Era el rey de Instagram… Sus números estaban muy cercanos a los de cualquier actor de Hollywood.
Las fotos de sus giros hacían las delicias de sus seguidores, que aumentaban por docenas cada día. Sus posts enseñaban siempre diferentes tipos de giros: unos saltados en pendientes increíbles, otros encima de rocas, entre árboles, en toda clase de nieves… iguales, pero todos diferentes… una colección digna de ver. La estética de sus maniobras era espectacular y sus imitadores intentaban emularle una y otra vez, con mejor o peor resultado e incluso algún paseo en camilla con la rodilla hecha fosfatina…
Su nombre en Insta era Pedro Flintstone y en su perfil rezaba: “El giro en curva”. Estaba acabando con las lineas rectas imperantes en las últimas temporadas a base de curvas increíbles.
Nadie lo había visto por las pistas, si bien muchos de sus seguidores lo buscaban incansablemente. Existía incluso un foro de discusión para intentar geolocalizarle y así poder esquiar con él, o cerca de él. O poder hacerse un selfie con el gran girador… pero no había suerte. Nadie podía dar con Flintstone, a pesar de su equipo de vivos colores y sus fotos en lugares que sonaban familiares, pero no reconocibles.
Su casco no tenía logos y los esquís eran de un impecable negro mate. Pero no tenía sólo un par, si no varios, que a veces eran muy largos y muy anchos y otras raros, como prototipos. A veces cortos, a veces con fijaciones de alpino y otras con fijaciones de telemark. Y nadie podía ponerse de acuerdo a qué se debía. Las teorías corrían más que el viento: que si el tipo de nieve, que si la pendiente… Incluso había quien decía que dependía de la tienda de alquiler más cercana. Pero Pedro Flintstone seguía sin aparecer. Era un verdadero héroe solitario.
Cuando se subía la siguiente foto en su perfil, sin localización por supuesto, se organizaba una búsqueda a través del foro. Lo primero era determinar si alguien podía reconocer un telesilla, un teleférico, una bajada que saliera en la foto, un pueblo en el valle, para más o menos acertar dónde podía ser. Entonces los seguidores de esa zona se movilizaban en su búsqueda. Pero no sólo en las pistas: en los bares “apreski”, por los hoteles, en la montaña… y a cada fracaso al no encontrarle, su misterio se hacía más y más grande.
La foto del final de la temporada, 20/21 fue preciosa. Estaba por encima de todas las anteriores publicadas. No tenía parangón. La estética, la luz, la posición del giro saltado, la exquisita técnica de ejecución, el enfoque, el paisaje, la inclinación de la bajada, todo era TOP TOP TOP. Pero el pie de foto fue devastador.
La bomba cayó y explotó como una atómica. El esquiador que había recuperado el giro y creado una nueva forma de esquiar seguida por miles de esquiadores de todo el planeta, el esquiador que había creado tendencia, escuela, misterio, que había unido a gente de todos los blancos lugares del planeta y que se había cargado la línea recta, dejaba de existir.
La cuenta se cerraba con un simple “Este es mi último post. Me llamo Pedro Flinstone y no tengo amigos”.
Hubo comentarios durísimos. Gente desesperada implorando que siguiera e incluso algunos insultos… La comunidad blanca quedó tocada y no se hablaba de otro tema en bares, telesillas, blogs, chats, teleféricos, charlas, cartas al director en las revistas especializadas y a través del foro la gente se lamentó largamente, pero todo fue en vano. La cuenta de Pedro Flinstone simplemente dejó de existir…
Hace ya unas semanas que ha empezado la temporada 21/22 y yo aun le sigo buscando…
