Salgo de la cama con optimismo ya que hoy inicio la última parte del viaje.
Además, incorporo un vehículo a la aventura. Un pequeño utilitario de tres puertas, que me permitirá moverme con más ligereza y autonomía e incluso me puede servir para pasar alguna noche, como tengo intención de hacer hoy.
Hago un par de viajes desde casa hasta el coche llevando paquetes. Después de tantos días de cargar con todo lo necesario arriba y abajo, encuentro un gusto especial en poder hacerlo con más calma, organizando el maletero del coche, poniendo el porta-esquís en el techo...
Me despido de mi amor. La tristeza que ahogaba su corazón ya no es tanta, porque sabe que en poco más de una semana está previsto que vuelva, después de hacer las diez estaciones que tengo planificadas (las últimas, Guils Fontanera, Lles y Aransa, las puedo hacer desde casa, yendo y volviendo el mismo día). También está más tranquila porque estoy relativamente cerca. Pienso en lo acertado de mi decisión de dejar las estaciones catalanas para el final de la aventura.
Tomo la carretera N-260 y empiezo a devorar kilómetros. La radio me acompaña. Jordi Basté y su Món a Rac1 se escuchan mientras me dirijo a La Seu d'Urgell. De allí voy hasta el pueblo de Adrall para torcer a la derecha y subir el Port del Cantó. Al bajar, el pueblo de Sort me da la bienvenida. Me paro a sacar dinero de un cajero automático.
Dejo atrás Rialp y cojo el desvío que indica Port Ainé, la primera parada de esta última etapa.
La carretera, llena de curvas, se me hace larga y pesada. Tengo ganas de llegar. Compruebo que voy bien de tiempo, sobre el horario previsto.
Llego al parking de la cota más baja de la estación, confiando en que las oficinas serán allí, pero no. Pregunto a unos chicos que están al cargo del remonte Roni y estos me dicen que las oficinas están arriba.
Llego a la cota 2000. Aparco y voy directo a taquillas. Obtengo el forfait y subo a buscar a Sandra, con quien tenía que hablar, pero no la encuentro.
Vuelvo al coche para meterme las botas y coger los esquís y las cámaras.
Equipado, insisto llamando a la puerta del despacho de control. Esta vez Sandra está, me hace pasar dentro y empezamos a hablar. Me recibe con entusiasmo, gratamente sorprendida por los objetivos del proyecto. La conversación se centra en la dificultad de la gente joven de emprender alguna actividad que no sea mal vista por el resto de habitantes del valle, normalmente personas mayores, con una concepción y una manera de hacer que están ancladas en el pasado y que no dejan desarrollar muchas iniciativas, criticándolas de manera encarnizada, desconociendo los beneficios que podrían obtener, tanto ellos como sus hijos y nietos, la mayoría de los cuales abandonan su territorio para ir a buscar oportunidades en las grandes ciudades o en otros núcleos de población.
Tanto ella como yo encontramos que se podría dinamizar mucho más el territorio. Charlamos y nos animamos imaginando mejoras mientras esperamos a Jordi, el jefe de pisteros, que me acompañará por la estación.
Lamento no poder estar más rato hablando con ella, pero Jordi ya ha llegado y nos vamos a esquiar. Sandra no nos puede acompañar, pero si que lo hace una pister de la estación de Espot, que ha venido a disfrutar de su día de fiesta. Me sabe un poco mal estropear sus planes.
Jordi me explica el funcionamiento de la sociedad GranPallars un poco por encima, mientras subimos con la primera silla, la Jet Cim. Me cuenta también que la arteria principal de la estación es la pista del Estadi y coincidimos en que el cliente potencial es el familiar, ya que es una estación sin muchas dificultades, sin zonas peligrosas, que forma una olla, con lo que tarde o temprano se puede ver pasar a quien se busca.
Llegados a la cota alta, la panorámica es impresionante. Jordi me indica los puntos más importantes, de izquierda a derecha, empezando por Llessui, Boí, Baqueira, Espot, Tavascan, Andorra con el Comapedrosa, el pico de Salòria. Incluso se pueden ver las montañas de Grandvalira, distinguiendo el funicamp. Me dice que desde allí, cuando oscurece, ven las máquinas pisa-pistas trabajando. Llegamos hasta el límite del área esquiable para vislumbrar Montserrat, unas nubes nos impiden distinguir esta bella cordillera completamente.
Hacemos la primera bajada. La nieve está bastante bien, tanto dentro como por fuera pista, pero yo no tengo mi mejor día de esquí y no disfruto tanto como quisiera. Sin embargo, las esquiadas por la nieve polvo de Port Ainé son muy agradables.
Bajamos hasta la cota mínima de la estación, donde me he parado con el coche por primera vez y tomamos el telesilla Roni. Durante el trayecto Jordi me dice que la zona de la estación está integrada en la red Natura2000, la forma en que trabajan, las actividades que se hacen ahora en verano y las que se hacían antes, etcétera.
Este telesilla tiene una parada intermedia, y en ella me parece reconocer a un chico que me recogió un día, en verano, volviendo de La Seu, donde había ido a hacer unas gestiones, pero dudo, no recuerdo su nombre y seguimos ascendiendo.
Dejo de escuchar a mi guía cuando oigo que los altavoces dicen algo que intento entender. He dejado el coche aparcado frente a unas grandes puertas (con unos metros de distancia, claro) y estoy atento al mensaje. No va por mí.
Llegamos arriba y me propone entrar a ver la cafetería, que tiene muy buenas vistas y es muy acogedora. El edificio acoge el self-service, cerrado desde hace unos días. Allí recibo otra lección de orografía y me enseña las montañas de Tavascan, los "plans" de Tudela, Vall Ferrera, Pica d'Estats, Mont Roig...
Le cuento que mañana voy a Bosc Virós y pasado mañana a Tavascan, a lo que me responde que esa zona, la de Bosc Virós, tiene mucho potencial con el tema del ciclismo de montaña.
Vamos por la pista negra de Barranc de Comalforn, una pista muy bonita, de aquellas pistas que cautivan por el bonito entorno por donde discurren.
Veo a unos chicos con raquetas y sondas y me quedo muy intrigado, pero sigo esquiando.
Le pregunto a Jordi si sabe que hacían el grupo que hemos visto, pero no está seguro. Nos despedimos, se van a comer y yo sigo esquiando solo. Hace muy buen día y una temperatura muy agradable, vale la pena aprovechar el día y el grupo con raquetas y sondas ha despertado mi curiosidad.
Vuelvo a bajar por Barranc de Comalforn para encontrarlos. Distingo al grupo en uno de los márgenes de la pista y en cuanto me acerco más veo que hay unos cuantos en una zona más baja.
Pregunto por la persona responsable y me señalan a un chico al que me dirijo. Es Roger, monitor del curso de técnicos de guías de media montaña y están haciendo una práctica de búsqueda con ARVA, el aparato de búsqueda de víctimas de aludes, en un espacio bastante reducido, entre unos árboles. Me acuerdo, en silencio, de mi formación de pister y de la extensa zona donde hacíamos las prácticas y los exámenes.
Son alumnos del IES Pobla de Segur. Grabo a un par de ellos en plena acción. Cuando el último termina el ejercicio, con no pocas dificultades, le digo que estaba filmando y me dice que prefiere que su imagen no salga en ninguna parte. Le digo que no se preocupe y me recrimina no haberle preguntado antes. Le digo que no quería molestarlo, le doy la razón y le pido excusas, pero sigue criticando mi manera de hacer las cosas. No tengo ganas de discutir en él, le repito que no se preocupe, me despido de Roger y me voy con la intención de ir al snowpark.
Mientras subo por la silla veo que hay gente haciendo unas buenas tandas, encarando los dos saltos con decisión, haciendo buenos trucos, volando, girando, grapando. Mayoritariamente son practicantes de snow, pero también hay algún esquiador.
Me acerco, bajando por la nieve polvo de un fuera pista.
Hago alguna foto desde la lejanía. No sé por qué motivo, pero me siento un poco cohibido y no me atrevo a establecer conversación. Finalmente me acerco a un grupo que está sentado frente a la caseta del snowpark, recuperando fuerzas y cogiendo energías para afrontar una nueva tanda. Les pregunto por la persona responsable y me dicen que la lleva Rodrigo, a quien voy a buscar.
Lo encuentro, me presento y le comento que me gustaría que me explicara la distribución y algún que otro detalle.
Cogemos un telesquí próximo, que sube paralelo a la instalación, y cuando llegamos arriba, preparo las cámaras y le empiezo a hacer una entrevista para que me describa la disposición de los saltos y los módulos.
Al principio le digo que me ha sorprendido ver el nivel que tenía la gente que he visto y me contesta que si, que son poquitos, pero que el nivel es bastante aceptable y que forman como una pequeña familia donde todos se conocen.
Me dice que uno de los puntos fuertes del snowpark es el remonte que acabamos de tomar, el Pla de l'Olla y que permite hacer rondas de una manera muy fluida y continuada, hasta acabar realmente agotado.
Sigue explicándome que lo tienen estructurado como un pequeño slope-style, formado por dos lomas con tres rampas cada una y un par de “rails” y una zona de debutantes, más sencilla, situada a la izquierda y otra zona de mayor dificultad, para hacer una ronda más experta, de “rails”. Me dice que está todo un poco apretado y, efectivamente, la zona es reducida, pero yo la encuentro muy bien aprovechada.
Nos acercamos a las rampas, donde destaco que cada una de ellas está señalizada con un color, según la dificultad. A simple vista se aprecia la diferencia entre una y otra y el factor clave, según me dice, es la altura que coges, más que la longitud del plano. De izquierda a derecha, el primero es el más sencillo, de unos siete metros, el segundo hace unos nueve y el más grande, de doce metros. A la izquierda de todo hay un paso de máquina, que facilita que la retrac trabaje mejor.
Quiero hacer fotos desde un buen ángulo y Rodrigo y otros me aconsejan que me meta en un lateral, a la derecha. Fotografío como hacen los saltos, las recepciones y los módulos. Me despido de ellos y decido esquiar hasta la cota más baja, coger el remonte y acceder a la cota más alta.
Una vez en la silla Jet Cim me fijo en las columnas de burbujas de aire que veo en el lago de la nieve artificial y que sirven para enfriar el agua.
Cuando llego arriba veo a Jordi y me dice que es la hora de cerrar pistas. Le pregunto si puedo hacer el cierre con ellos y si antes puedo hacer unas cuantas fotografías desde la cima del Pic de l'Orri. Me dice que si, pero que me apresure, pues está a punto de subir la última silla, la que cierra la instalación.
Camino la corta distancia que separa la estación de retorno del punto más alto de Port Ainé, hago las instantáneas correspondientes y vuelvo a bajar.
Me interesa bajar por una pista sombría, para que la cámara subjetiva pueda grabar con más detalle la bajada, pero el astro rey ilumina toda la estación. Las imágenes saldrán quemadas, lo sé.
Nos reunimos en la intermedia del Roni con el resto de pisteros y más personal de la estación y cuando todo el mundo está a punto acabamos de bajar hasta donde está el edificio principal, dando por terminado el día de esquí, que no la jornada.
Antes de ir hacia el coche reconozco al chico de la intermedia y su nombre me viene a la cabeza al instante. ¿Oriol? pregunto, esperando no equivocarme de nombre, ya que estoy seguro que es él. Al principio le cuesta, pero cuando le recuerdo que me recogió cuando hacía autoestop, pronto hace memoria.
Me despido de todos los que encuentro y llego al coche.
Sopla un viento algo desagradable, que no deja que se esté a gusto disfrutando del calorcito del Sol, así que me meto dentro, enciendo el coche y aparco unos metros más atrás, dejo el material de manera que se seque un poco y, sentado en el asiento del copiloto, como lo que con tanto amor me ha cocinado mi pareja.
Entre bocado y bocado veo como un chico deja algo en el suelo y marcha.
Al cabo de un rato aparece un grupo pequeño de chicos y chicas, uno de ellos con una hoja en la mano, encuentran el objeto (un espejo) y entonces entiendo de qué se trata. Es la típica gincana que todo buen monitor debe realizar para entretener a la clase. Y que todo alumno hace para entretenerse.
Son las seis menos cuarto cuando acabo de comer.
Recojo los esquís y las botas esparcidas y coloco, las botas en el maletero y los esquís en su lugar, el porta-esquís.
Veo otro aparcamiento más abajo y unos contenedores de diferentes colores. El de azul me interesa, quiero coger cartón, que me aislará del frío y hará de colchón, ya que hoy dormiré en el coche. Abatiendo el asiento del copiloto, que queda completamente plano, me queda una superficie que puedo aprovechar para estirarme, metiendo las piernas en los asientos de atrás.
La búsqueda del cartón ideal no da los frutos esperados, pero menos es nada.
Las siete y cuarto. Miro las montañas que me rodean por última vez, meto el coche en marcha y empiezo a deshacer la carretera que he subido por la mañana.
Hago tres curvas, cuatro, mientras pienso que es una lástima no esperar un rato más y hacer unas fotos de como se pone el sol. Me detengo. Doy media vuelta y aparco junto al hotel. Se me ocurre que en el hotel quizás tienen wi-fi y que no pierdo nada preguntando, así que entro y le pido a una chica. Me dice que en esa sala donde estamos no me será posible quedarme y me hace ir abajo, donde está la cafetería y una sala adjunta.
Le pido al chico de detrás de la barra si hay algún problema en enchufar el ordenador y me responde que ninguno en absoluto. Vuelvo al coche, lo aparco de manera que pueda verlo por los cristales de la puerta de emergencia desde la mesa donde me sentaré, cojo el ordenador y vuelvo al lugar elegido para hacer mi despacho provisional.
De vez en cuando salgo fuera para fotografiar como el Sol va bajando, pero no le da al cielo y a las montañas ese color que yo me esperaba.
La sala adjunta es muy bonita, muy agradable, con algunas mesas que tienen un tablero de ajedrez empotrado, una gran chimenea y unos ventanales alrededor.
Charlamos durante un rato con el camarero, que tiene la música bastante alta, lo que no me impide "trabajar" mientras estoy conectado a la red.
Son cerca de las diez de la noche cuando abandono finalmente el local. Bajo hasta coger la C-13 dirección norte.
Llego a Llavorsí y busco un lugar para aparcar el coche y prepararme para pasar la noche. No es fácil, porque tiene que reunir unas características básicas: no ser demasiado concurrido, que el vehículo quede lo más plano posible y que no entorpezca el tráfico.
Doy unas cuantas vueltas hasta que encuentro un lugar que reúne las condiciones anteriores.
Procedo a montar mi cama. Me meto en el saco de dormir y me cubro con los cartones que he cogido unas horas antes. No tengo frío, pero se me clavan todos los hierros del asiento.
Cierro los ojos y me duermo, en un sueño intranquilo, sin acabar de encontrar una postura que me resulte cómoda.
23-3-2011 Port Ainé. On the snow again
Salgo de la cama con optimismo ya que hoy inicio la última parte del viaje.
Además, incorporo un vehículo a la aventura. Un pequeño utilitario de tres puertas, que me permitirá moverme con más ligereza y autonomía e incluso me puede servir para pasar alguna noche, como tengo intención de hacer hoy.