Acabada la Semana Santa, llega el triste momento de que las estaciones vayan echando el cerrojo. Es un proceso gradual pero que no suele alargarse más de dos semanas. Todas tienen fecha de cierre menos una, Masella (Sierra Nevada nos pilla muy lejos y no la cuento), que resistirá como los galos el envite del sol primaveral. Y ver que a todos se les acaba la temporada pero que en la tuya se alarga un poco más proporciona una satisfacción poco descriptible.
Sabemos que sólo esquiaremos un rato cada día, pero esas bajadas solitarias por la Tosa a primera hora de la mañana durante el mes de abril valen su peso en oro y hacen buena la dicha de "el que ríe último, ríe mejor". Porque son estos detalles los que hacen que el cliente fiel, el del forfait de temporada, saque pecho y renueve su confianza año tras año en una estación que sabe que lo va a dar todo para que se pueda esquiar el máximo número de días posible.

Los días finales hay muy poca gente pero los clásicos no fallamos y se suele apuntar algún foráneo con ganas de seguir esquiando
Lo fácil y rentable sería cerrar como las demás, pero no, ellos son distintos y saben que somos muchos los que valoramos que en plena canícula, cuando nuestro entorno nos mira con asombro cuando cargamos el portaesquís y se pregunta cómo seguimos esquiando, podamos continuar disfrutando de esas bajadas hasta que la nieve dice basta y toca bajar a saborear los días primaverales de la Cerdanya, que es otro de los incentivos de subir a esquiar en esta época.
Que así sea por mucho tiempo. Ahora sólo toca cruzar los dedos para que el tiempo acompañe mínimamente y el chicle se estire al máximo.
Buen esquí primaveral a todos.