MIS PRIMERAS CLASES CON ESQUÍS EN CANDANCHÚ
Dedicado a Alegría, y a todas las personas que tienen la amabilidad de leer mis historias, cuando se, que yo también puedo leer las vuestras. Os doy gracias de todo corazón, por tener la oportunidad de que leáis mis simples palabras, pero me basta con una sonrisa, porque hay que sonreír, a veces una sonrisa vale toda una vida.También doy gracias al cielo por haberme dado la oportunidad de vivir en vuestra época, y poder escribir torpemente mis aventuras para que sonriáis con ellas. Con todo mi cariño, también a ese Angelote llamado Juanjo, podador de las ramas de mis recuerdos, para que ardan delante de vuestros ojos.
Estamos en invierno de 1959, mi padre llama a casa, nuestro perrito EDER, sale disparado como un cohete como todos los días hacia la puerta de casa, porque sentía a mi padre desde muchos kilómetros de distancia.
Vamos mis Tatas y yo hacia la puerta, y Papá entra en casa.
Esta vez me traía una sorpresa, ¡¡¡me había traído unos esquís de verdad, hechos por un amigo suyo carpintero, y terminaban en punta hacia arriba !!!. La madera es de color clarito, por debajo tienen como un canalón a lo largo. Pesan muy poquito, son más anchos que mis pies y tienen como unas zapatillas de cuero gris con correas para poner las botas, con una correa por delante y otra desde el talón hacia los cordones de las botas.
Yo no se si morirme, o dar mil chillidos. Mis tatas como siempre, alegrándose de mis cosas, son lo que más quiero en el mundo. Pero no solo eso, también me trae unos palos para esquiar, tienen mango con una cinta para meter las manos con mis manoplas. Por la parte de abajo, llevan un circulo de metal cogido con cuatro cintas de cuero, ¡¡¡son preciosos!!!.
Papá: Toma Crispin, son para ti!!
Yo: Papaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, te quieroooooooooo, que chulosssssssssss, me abrazo a el, hasta que casi se enfada de los apretones que le doy.
LAS PRIMERAS CLASES
Llamo desde casa por teléfono a mis amigos, son dos amigos gordos, los demás son amigos normales del cole. Marco con el teléfono negro de la pared del pasillo, los tres números que tiene cada teléfono, y les cuento que ”si quieren dar clases de esquiar con papá y su amigo en Candanchú”.
Me dicen que siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!. Papá habla con los papás de mis amigos, que eran amigos suyos, y deciden que demos unas clases para aprender a esquiar, unos seis Domingos. Nosotros tres, ocultamos, que somos unos genios esquiando, mis amigos tenían ya esquís.
Empezábamos el próximo Domingo, y no dormimos mis amigos y yo desde el viernes, que biennnnnnnnnnnnnnnnnn, que estupendoooooooooooooo, de los saltos que yo doy, EDER corre como un galgo y no levanta veinte centímetros del suelo.
Llegamos a Candanchú, con Papá y su amigo, pero esta vez no subimos en el Telesillas, nos quedamos abajo. Nos ponemos toda la ropa, y las botas de cuero marca GORILA, hace frío.
Papá: Vamos chicos, demostrarme que sabéis hacer............
Nosotros hacíamos de todo, empujábamos con los palos, girábamos, nos deslizábamos, y frenábamos tirándonos al suelo.
Papá y su amigo, se reían a carcajadas, y nosotros después de ”demostrarles como se esquiaba”, estábamos más tontos que una tortuguita boca arriba.
Papá nos dice: "Escuchadme chicos, lo hacéis muy bien, pero no lo vivís. Lo primero que tenéis que hacer es sentiros libres, vivir la nieve, sentir el viento, ser uno mismo con la naturaleza”
Papá continúa su charla ”esquiar no es patinar por la nieve, tenéis que hacer movimientos fusiles o sulites” (o algo así), y el continúa ”tenéis que disfrutar, para lo que os enseñemos sea divertido, fácil y rápido, que parecéis "pingüinos" más que esquiadores”.
Aquello ”nos sentó fatal”, pero teníamos que hacerle caso.
Papá: "Os vamos a enseñar a moveros, luego a saber subir por la nieve, y luego a deslizaros, ¿de acuerdo?, poneros frente a nosotros.
Le hicimos caso, Papá vuelve al ataque ”vamos a ver... pierna derecha arriba, y el esquí apoyado en el suelo vertical” (Nos caímos unas treinta veces, luego con la izquierda, nos caímos unas cuarenta veces más). Mi Padre y su amigo lo único que hacían era reírse (yo me llegué a enfadar, aunque lo disimulaba).
Así estuvimos, unas tres horas, luego papá y su amigo, nos dijeron que ya estaba bien por hoy, y fuimos a comer a Jaca.
Nos dolieron las ingles toda la semana, tanto, que íbamos al cole como patitos, con las piernas abiertas. Se reían de nosotros, pero daba igual, papá nos decía que tomáramos ”agua con bicarbonato para las agujetas” (es que Papá sabía mucho de estas cosas).
Al Domingo siguiente, subimos muertos de miedo... ”Vamos chicos, hacer la cuña” (Papá no nos daba descanso). Entonces nos pusimos, uno delante y dos atrás (como vuelan los patos salvajes), aquello fue escandaloso. Papá y su amigo se encargaría de enseñarnos a deslizarnos se tiraban por el suelo de risa.
”Noooooooooooooooooooooooo, eso no es la cuñaaaaaaaaaaaaaaaaaa, tenéis que poneros los esquís, en forma mas cerrada por delante que por detrás, y eso es cuestión de esfuerzo con tobillos piernas, ánimo que esto es importante para frenar y girar” (según él, un buen esquiadoror tenía que saber hacer muy bien la cuña).
¡¡¡Virgen Santa!!!, se nos escapaban los esquís y se cruzaban, papá y su amigo nos llamaban ”LOS ESQUIADORES DEL SUELO”, estábamos siempre con la cabeza hundida en la nieve, pero poco a poco fuimos aprendiendo a frenar (toda la semana con dolor en las piernas y en los pies).
Papá nos decía que aunque fuera lo último que hiciera en la vida, iba a hacer de nosotros ”esquiadores y no fanfarrones”.
Estábamos todo el rato llorando, pues los plásticos de las gafas eran transparentes, hasta que nos compraron unas con plásticos que se levantaban, como el cubre sol de los cuatro cuatro.
Lo más fácil, fue aprender a subir de lado, aunque cuando no clavábamos bien los esquís, los deslizamientos y las aberturas de piernas eran horribles.
Con el amigo de Papá, aprendimos a bajar en cuña, lo hicimos muchas veces porque era muy difícil. Primero normal, luego abrir en cuña y frenar despacito, (y eso que la pista era muy poquito inclinada), si llegamos a subir en el telesillas............¡¡¡Madre mia!!!.
Nos quitaron los vicios que ”eran todos”, por supuesto nos enseñaron que nadie puede esquiar de forma autodidacta, pues la técnica pura hay que aprenderla y se evoluciona deprisa. Nos decían: ”Podéis deslizaros, mantener el equilibrio, girar, ir rápido, bajar en cuña, pero nunca seréis buenos esquiadores sin una buena técnica".
Claro, ¡¡¡menudos profes tuvimos en técnica y como pedagogos también, lo más bonito es lo que disfrutamos, y como fuimos aprendiendo sin darnos cuenta…
Nos enseñaron a adquirir destreza, y aún hoy (que ya hace tiempo que no esquío por circunstancias de la vida), me doy cuenta de que nunca se aprende del todo.
Siempre que miro la nieve, veo en mi corazón a mi Padre, bajar esquiando, con cien o doscientos detrás (él era profe de esquí), y a todos aquellos amigos suyos, pues las huellas que dejan los esquís, no se borran jamás.
MIL ABRAZOS Y BESOS A MI PRECIOSA JACA Y SUS HABITANTES
Carlos H.
