Cámara, filmaker, responsable de fotografía en Val d’Aran by UTMB®, deportista profesional, y ahora, también, estudiante para pilotar helicópteros.
Carlos Llerandi (Asturias, 14/05/1997) puede ser lo que él quiera, porque tiene la capacidad de hacer bien todo lo que se propone. Pero si existe una palabra con la que me quedo, y con la que hace poco le definió un amigo en común, es LUZ. Porque encontrarte con “Carlitos” y su eterna sonrisa es que se te alegre el día, que todo sea fácil, que todo vaya bien.
Tengo el privilegio de trabajar con él, y, sin duda, como él dice con respecto a los deportistas con los que ha colaborado, para mí es un “lujo” contar con una persona así en el equipo. Me siento muy afortunada de haberle conocido y que la vida lo haya puesto en mi camino.
Quedaos con su nombre porque llegará muy lejos, hasta la cima que él aspire alcanzar.
Foto: Bartek Pawlikowski
Habéis intentado lo que nunca se ha hecho, bajar esquiando el Everest sin oxígeno. Y, después de mes y medio de aclimatación, al final no pudo ser… ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Fue una pasada. Simplemente el hecho de que un deportista como Andrzej Bargiel se acuerde de mí como cámara, y me lleve allí a trabajar, confíe en mí para estar con ellos en la montaña, para subir alto, porque al final llegamos a 7.500 metros, fue increíble, y una experiencia que no se puede pagar. Es trabajo, pero de los que haces pocas veces en la vida. Tengo la suerte de haber podido ir tres veces ya al Everest y me siento muy muy afortunado de que deportistas de la talla de Kilian, Andrzej, o Aymar confíen en mí para estar con ellos en el monte. Así que la experiencia, aun no habiendo conseguido cima, fue brutal.
¿Con qué te quedas y qué te gustaría borrar de tu mente?
Me quedo con el que cuenten conmigo para las expediciones allí, que se acuerden de mí. Y borraría el 28 de septiembre, cuando nos cayó una avalancha muy grande. Era el día antes del ataque a cima y estábamos subiendo de campo base a campo 2. Un día con unas condiciones muy buenas, hacía muy buen tiempo, estábamos a menos 15 o 20 grados, hacía frío, estaba bien, pero a las 6 de la mañana se desprendió un serac enorme, como un edificio entero, toneladas y toneladas de hielo, que nos cayó muy cerca, y el aerosol de la avalancha nos alcanzó y nos cogió con mucha fuerza. Nos quedamos muy cerca de donde estaba la avalancha en sí, y estuvimos a muy poco de no poder contarlo. Es algo que está vivido, la experiencia está ahí, pero espero no volver a pasar por algo así.
En 2019 Andrzej ya trató de lograrlo…. ¿Volveréis?
No lo sé, no tengo ni idea. Personalmente creo que Andrzej volverá. No sé si ahora, o dentro de 10 años, pero, por cómo es él, creo que volverá a intentarlo.
El año pasado también fuiste al Himalaya con Kilian Jornet y, en esa ocasión, el COVID se interpuso en vuestro camino… ¿Cómo viviste ese reto?
Estuvimos en el Everest con Kilian y con David Goettler trabajando para Lymbus, la agencia de comunicación de Kilian. Realmente lo que hizo que Kilian no pudiera conseguir la cima no fue el COVID. Los días del ataque a cima hizo muy mal tiempo, muchísimo viento. El ciclón Yass entró por la India y llegaron vientos muy fuertes, de 100 a 180 km/h en las cimas, y eso es lo que hizo que fuera imposible. Era para bajar con congelaciones, y no merece la pena. Sí es verdad que durante la expedición la cepa india fue dura. Yo había pasado el COVID en enero, pero compartía habitación con Bartek Bargiel, el hermano de Andrzej, que era el piloto de los drones. Él lo pilló y estuvo varios días ingresado en Katmandú. En mi caso fueron 3, 4 días los que estuve mal, muy cansado, subía las escaleras y llegaba a la habitación hiperventilando, pero no tuve fiebre ni nada raro, así que… ¡ni tan mal!
Foto: Bartek Pawlikowski
De vuelta a casa… ¿Qué lectura haces de esta experiencia?
Me siento muy contento de que deportistas como Kilian, David, Andrzej… confíen en mí y quieran contar conmigo en estas expediciones. No soy el mejor en nada, y eso lo tengo muy claro. Sé que nunca seré el mejor, pero sí es verdad que es difícil encontrar a alguien que sepa grabar y tenga la capacidad de moverse en altura y sentirse bien físicamente. No sé por qué, pero me siento muy cómodo haciendo las dos cosas. Supongo que por esos dos factores confían en mí.
Cada vez que viajo al Himalaya me siento más a gusto allí, con la gente, la comida, la cultura… Nepal me parece un país increíble y, ahora, conociéndolo ya bastante bien, sé que es un sitio al que voy a volver, y espero hacerlo a menudo a lo largo de mi vida.
A los 9 años empezaste con tu primera cámara, una Olympus que te trajeron los Reyes Magos. ¿Cómo se pasa de ser el protagonista de las fotos, porque competías en montaña, a hacerlas?
Creo que fue una transición lógica, y por la que luché, porque con 14, 15, 16 años sí que soñaba con decir “algún día quiero ser fotógrafo y poder hacer fotos allá arriba”. Mis ídolos eran Jimmy Chin y Seb Montaz-Rosset, el cámara de Kilian. De chaval competía en esquí de montaña y fueron creciendo las dos pasiones al mismo tiempo, la pasión por la montaña, el alpinismo, la fotografía y el vídeo, hasta que llegó un punto en el que convergió todo. Y con 16 años empecé a poder trabajar como fotógrafo y que la gente comenzara a confiar en mi trabajo. Al final fue una evolución muy lógica. Pasando de ser niño y jugando con una cámara a, poco a poco, y casi sin querer, ver que me podía dedicar a ello. Estos últimos 8 años puedo decir que vivo de la fotografía y de este mundo.
¿Cómo acaba un asturiano en la Val d’Aran a los 18 años?
Cuando tenía 17, 18 años estaba compitiendo en esquí de montaña, acabando bachillerato, y tenía claro que no quería estudiar una carrera. Lo que deseaba era ser guía de montaña y fotógrafo. Me vine a estudiar a la Val d’Aran de octubre a mayo para sacarme el primer nivel de guía de montaña y de profesor de esquí. En ese tiempo me enamoré del Valle. Al año siguiente volví para seguir estudiando el segundo ciclo y grado medio. En el Valle me encontraba muy bien, y me enamoré de una aranesa. Estoy muy a gusto aquí a pesar de estar a seis horas de mi casa, de mis padres, de mis amigos… pero me siento muy cómodo, tengo muy buenos amigos, a mi chica, y, la verdad, me veo muchos años viviendo aquí.
Foto: Carlos Llerandi
¿A qué estación le tienes un cariño especial y por qué?
No me puedo quedar solo con una, tendría que decir dos. Baqueira, porque en estos últimos siete inviernos es donde he desarrollado mi mejor esquí, donde realmente estoy disfrutando de esquiar… Cuando era niño me ponía encima de unas tablas y me dejaba bajar. Ahora mismo estoy esquiando de verdad, y estos años en Baqueira he tenido la suerte de haber podido tocar todas las ramas de este deporte: pasar puertas, estar en el stadium de competición, esquiar en pista libre, hacer freeride con algunos de los mejores, que compiten en el World Tour como Aymar, Abel, Pol Tellosa… De disfrutar de uno de los tipos de esquí que más me gustan como es el esquí de pendiente con Alexis, Aymar… Tengo que decir Baqueira, pero también tengo que decir Pajares, en Asturias, porque es donde empecé a esquiar, donde con 13 años entré en el centro de tecnificación de esquí de montaña, y donde desde los 13 años hasta los 18 entrené todos los fines de semana cuando competía.
¿Cómo sería tu aprés-ski ideal?
Después de un buen día de “polvorón”, sin que pare de nevar, y esquiando con buenos amigos, con Alexis, Aymar, Abel y Pol, bajar a Vielha, tomar una cerveza en el Refu, unos nachos, y disfrutar de su compañía.
¿Con qué nuevo reto nos vas a sorprender esta temporada?
Este año no hay ningún reto deportivo que tenga en mente. Quiero disfrutar de esquiar tranquilo, de esquiar para mí. Si algún día esta temporada se dan las condiciones, hacer alguna bajada que no haya hecho aún, en el Valle de Arán, en el Pirineo, en Baqueira… Me gustaría poder hacerla. Pero no hay mucho más. Estoy motivado estudiando para piloto de helicóptero, así que ahora estoy centrado en eso. El pasado mes de octubre en el Everest pude escalar hasta 7.500 metros y, la verdad, es que se me ha abierto un mundo de posibilidades por delante, porque creo que en el Himalaya hay muchas montañas, con mucha altura, y muy poco esquiadas. No sé si será ahora, o en el futuro, pero me gustaría poder esquiar allí.
Foto: Bartek Pawlikowski
Después de las personas con las que ya has trabajado… ¿Hay alguien en concreto a quien te gustaría acompañar?
Sinceramente, después de haber trabajado con los deportistas con los que lo he hecho, no tengo ninguna otra aspiración. Solo quiero esquiar con mis amigos y disfrutar de poder hacer algún proyecto juntos. The Check Project fue un proyecto que me gustó mucho que saliera, con grandes deportistas y amigos… Ahora mismo no hay nada que necesite hacer…
¿Cuál sería “EL” desafío al que te gustaría enfrentarte?
No lo sé. Sí sé que me gustaría llevar a cabo algún proyecto personal, no como cámara, sino como esquiador o deportista. Esquí, alpinismo, y pendiente en el Himalaya… Llevarme a mí mismo al límite a nivel físico y psicológico. Aguantar la altura, con una buena performance, y poder hacerlo bien.
¿Un sueño que algún día lograrás realizar?
Poder disfrutar del esquí, del alpinismo, poder hacerlo en altura, y seguir haciéndolo y disfrutándolo durante muchos años.
Foto: Bartek Pawlikowski
*Foto de portada: Jaime Varela
