En el fascinante mundo de la gastronomía es habitual encontrar platos que combinan los sabores y las texturas del mar y la montaña. Una gran experta en dicha cocina es Carme Ruscalleda, especialista en pescados y mariscos y gran amante del Mediterráneo, el mar que baña su San Pol natal. Fue precisamente Carme quien, durante el transcurso de una de las muchas colaboraciones que realizó hace ya unos cuantos años en nuestros programas en la radio, nos recordó la importancia de saber combinar productos, potenciando la magia del mar Mediterráneo y de los Alpes y los Pirineos en un mismo plato. En esta ocasión, no solo vamos a combinar platos, sino también calzado y camisa, pues pasaremos de 0 a 2.000m, viajando desde la fina arena y las ostras de Sète a la nieve y la roca, las vacas, las aves y los corderos de los Alpes marítimos.
Sète, una joya entre dos aguas
Tomaremos como punto de partida la bucólica población de Sète, junto a la laguna de Thau, un enclave geográfico de gran valor ecológico situado entre Perpignan y Montpellier. Si no queremos conducir, desde España podemos llegar hasta Perpignan, Montpellier, Nimes y Marsella en tren de alta velocidad. Una buena red de transporte regional y local nos ayudará a desplazarnos por toda la costa del sur de Francia, llegando hasta el interior cómodamente. Sète es una población de postal, rodeada de agua, con canales que atraviesan la ciudad, las impresionantes panorámicas del Mont Saint Clair que, alcanzan hasta los Pirineos, un puerto pesquero en el centro de la ciudad y 12 km de playas de arena fina.
Sin duda alguna, Sète posee todos los ingredientes para un descubrimiento típico y sorprendente. También es interesante visitar la Capilla Notre Dame de la Salette, construida en 1861, con unos magníficos frescos en su interior. Recomiendo subir hasta el mirador del Mont Saint Clair, situado a 183m por encima de la población, desde donde se divisa un panorama excepcional sobre el mar y la ciudad cuadriculada por los canales, construida alrededor de sus puertos.
Desde el año 2010, Sète es internacionalmente conocida el festival bienal “Escale à Sète”, realizando un sentido homenaje al mundo marítimo durante la Semana Santa en el corazón del puerto de Sète. Durante el festival podremos disfrutar de desfiles, conciertos, recreaciones de batallas navales, la ceremonia de Pascua y "La Course à la Bigue" o Capelet. El festival, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, recibe la visita de unos 120 veleros, incluyendo los más grandes del mundo, convirtiéndose en un evento espectacular ideal para disfrutar en familia.
A nivel gastronómico, recomiendo descubrir la cocina de La Coquerie, La Marine Restaurant, Les Halles et manger y Chez François. Ya sea durante el festival en Semana Santa o durante todo el año, no podemos partir sin probar las ostras de la región acompañadas por una copa de vino Picpoul de Pinet, un festival gastronómico que sin lugar a dudas, deleitará nuestro paladar de un modo único. Las ostras de la región se desarrollan en unas condiciones ideales en un biotopo único. Las lagunas de Thau y Leucate acogen el 10% de la producción nacional francesa.
Montpellier, pasado, presente y futuro
De Sète subiremos hasta Montpellier, una ciudad dinámica, moderna, que combina a la perfección pasado y presente, mirando hacia el futuro con orgullo. El centro histórico (l´Écusson) posee edificios emblemáticos, con un ambiente en las calles y las terrazas envidiable, destacando la Place de la Comédie, uno de los puntos más transitados y célebres de la ciudad. En el centro de la plaza encontramos la escultura de Las tres Gracias de Étienne d’Antoine. Otro punto de especial interés es la Esplanade Charles de Gaulle, donde podemos pasear y tomar un buen café mientras escuchamos música y la Porte du Peyrou, situada en el extremo este del Jardín de Peyrou junto a la antigua muralla de la ciudad.
En dicha puerta encontramos el arco del triunfo construido en 1693, dedicado posteriormente a Luis XIV. Otro de los grandes alicientes de Montepellier es el nuevo tranvía, que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad. En Montpellier también podemos visitar la Catedral de Saint Pierre, el jardín botánico, el museo Fabre y el castillo de Flaugergues. A la hora de comer, me encantan especialmente el Balthazar Café Restaurant y el Les t´OCques, donde las combinaciones de sabores son espectaculares.
Bouches du Rhone
Aunque podemos desviarnos hacia el interior para visitar Nimes y Avignon, nuestra ruta sigue costeando hacia el este, pasando por Aigues Mortes, el Etang de Vaccarès y sin llegar a Arles sigue el margen derecho del Ródano (Rhone) hasta Fos, Martigues y Marsella.
Marsella, la rebeldía que marca una evolución constante
Seguiremos subiendo hacia el noreste, dando un giro hacia Marsella. La tercera ciudad más grande de Francia ha dejado atrás una parte de su rebeldía para convertirse en uno de los centros culturales y artísticos más interesantes del sur de Europa. Marsella posee una belleza y una historia fascinantes. Fundada hace unos 2.600 años, la huella de la antigua Grecia todavía se deja notar, ofreciendo al visitante una fusión perfecta de arte, gastronomía y entretenimiento, con idílicas calas protegidas por imponentes acantilados y un clima muy agradable.
El pescado y el marisco fresco, proveniente de los barcos que salen cada día a faenar, es excelente. Si subimos por la rampa medieval des Accoules descubriremos la Place de Lenche, la Place des Treize Cantons (con la chocolatería del Panier) los museos de la impresionante Vieille Charité, la Place des Moulins o La Grande Savonnerie, donde podemos comprar el auténtico jabón de Marsella (existen muchas imitaciones).
Por la tarde podemos dar un paseo por el Boulevard Longchamp que se caracteriza por sus lujosos edificios del siglo XIX, hasta llegar al impresionante palacio Longchamp. Si hablamos de mar y montaña, no podemos pasar por alto la visita obligada a la Basílica de Notre Dame de la Garde, construida en una preciosa colina a 157m de altitud por encima de Marsella. El campanario de Notre Dame de la Garde alcanza una altura de 41 metros. La estatua dorada de María que domina la basílica mide 11,20 metros de largo y pesa casi 9.796 kg. Fue fabricada por la empresa Christofle y necesita ser dorada con 500 gramos de oro cada cuarto de siglo.
El puerto viejo, con el Fuerte Saint Jean en la entrada, actualmente se utiliza como puerto deportivo, siendo uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad gracias a la conservación de los antiguos talleres y el Faro de Santa María, además de su precioso Ayuntamiento (Mairie de Marseille). Igual de recomendable es la visita a la Catedral de la Major, construida en la segunda mitad del siglo XIX y que evoca al Oriente por su estilo románico-bizantino.
Son varios los restaurantes que nos han seducido en Marsella a lo largo de los últimos años, destacando Le Panier Marseillais, Chez Fonfon, el Restauant Michel, el Café Bovo y el Grand Bard des Goudes, donde podremos disfrutar de una excelente bouillabaisse, un clásico de la Costa Azul que nunca decepciona. Si disponemos de tiempo suficente y viajamos en modo slow, recomiendo descubrir el Parc National des Calanques, donde podemos visitar las Calanques de Port-Miou y Port-Pin que son las más cercanas a Cassis, un pequeño pueblo provenzal precioso, rodeado de pequeños desfiladeros (calanques) naturales, donde la roca es la gran protagonista, que antaño fueron refugio de contrabandistas y bandoleros.
El glamour de la Costa Azul
Dejaremos atrás Marsella y seguiremos avanzando hacia el este, siguiendo la maravillosa Costa Azul. Descubriremos poblaciones tan míticas y cinematográficas como son Toulon, St. Tropez, St. Raphaël, Cannes (con su festival de cine mundialmente conocido), Antibes y Niza, una de las ciudades con mayor solera de toda Francia. En el puerto de Toulon recomiendo visitar el impresionante Musée National de la Marine, contando con un sendero que recorre parte de la costa y las playas. Muy recomendable la subida en teleférico hasta la cumbre del Mont Faron (583m), desde donde se divisa una panorámica espectacular de Toulon, su importante puerto y una parte de la Costa Azul.
Niza y los Alpes marítimos
Niza es una ciudad preciosa, llena de vida, color y aromas, cuyo casco antiguo es una verdadera maravilla. Dar un buen paseo por la Promenade des Anglais, con el mar a nuestra derecha, nos recordará el pasado histórico de Niza, siendo una de las primeras ciudades de Francia en recibir turistas, principalmente ingleses. Si damos un paseo por el centro de la ciudad, antes de visitar el Palacio Lascaris, el Museo Matisse o la Catedral de San Nicolás, recomiendo degustar el chocolate de Maison Auer que abrió en 1820, la socca del Chez Pipo y los helados del Azzurro o del Fenocchio.
Subir hasta la Colina del Castillo nos regalará unas vistas preciosas sobre una buena parte de Niza con los tejados anaranjados de la ciudad vieja, el Puerto Lympia y la Promenade des Anglais. También podemos descubrir el mercado de las flores, los viñedos que rodean Niza cómodamente en BTT o acercarnos hasta Mónaco, ya sea en coche, en tren o en helicóptero.
La cercanía de la alta montaña se deja notar, pues son varios los restaurantes donde encontraremos carnes y platos de interior excelentes. Recomiendo descubrir la cocina de l´Antica, l´Epicerie Georges, La Route Du Miam y muy especialmente el restaurante Jan, cuyo chef Jan Hendrik realiza auténticas maravillas. Es un jóven sudafricano que ha sido chef en yates de lujo y reportero gráfico, todo un personaje cuyo arte debemos descubrir. Otra joya de Niza es La Rotonde (dentro del mítico hotel Negresco), un restaurante que ha entrado de lleno en la modernidad (lo descubrí en 1997) siendo totalmente renovado a nivel de diseño y decoración, con una nueva carta espectacular diseñada por la chef Virginie Basselot (ambos poseen una estrella Michelin).
Mar y montaña in full effect
A partir de este punto nuestra ruta se adentra en el interior, dando un giro hacia el norte. Subiremos progresivamente hacia la alta montaña, dejando atrás el olor a sal para adentrarnos en los Alpes Marítimos. Descubriremos poblaciones tan entrañables como pueden ser Sant Salvaur de Tinèa o Sorbière y al llegar a Isola, nos desviaremos hacia el noreste, subiendo por una carretera trepidante hasta la estación de esquí de Isola 2000, considerada como la primera gran estación de los Alpes franceses llegando desde el sur. Es una estación preciosa, con una cota máxima situada a más de 2.600m.
Los amantes del ciclismo recordarán con pasión la victoria de Tony Rominger a rueda de Miguel Indurain en un final de etapa del Tour de France histórico que tuvo lugar en Isola 2000 en 1993. Situada a tan solo una hora y media de la Costa Azul, la estación de Isola 2000, es uno de los grandes miradores de los Alpes del sur, entre el Parque Nacional Mercantour en Francia y el Parque Natural Alpi Marittime italiano. Durante casi todo el año, el telecabina de Mercantour nos ayudará a subir cómodamente hasta elos 2.300m, disfrutando de una panorámica alpina de primer nivel. Punto de partida de innumerables excursiones, Isola 2000 ofrece al visitante todo un abanico de actividades de montaña, siendo un destino muy recomendable para familias con niños.
Muy cerca de Isola 2000 y del valle de Haute Tinée encontramos puertos de montaña realmente impresionantes (Alpes Marítimos y Alpes de Alta Provenza), llegando hasta la cima de la Bonette, la carretera más alta de toda Francia.
El parque nacional de Mercantour
Creado en 1979, el parque se extiende sobre 28 municipios (más de 2.000 km²). Todo territorio protegido alberga un espacio de armonía entre la conservación, el descubrimiento, el desarrollo local y el respeto por las antiguas tradiciones regionales. El valle del Tinée se extiende a lo largo de unos 80 kilómetros, desde su confluencia con el Var (La Mescla), hasta las fuentes del Tinée al pie del mítico Col de la Bonette. Los amantes de la naturaleza y el senderismo disfrutaran descubriendo senderos del Parque Nacional de Mercantour, donde habitan cabras montesas, rebecos, muflones, ciervos, corzos y jabalíes. Si tenemos surte podremos ver varias especies protegidas como son el urogallo negro, la perdiz nival, el cascanueces, y grandes rapaces como el águila real y el quebrantahuesos.
El Parque Nacional de Mercantour posee una flora única en Europa, con más de 2000 especies de plantas de las 4200 conocidas en Francia. Entre ellas, 220 se consideran únicas. El alerce, árbol de la luz, simboliza la belleza y el poder de la naturaleza en el Parque. Al otro lado de la frontera han creado el Parco Naturale Alpi Marittime, alrededor del macizo de Argentera, cuya cumbre más alta se eleva a 3.290 m. Los dos parques forman un impresionante espacio protegido transfronterizo que en 1993 obtuvo el diploma del Consejo de Europa por la ejemplaridad de su gestión. A partir de este punto, quienes deseen continuar descubriendo la magia y la hospitalidad de los Alpes franceses, pueden seguir subiendo hacia el norte, a través de la preciosa carretera del Col de Restefond y el Cime de la Bonette, el punto más alto de Francia (carretera asfaltada).
