El director Randal Kleiser saltó a la fama como director en 1978 con un filme que se convertiría en mítico: Grease, una película musical que reventó las taquillas de medio mundo. En 1980 Kleiser volvería a sorprender a la crítica y al público con una historia de supervivencia (excesivamente edulcorada), titulada El Lago Azul (The Blue Lagoon), rodada en espectaculares escenarios naturales. Tras unos años donde la creatividad de antaño brilló por su ausencia, Randal Kleiser volvería a triunfar en 1991 con esta excelente película familiar basada en la novela de Jack London “White Fang” (“Colmillo Blanco”). Su éxito en la taquilla a nivel mundial dio pié a que, tres años más tarde, se rodara una secuela.
Si, no podemos negar que se han rodado muchas versiones sobre la historia escrita por London, la última con Harrison Ford de protagonista, pero en esta ocasión, ya sea por la magia noventera, porque está la Disney detrás o porque la EGB nos marcó a muchos a nivel sentimental, el filme de Kleiser me llegó de un modo especial. Recuerdo con mucho cariño que el estreno coincidió con las primeras esquiadas con el Club de Esquí de los Maristas, en Barcelona, eran tiempos en los que la montaña y la nieve se estaban convirtiendo en una de mis grandes pasiones, junto al cine, y puede que por dicho motivo la película me marcara de un modo especial.
Rodada íntegramente en Alaska, la montaña, el frio y la nieve se convertirían en los protagonistas de una aventura entrañable, que contó con la participación de uno de los grandes nombres de la escena alemana, Klaus Maria Brandahuer y con Ethan Hawke, un joven valor en alza salido de las clases de Robin Williams en El Club de los Poetas Muertos (Dead Poets Society, 1989). ¿Recordais a Ethan Hawke subido encima del pupitre gritando - ¡Oh capitán, mi capitán!, pues eso. Hawke acabaría casándose con Uma Thurman…para que luego digan que la magia no existe.
El joven actor aportó una simpatía y humildad que concectan con el espectador, haciéndose suyo el personaje de Jack Conroy, aportándole de paso una fuerza y una expresividad impropias de un muchacho de su edad. Como no podía ser de otra forma, Klaus Aria Brandahuer demostró una vez más sus tablas a la hora de interpretar al rudo Alex Larson. Tras verle en Nunca digas nunca jamás, Memorias de África y La Casa Rusia…volví a constatar que Brandauer es un actor sensacional.
El argumento del filme es de sobras conocido, pero no por ello deja de ser interesante. La acción nos sitúa a finales del siglo XIX, en plena fiebre del oro. El joven Jack Conroy llega a Alaska dispuesto a reclamar la herencia de su difunto padre. Dos amigos de su padre le ayudarán a sobrevivir en el ambiente hostil de Alaska, de los cuales uno morirá víctima de los lobos. Rodeado por la nieve, las cumbres escarpadas y un entorno donde la violencia y la codicia son el pan nuestro de cada día, Conroy entablará con el tiempo una estrecha y profunda relación de amistas y respeto con Colmillo Blanco, un cruce de lobo y perro que ha perdido a su madre y que anda como huérfano siendo capturado por hombres malvados que lo utilizarán en peleas ilegales de perros.
Cuando un día Colmillo Blanco casi muere en una pelea, Jack intervendrá llevándoselo consigo. Con la ayuda de su amigo, Jack se convertirá en buscador de oro en el terreno de su padre, encontrando un buen día oro puro de mucho valor que los convierte en ricos. Pero no todo es alegría y como era de esperar, una peligrosa banda involucrada en las peleas de perros, intentará robarles el oro con la intención de vengarse por haberles quitado a Colmillo Blanco. Los villanos no cuentan con el valor y la astucia de Jack y su buen amigo, que unidos a Colmillo Blanco lograrán salir vencedores. Una vez extraído todo el oro, lo convertirán en mucho dinero y, mientras que su amigo se va con su mujer a San Francisco para iniciar una nueva vida con su parte el resto de sus días, Jack decide quedarse con Colmillo Blanco en Alaska.
El filme destaca el amor y el respeto que podemos llegar a sentir por un perro, no solo como animal de compañía sino como socio o como parte integrante del equipo de un buscador de oro, queda reflejado en esta agradable aventura para toda la familia, transmitiendo a los más pequeños ciertos valores imprescindibles para convivir en sociedad como son el respeto, la amistad y el coraje, sin olvidar el respeto por la naturaleza y los animales. Ethan Hawke volvería a pisar la nieve un año más tarde en la irregular ¡Viven! (Alive!, 1992), donde interpreta a uno de los accidentados en la tragedia de los Andes (J.A Bayona prepara una nueva versión sobre el tema que en parte se rodará en Sierra Nevada (Granada).
La banda sonora de Colmillo Blanco corre a cargo de Basil Poledouris, uno de los mejores compositores de los últimos 30 años, que nos dejó prematuramente en 2006 por culpa de un cáncer. Suyas son las magníficas composiciones para Conan el bárbaro, La Caza del Octubre Rojo, Los Señores del Acero o Robocop…entre otras muchas.
Como detalle curioso, me gustaría añadir que tuve el placer de conocer personalmente al gran Seymour Cassel durante el rodaje de un filme muy cerca de Barcelona. Era el padre de otro grande, Vincent Cassel. Con el bueno de Seymour siempre se aprendía algo nuevo, formando parte de esa gran familia de actores franceses que llenaban la pantalla con su presencia, sorprendiéndote tan solo una mirada. ¿Otro detalle curioso?, el perro protagonista se llamaba Jed en la vida real, y tenía mucha experiencia en cine, pues había rodado en 1982 La Cosa, de John Carpenter, interpretando al perro/alien…
COLMILLO BLANCO (White Fang)
Duración: 107 minutos País: Estados Unidos Año: 1991 Director: Randal Kleiser Reparto: Klaus Maria Brandauer (Alex Larson), Ethan Hawke (Jack Conroy), Seymour Cassel (Skunker), Susan Hogan (Belinda Casey), James Remar (Beauty Smith), Bill Moseley (Luke), Clint Youngreen (Tinker), Aaron Hotch (Pequeño Beaver), Pius Savage (Grey Beaver), Suzanne Kent (Heather) Música: Basil Poledouris
