Cuando uno mira el esquí, podríamos decir que practicamos uno de los deportes en los que las diferencias de género son menores. Al menos, si miramos el esquí de competición. Es una gran cosa ser mujer y dedicarse al esquí de competición.
Esta igualdad se remonta a muchos años atrás, pues tanto en su debut olímpico en 1936 como en el de la Copa del Mundo en 1967, siempre ha habido igualdad de pruebas para hombres y mujeres. Y ya os digo que esto, en esa época, era una rareza.
Luego está el tema de los premios. Hoy en día, lo que cobra un esquiador en cada prueba es equivalente en términos de género. Y últimamente, han sido esquiadoras las que se han llevado más protagonismo a nivel de ingresos publicitarios. Pensemos en Lindsey Vonn o Mikaela Shiffrin, dos super estrellas que no tienen equivalente en el circuito masculino. Únicamente el tenis se encuentra en una situación similar.
Y yendo más abajo, a nivel de clubs, se ven tantos chicos como chicas entrenando. Y esto es lo que hace que el equilibrio se mantenga. Una buena noticia.
Quizás uno de los principales motivos se encuentra en la zona en la que se practica y se capta interés, que son los países más desarrollados del mundo en estos temas.
A nivel de competidores, por tanto, estamos ante un deporte que puede sacar pecho.
La asignatura pendiente
Pero no es todo tan maravilloso. Cuando salimos de los corredores, la cosa cambia bastante. No son pocas las federaciones que tienen a hombres como responsables del esquí femenino, por poner un ejemplo.
Y cuando ponemos el ojo en los entrenadores, pasa algo parecido. No hay casi entrenadoras de nivel top, por lo que en todos los equipos femeninos del mundo, el entrenador suele ser un hombre. Tenemos otro ejemplo en casa, con un equipo formado solo por mujeres, el FAST, cuyo entrenador es Xavi Salarich. Vamos, que se cuentan con los dedos de una mano las mujeres que lideran un equipo femenino.
Aquí podríamos empezar a ver que los motivos pueden ser muchos, y fundamentalmente el estilo de vida que se lleva para entrenar a un equipo de competición de esquí. Pero resulta obvio que en un mundo en el que no hay mujeres, aparece una barrera invisible que hace que ellas no quieran entrar. Ha pasado anteriormente con muchas otras carreras, como ingeniería, que una vez se ha roto la barrera, ya hay muchísimas chicas que quieren cursarla.
Pero está claro que si todos los deportes fueran como el esquí de competición, otro gallo cantaría, así que, una vez más, podemos afirmar que el esquí es el mejor deporte del mundo. Y no solo por lo bien que lo pasamos practicándolo.