sus reglamentaciones y organizaciones. Otras no formalmente, pero sí desde un punto de vista de aceptación social general. Resulta triste, injusto y patético observar cómo actualmente, alguna de ellas, después de haber ignorado a las mujeres de forma evidente durante toda su historia deportiva, pretende erigirse en ejemplo de igualdad, aplaudida y coreada por la prensa deportiva, haciendo que los méritos trabajados por otras en el largo plazo queden disipados u ocultos. Un claro ejemplo de oportunismo mediático y de negocio.
Por su lado, la moda, a lo largo del siglo XX (la minifalda, el bikini, etc. no han sido más que pasos sucesivos en esta línea) se fue erigiendo en un instrumento añadido de emancipación de la mujer. Lo hizo apostando por la practicidad, aunque también activando el consumo femenino (y con él, reforzando la motivación hacia una de autonomía económica ya activada por muchos otros factores) y abriendo un amplísimo campo en el que poder irradiar una imagen personal cada vez más desenvuelta, liberada y rompedora de cánones. Que les pregunten a las mujeres musulmanas si la disposición (o no) de los trapos importa…
Ambos fenómenos, el del esquí y el de una visión moderna de la moda femenina germinaron inicial y preferentemente, de forma integrada, en el seno de las clases sociales altas. Y es que, aunque algunas revoluciones sociales, especialmente drásticas y de proceso violento, se inician desde los estratos socioeconómicos más bajos, otras muchas, pequeñas, aparentemente inofensivas, pero de gran poder transformador, lo hacen evolucionando desde la apetencia u ocurrencia de los privilegiados, hacia la masificación total (la utilización del automóvil, el turismo, el uso de ordenadores, la telefonía móvil, las pioneras adquisiciones de libros, etc.). El esquí y la moda hace ya décadas que dejaron de ser opciones para ricos, pijos o gente acomodada. Ambas son fiebres compulsivas extendidas globalmente. No hay más que echar un vistazo a los aparcamientos de las estaciones de esquí de todo el mundo, las colas de los remontes o las ventas de material. En cuanto a la moda (genérica o deportiva) ¿qué decir? Se ha consolidado como uno de los principales generadores legales de riqueza rápida, equiparable a la banca, la energía y la tecnología. Así pues, no parece ocioso haber echado un vistazo a un ejemplo de los inicios de la moda del esquí.
Vamos a finalizar del todo insertando una especie de desfile de modelos o de presentación de colección. Será un monográfico de la firma Vera Borea, y únicamente de propuestas para el esquí. Conviene advertir que se trata de un muestrario recuperado y, que quede claro, incompleto, pobre y cronológicamente desordenado. Lo disfrutaremos por medio de imágenes brevemente comentadas.
DESFILE DE MODELOS:
Aparentemente de 1929 (¿previo a la creación de la marca?). Conjunto con reminiscencias de lo antiguo (el uso de falda), pero resuelto con “leggins”, muy ceñido y con unas hombreras que aproximan una imagen deportiva ligeramente unisex. Complementos en rojo para favorecer el contraste. (Imagen: zvad.com).
1933, mujer moderna, pues esquía y fuma (esto último una "estupenda" conquista de liberación), bombachos y cazadora ligera aparentemente impermeable. (Imagen: Wikipedia).
1934. Trajes de esquiar calificados como impermeables por el tratamiento de sus tejidos. Marcada aproximación unisex de los atuendos y las poses. A la izquierda con pantalón largo, cinturón ceñido, manoplas y corte ligeramente militar. A la derecha, claro guiñó al negro, pantalón con vuelo bajo, cinturón ceñido y apariencia desenvuelta y fumadora del figurín. (Imagen: Wikipedia).
1934. Pantalones de estilo habitual en sus propuestas de esa década, pero combinados con cazadora ajustada, corta y atrevidamente estampada, complementada con medias ¿o calentadores?. (Imagen: Wikipedia).
1934. Conjunto en blanco (ignoro si de una pieza o dos) con pantalones tipo bombacho y cinturón. La manga corta no era algo extraño en la época. Como ahora, la gente prefería días de buen tiempo y, a diferencia de la actualidad, no le hacía ascos a la nieve primavera. (Imagen: Wikipedia).
1935. Imagen coral de "weekend" de esquí. Propuestas para mujeres y hombres sin apenas diferencias entre géneros (salvo las corbatas de ellos). Amplios pantalones de franela (opción que tuvo una larga vida en la moda del esquí) y varias cazadoras cortas. (Imagen: Wikimedia).
1937. Pantalón largo y ancho, aunque ceñido en las caderas. Combinado con jersey rojo metido por dentro de la cintura (otra tendencia que duraría una o dos décadas en mujeres y hombres). Detalle de buff y ¡gafas de sol!. (Imagen: cdn.shopify.com).
1937. Pantalón similar al anterior, ahora combinado con una americana gruesa de cuadros y, aparentemente, jersey de cuello alto. La aproximación a un estilo femenino-masculino integrado se mantiene vigente. (Imagen: picryl.com).
1937. Atuendo estilo traje sastre, en el que la parte superior se empieza a aproximar al concepto de tres-cuartos y regresa el cinturón para ceñir la figura. Blanco o claro general, salpicado de detalles amarillos en complementos y cuello. Importante detalle: la figurinista sugiere combinar el amarillo también a través del material (correas de los bastones). Toda una premonición. (Imagen: Wikipedia).
1938. Pantalón holgado pero ajustado arriba y abajo (de nuevo metido dentro de las botas, algo que perduraría hasta finales de los años sesenta). Chaqueta tipo sastre en atrevido y llamativo naranja, elegantemente rematada con un pañuelo de cuello estilo ¿barón o baronesa?. (Imagen: abbooks.com).
1939. Figurines de transición. A la izquierda estilo previo de bombachos, aunque actualizados mediante un tres-cuartos, las otras dos con conjuntos muy ceñidos en tobillos y cintura, hombreras evidentes y aspecto andrógino. El blanco es de Vera Borea y el oscuro de Hermés… ¿Deberían las casas de moda ser investigadas en relación a las leyes antimonopolio que prohíben que las empresas se pongan de acuerdo entre ellas en asuntos de oferta?. Las gafas de sol vuelven a aparecer. (Imagen: Wikipedia).
No nos pensemos que los modelos dibujados no se llevaban a la realidad. Aunque en este caso pertenece a Hermés, el atuendo de la mujer de esta imagen se corresponde exactamente al del figurín de la imagen anterior. (Imagen: alittlebitofrest.com).
1940. La tendencia anterior pero plasmada en realidad fotográfica. Ese concepto de pantalón duraría mucho más que el de la chaqueta, y se mantuvo tanto para mujeres como para hombres. (Imagen: hprints.com).
1949. Parka cortavientos. Necesaria para incrementar el número de días de esquí si se estaba dispuesta a tolerar adversidades climáticas. Aparece la capucha, seguro que la pieza era impermeable y, probablemente, no se abriría del todo. (Imagen: Wikipedia).
1949. Probable variedad cromática. Conjuntos más ligeros y ceñidos, pensados como un todo uno, no para combinar con otras piezas. Con o sin capucha, pero de aspecto práctico. (Imagen: Wikipedia).
Me despido con una anécdota familiar. Mis tías por parte de madre fueron mujeres muy hacendosas, con gran dominio de la confección de ropa. Dos de ellas estuvieron surtiéndonos de jerséis y gorros de lana para esquiar durante años. Tenían una máquina de tricotar porque trabajaban encargos. Pero lo que viene al caso es que una de ellas, no sé exactamente quién, confeccionó dos conjuntos de esquí idénticos (pero de diferentes tallas) para dos primas mías cuando eran pequeñas y empezaron también a esquiar. Se los hizo con tejido elástico y bastante resistente al agua, similar a los planteados por Vera Borea y nutridos con fibras Dupont y de otros fabricantes. También fue ese el caso del primer atuendo femenino de esquí utilizado en una película de James Bond. Concretamente el que vestía Diana Rigg en Al servicio secreto de su majestad, en 1969. Tanto la propuesta de la coprotagonista de 007 como la de mis primas, tenían mucho que ver con los modelos sugeridos por Vera Borea desde mediados de los años cuarenta en adelante. Lo que más rabia me da es no saber de dónde sacó mi tía la inspiración para el diseño de los trajes de mis primas…
Diana Rigg vestida de esquí para "007 al servicio secreto de su Majestad" en 1969. No es un diseño de Vera Borea, pero sí que sigue la tendencia previamente sugerida por la marca. (Imagen: pintertest por Fabien Gerard).
Mi prima Montserrat con el atuendo diseñado y confeccionado por mi tía. Lamentablemente nos perdemos muchos detalles de la prenda de dos piezas, por la mala calidad de la única foto que he conseguido encontrar al respecto, pero el resultado fue meritorio y todo un alarde de modernidad y elegancia para la época. (Imagen propia).
[1] HUNTFORD, Roland: “Two planks and a passion”. Continuumbooks. Londres, 2008.