Los esquís de Mike

Los esquís de Mike
No te imaginas lo que puede pasar cuando te roban los esquís.

Jack entró en el restaurante. Era el típico de un pueblo de esquí de las Rocosas… podía ser cualquier otro de los de la calle principal, pero el escogió ese. Hacía más de veinte años que no pisaba el pueblo. Habían sido años de demasiadas aventuras y bastantes a la sombra. Ahora ya había cambiado y quería empezar una nueva vida.

Las paredes del bar estaban atiborradas de fotos de esquiadores de competición salidos de esas montañas y varias eran del mismo corredor. Las estanterías estaban al límite de trofeos y medallas y colgados en las paredes, varios pares de esquís míticos de competición de finales de los setenta y principios de los ochenta. Pero los que más le llamaron la atención fueron un par de Equipe Suisse F2. Estaban en un lugar privilegiado, encima de la barra del bar y muy poco usados, con unas fijaciones Salomon 555 doradas.

Se quedó un buen rato mirándolos embobado, pidió una cerveza, se sentó en la barra y siguió mirando los esquís de tanto en cuanto, como pensativo… recordando…

Mike, el dueño del bar, se dio cuenta enseguida de la atención que el forastero le prestaba a los esquís. A sus cuarenta y largos años detrás de la barra había aprendido a observar a la gente. El muchacho le recordaba vagamente a alguien. No sabía bien a quién, pero cuanto más lo miraba, más familiar le parecía.

Jack pidió otra cerveza. Mike se la sirvió tranquilamente:

–Veo que te interesan estos esquís– le dijo señalando los F2.

–Me han traído recuerdos lejanos– dijo él.

– ¿Quieres que te cuente cómo llegaron aquí?

–Sí, ¿por qué no? Tengo todo el tiempo del mundo.

–Pues verás –dijo Mike mirando a Jack fijamente– Corría el invierno de 1981 y había muchísima nieve. No te acordarás si eres forastero pero también debías ser muy joven…

«El pueblo estaba en ebullición. Ese mes de diciembre teníamos los campeonatos estatales y muchos de nosotros nos jugábamos el pase a los campeonatos nacionales ese fin de semana. Para las clasificatorias del sábado y domingo tuve que usar mi par B, pues el par A, con el que pensaba esquiar, me desapareció el martes en la meta de los entrenos. Alguien los robó y no solo los míos… también desaparecieron los de Kidd y los de Miller.

Éramos aún bastante amateurs y yo ya trabajaba en el bar ayudando a mi padre cuando tenía un rato. El jueves antes de las clasificatorias, estaba ayudando aquí en el bar a la hora de la comida. Había mucho ajetreo y  teníamos las mesas a tope. Como muchas otras veces, pasó por la calle el grupo de chicos camorristas que tiraba bolas de nieve al cristal del comedor para asustar a los clientes que estaban comiendo tranquilamente. Cuando estallaron las primeras bolas, como estaba al lado de la puerta de salida, salí corriendo detrás de ellos. Me llevaban unos metros pero creía que a pesar de la nieve en la calle podría pillarlos. Cuando el último de los chicos giró la esquina vi cómo se le caía algo del bolsillo del anorak. Era su cartera. La recogí de la nieve y me la guardé en el bolsillo. El chico, de unos trece o catorce años, había parado y  se quedó mirándome, retador, en la distancia. Yo le aguanté la mirada. Me hizo una peineta y siguió corriendo. En ese momento podría haberlo denunciado pero no hice nada. No era más que un mocoso y me volví al bar a ayudar.

El sábado y el domingo todo fue bien. Había logrado clasificarme para los Nacionales en slalom gigante. Mi par B funcionó a la perfección y no noté diferencia alguna con el par A, el que había sido robado.

No había pensado mucho en el incidente de las bolas de nieve hasta entonces, pero los siguientes días tampoco hice nada por devolver la cartera. La llevaba en el bolsillo del anorak.

El día de navidad por la mañana estuve merodeando por el pueblo sin mucho que hacer hasta la hora de comer. El bar estaba cerrado y la comida de navidad la teníamos en casa. La cartera del chico seguía en mi bolsillo. Pensé que un poco de ejercicio antes de la comida no vendría mal, por lo que iría a devolverla.  Miré dentro y había una carta de identidad y una dirección a las afueras del pueblo, en la zona al lado de las fábricas. El chico debía vivir ahí.  Con la cartera de nuevo en el bolsillo me puse a caminar. Sería un tranquilo paseo y me daba tiempo a volver a casa a comer.

Después de perderme un par de veces llegué a una casita pequeña, un poco destartalada, en la que nadie había limpiado de nieve el camino desde la entrada del pequeño jardín hasta la puerta. Hundiéndome en la nieve llegué a la puerta pensando que en la casa no habría nadie, pero llamé un par de veces. Cuando estaba ya pensando en irme y dejar la cartera en una maceta sin flores, oí que dentro alguien arrastraba los pies hacia la puerta a la vez que una vieja voz preguntaba.

– ¿Eres tú, Jack?

Yo no supe qué contestar. Pero era tarde pues se oyeron un par de cerrojos y la puerta se abrió. Delante de mí tenía a una abuela de por lo menos noventa años y lo primero de lo que me di cuenta es que era ciega.

– ¿Eres tu Jack?– repitió ella  –Sabía que vendrías a ver a la Abuela Mary el día de navidad– a la vez que extendió su mano para que yo se la cogiera.

En ese momento no sabía qué hacer, pero un impulso me hizo extender mi mano y dejarme coger, a la vez que la abuela me arrastró hacia dentro de la pequeña casa. Una vez dentro abrió los brazos para abrazarme. No me atreví a sacarla de su error y antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, salieron unas palabras de mi boca que yo no dije, pero que salieron:

–Aquí estoy Abuela Mary, aquí estoy para verte el día de navidad– y nos abrazamos ahí en la puerta.

Yo no le dije que no era su nieto, pero tampoco ella parecía muy interesada en darse cuenta de ello. Parecía que me aceptaba, aun a sabiendas que yo no era  su nieto Jack. Estoy seguro que ella lo sabía. Era vieja y ciega pero no tanto como para no darse cuenta de que yo era un extraño. Pero le hacía feliz fingir y en ese momento no tuve el valor de sacarla de su error. Como tenía tiempo, le seguí la corriente.

Pasamos dentro de la casa, modesta y con algo de desorden. Pero estando ella sola, ciega y mayor, supuse que poco  más podía hacer. Nos quedamos de pie en la acogedora salita hablando y cuando me preguntaba cómo estaba y qué hacía, yo le decía que tenía trabajo en un bar, que estaba esquiando bien, que tenía novia y que todo iba muy bien. Le conté cien cuentos y ella hizo como que se los creía todos.

–Eso es estupendo, Jack– decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo –Siempre supe que las cosas te saldrían bien.

Me dijo que tenía hambre y que le ayudara con la comida de navidad. Se sentó en una butaca y le serví una copita de vino para que la espera no se le hiciera larga. Con lo que encontré en la nevera pude preparar una comida de navidad bastante decente para los dos. Entretanto, se bebió dos copas de vino. Miré el reloj y me di cuenta que si comía poco y rápido con ella, podía llegar aún sin problema a la comida de navidad en casa, por lo que decidí hacer un poco más de compañía a la abuela Mary, quien seguía pensando o aparentando que yo era su nieto Jack.

Después de comer, un poco alegres por el vino fuimos a sentarnos a los sillones. Pero yo necesitaba ir al lavabo y la dejé allí sentada. Cuando entré en el lavabo me llevé una sorpresa increíble: Dentro de una sucia bañera había varios pares de esquís, algunos palos y cuatro o cinco cámaras de fotos en sus cajas tiradas por ahí. Entre los esquís reconocí de inmediato mis F2 A, así como los de Kidd y Miller… Ahí estaban, junto a otros buenos pares.  No sabía qué hacer y cuando me repuse de la sorpresa, decidí no decir nada a la abuela Mary de todo ese material robado. Volví al salón para seguir charlando un ratito más con la abuela y despedirme para correr a casa y no llegar tarde. Ella estaba recostada en el sillón, dormida y roncando. Era una buena oportunidad para irme. Dejé la cartera de Jack encima de la mesa, volví al cuarto de baño, saqué silenciosamente los F2, los de Miller y los de Kidd, salí de la casita sin hacer ruido y me fui caminando a casa con los tres pares de esquís al hombro».

–Y este es el final de la historia.

Jack no había levantado la mirada del vaso de cerveza en toda la explicación de Mike.

– ¿Volviste alguna vez?– preguntó con la vista fija en el vaso.

–Una sola– contestó Mike. –Unos tres o cuatro meses después. Me sentía mal por no haberme despedido de ella. Pero cuando volví a la casa, la abuela Mary ya no estaba y había otra familia allí.

Jack levantó lentamente la vista, miró fijamente a los azules ojos de Mike y le dijo:

–Gracias por haber hecho feliz a la abuela Mary en sus últimas navidades.

–Las cervezas van por cuenta de la casa– contestó Mike.

 

 

 

¡¡Feliz navidad y buen año!!

 

15 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    21/12/2022 08:40
    #1
    Bien…bueno, esta sin mas friki…..pero bien ;) …..detalle feo de Mike de haber rescatado solo sus esquis y no los de sus amigos competidores…..en fin ficción, todo vale. Feliz Navidad Friki.

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  • #2
    Fecha comentario:
    21/12/2022 10:04
    #2
    Gran historia. Feliz Navidad, Friki!

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    • Gracias!
  • #3
    Fecha comentario:
    21/12/2022 11:43
    #3
    :) un texto con un punto Friki-navideño.., buenas fiestas a todos! ;)

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    • Gracias!
  • #4
    Fecha comentario:
    21/12/2022 12:15
    #4
    Grande FELIZ NAVIDAD!!!

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    • Gracias!
  • #5
    Fecha comentario:
    21/12/2022 13:28
    #5
    Felices fiestas 🎄🥳🎄

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    • Gracias!
  • #6
    Fecha comentario:
    21/12/2022 13:32
    #6
    #5 gracias Boss!!!

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    • Gracias!
  • #7
    Fecha comentario:
    21/12/2022 16:29
    #7
    muy guapo el cuento navideñoski :+:

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    • Gracias!
  • #8
    Fecha comentario:
    22/12/2022 09:44
    #8
    #1 mike ha vuelto a la casita, ha recogido los dos pares que se quedaron la primera vez y ahora tanto Kidd como Miller han recuperado sus esquís.

    gracias por el input.

    feliz navidad

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    • Gracias!
  • #9
    Fecha comentario:
    23/12/2022 16:36
    #9
    Que història tan tierna friki :love: :love: Me ha encantado!

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    • Gracias!
  • #10
    Fecha comentario:
    24/12/2022 00:34
    #10
    Precioso cuento de Navidad. Saludos

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    • Gracias!
  • #11
    Fecha comentario:
    24/12/2022 07:57
    #11
    Muy bueno.

    Gracias :)

    karma del mensaje: 16 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #12
    Fecha comentario:
    27/12/2022 14:33
    #12
    Muy entrañable. Me ha emocionado

    karma del mensaje: 27 - Votos positivos: 2 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #13
    Fecha comentario:
    27/12/2022 19:03
    #13
    Navideño, muy Navideño.

    El cambio para hacer que recogiera los tres pares de esquís es positivo, pero cargar con 3 pares de esquís es duro, claro que este joven estaba en forma.

    ¡Feliz navidad!

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    • Gracias!
  • #14
    Fecha comentario:
    28/12/2022 09:11
    #14
    #13 Me alegro que te haya gustado el cambio... a mi mucho...

    llevar tres esquís no es tan difícil ni pesado... pregunta a corredores jóvenes a quienes aun nadie se los lleva!!!

    Uno en el hombro derecho. Con la otra mano cargas el segundo en la mano derecha que queda perpendicular y compensa el peso... coges el tercero con la mano por debajo de la espátula. lo bamboleas y lo cargas en el hombro. Cruzas el de la mano derecha y a caminar...

    felices fiestas!

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    • Gracias!
  • #15
    Fecha comentario:
    28/12/2022 11:21
    #15
    ¡Jeje!
    He llegado a cargar cuatro pares: los míos, los de mi mujer y los de mis hijos cuando eran pequeños. La técnica era distinta pero se debe de parecer, eso sí, siempre la espátula por delante y las fijaciones por detrás del hombro, así se puede cruzar el brazo por encima y apoyando la muñeca en los esquíes para que quede la mano libre.

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    • Gracias!

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