Irene Villa no entiende otra manera de vivir que volcándose en los demás, ya que, como ella misma afirma, volvió a nacer gracias al amor y a la solidaridad de miles de personas. Psicóloga y periodista (ha escrito seis libros, el último, «Los ochomiles de la vida», presentado a finales de 2020), forma parte del equipo de competición de esquí alpino adaptado de la Fundación También, con el que ha cosechado numerosos éxitos.
¿Cómo comenzó tu relación con el esquí adaptado?
El esquí adaptado ha marcado mi vida. Aprendí a los veintitantos y fue todo un desafío hacerlo sobre un monoski, donde, hasta que consigues controlarlo, te sientes más bien vendida. Francamente, me daba terror enfrentarme a ciertas pendientes durante las primeras veces, pero fui venciendo el miedo cantando mi canción favorita ante nuevos retos, ese Color esperanza que tantas veces me ha acompañado en el camino.
¿Qué te ha aportado su práctica?
¡Auconfianza! y mucha autodisciplina, dos pilares que menciono siempre en mis conferencias porque son esenciales ante cualquier reto.
Nunca pensé que acabaría teniendo tanto control sobre mi esquí y, mucho menos, que llegaría a competir en el circuito europeo. Aquello que me daba pánico en el momento inicial, y esa es la palabra real que generaba en mí, se acabó convirtiendo en una auténtica pasión y, casualidad o causalidad, lo que me hacía temblar de miedo ahora resulta ser mi máxima felicidad y fuente de adrenalina y libertad.
Desde 2007 formas parte del equipo de Esquí Adaptado de la Fundación También, ¿cómo fue tu paso a la competición?
Teresa Silva nos dijo: «No hay en España categoría femenina porque no hay suficientes mujeres que compitan, así que tenemos que abrir ese camino a futuras promesas». Y creó el primer equipo femenino del mundo de esquí y snowboard de la Fundación También.
Mis primeras carreras fueron desastrosas, apenas estaba aprendiendo a defenderme. Pero el hecho de competir casi a la fuerza fue un auténtico máster. Siempre estaré agradecida a Teresa y a su marido Carlos Rolandi, director de nuestro equipo.
Has reconocido que al principio supuso todo un sacrificio, ¿qué ha sido lo más duro para ti?
Fundamentalmente, que los riesgos existen, de hecho, es un deporte denominado «de riesgo».
Lo peor fue la grave caída que sufrí en los campeonatos de Francia en 2008. Fui operada de urgencia por desplazamiento del disco cervical de la C6-C7. Ahora tengo un disco de titanio sustituyéndolo.
También recuerdo sacrificar acontecimientos familiares, e incluso trabajo, por los entrenamientos. Y ¡hasta la boda de una amiga que coincidió con unos Campeonatos de España!
Con precaución y con cabeza, madre ya de tres niños, retomé el apasionante e intrépido mundo de la competición en la nieve por esa maravillosa sensación de sentirme libre, viva.
Un momento que jamás olvidarás en la montaña y que tengas grabado en la mente.
Hace muy poco en Sierra Nevada, por fin segura, sin creencias limitantes y a mucha velocidad, bajando el Río prácticamente sola, por la situación generada por la Covid 19. Sentí una libertad y felicidad indescriptibles.
¿Y un consejo que te hayan dado que te haya sido de mucha utilidad a lo largo de tu trayectoria?
«Sigue nadando», por Dory (película de Disney). A pesar de que muchas veces nos dé la sensación de que las responsabilidades maternales, laborales, sociales, o de cualquier otro tipo, dirigen nuestra vida y manejan nuestros tiempos, siempre hay que encontrar una pasión, un reto, un sueño o un desafío que requiera ilusión, constancia y voluntad para no dejar de repetirnos una y otra vez: sigue nadando.
¿A qué estación le tienes un cariño especial y por qué?
A Sierra Nevada, por las facilidades para personas con discapacidad y la posibilidad de guardar nuestros equipos a pie de pistas. Y porque es donde más hemos entrenado. Aunque me encantan todas las estaciones de España y Andorra que he tenido la suerte de visitar gracias a las carreras.
¿Cuál sería tu après-ski ideal?
Ahora que «las mayores» tenemos menos responsabilidades: ¡cervecita al sol! ¡Antes no salíamos del CAR!
Desde pequeña, tu filosofía de vida es exprimir cada experiencia, afrontar cualquier problema con una sonrisa y ayudar a quien se cruza en tu camino. ¿Cómo se consigue mantener esa motivación, más aún con la situación que estamos viviendo?
Ahora más que nunca la sonrisa es esencial. Puede transformar todas esas emociones de miedo o malestar que la pandemia genera, y ayudarnos a orientarnos hacia la oportunidad y el optimismo. Necesitamos alegría y buenos pensamientos para transitar este periodo de la mejor forma y seguir aprendiendo.
Escritora, psicóloga, campeona de esquí alpino adaptado, has hecho el descenso del Sella, varias etapas del Camino de Santiago con handbike... ¿Qué nuevos retos te has propuesto y qué sueñas con hacer algún día?
¡Sueño con esquiar con mis tres hijos! Y disfrutar de ellos porque el tiempo pasa demasiado veloz.
Ahora lo que toca es ayudar a otras personas a cumplir sus sueños, a través de mis libros («Saber que se puede» y «Los ochomiles de la vida») y también con nuestra fundación y mi hermana al frente de ella.