Una nueva temporada llega a su fin. Y desde luego, solo la voy a recordar porque pasé por boxes y me quedé sin aprovecharla, puesto que llevo en el dique seco desde diciembre.
Pero incluso con estas circunstancias, el fin de semana pasado pasé a vaciar la taquilla y me entró esa sensación de despedida que solo el que sabe, sabe. Y claro, en condiciones normales nos quedaría un último fin de semana de esquí en Masella y, siguiendo la tradición de los últimos años, el domingo hacer la bajada de despedida en bañador.
Este año no podré ponerme los esquís para hacer la bajada. Es una tradición que empezó como un juego y, poco a poco, ha ido cogiendo peso, con cada vez más participantes. Es posible que pienses que es una tontería, que no vale la pena. Pues bien, creo que todos los que la han hecho alguna vez han coincidido en que no hay mejor broche para cerrar la temporada, es un cierre en toda regla, una manera de oficializar que se acaba. Y si en condiciones normales te irías con cierta tristeza, tras esta pequeña "fiesta", uno se despide hasta dentro de unos meses con alegría.
Por ello, y más este año que parece que la fiesta será mayor, yo no faltaría a la cita:
