Enciendo el tdt y la televisión para escuchar un poco la radio e intento encender un fuego.
Desayuno tranquilamente, me quiero tomar con calma el hecho de llegar a mi próximo destino: Valgrande-Pajares.
Baja Florentino, que también desayuna y se prepara para hacer las ascensiones que le corresponden.
Voy a las oficinas para ver a Jorge, pero no está. La secretaría me da una muy buena noticia y es que Txili irá a Pajares esta tarde cuando deje de trabajar, para ver a su familia. También me obsequia con un par de calentadores para los guantes, que además son reutilizables.
Vuelvo a pedir por Fran en la escuela, pero me dicen que hoy no vendrá.
De nuevo en el albergue sigo trabajando, escribiendo y poniendo en orden los pensamientos y las emociones.
Estoy en uno de esos lugares de los que no querría marchar. El confort y la situación me hacen volar la imaginación soñando en quedarme en un lugar así para siempre, al pie de las montañas, recibiendo y acogiendo visitantes que vienen a disfrutar del entorno único de las cimas y los valles. La realidad es que yo tengo un objetivo y tengo que irme.
Corto un poco de leña para sustituir la que gasté. Me ducho y preparo la mochila y el resto del equipaje con tranquilidad, saliendo de vez en cuando fuera, sentándome en las escaleras del albergue y dejando que el Sol me caliente. Me gustaría entrar a preguntarle al hombre que se cuida del albergue que tengo ante mí por qué no se acordó de mencionarme el de Ensidesa cuando apareci hace un par de días buscando alojamiento, pero prefiero no tener que escuchar cualquier excusa barata.
Me preparo una buena comida friendo un poco las patatas que me sobraron de la cena de ayer y unos huevos.
Pasan diez minutos de las cuatro de la tarde cuando abandono el albergue.
Camino por las calles nevadas de la urbanización, cuidando de no hundirme demasiado y de no resbalar y caer, lo que supondría el inconveniente de mojarme y tener que levantarme del suelo con todo el peso y el volumen extras. Bajar por el sendero nevado que he usado para llegar a la estación es peligroso y llegar esquiando implicaría guardar esquís y botas mojados. La mejor opción es bajar por la carretera y tomar el desvío un kilómetro más abajo. Los últimos quinientos metros son de subida y tengo que hacer unas cuantas paradas, pero llego con media hora de margen.
Veo a Lince y me acerco para saludarlo.
A las cinco y cuarto aparece Txili. Cargamos el equipaje en su coche y nos vamos en dirección a Pola de Lena, primera parada del viaje hacia la estación de Pajares.
En Pola de Lena me lleva en un lugar muy especial, El Tribunal. Al principio, cuando bajo del coche, intuyo que entraremos dentro de aquel portal, que tiene todo el aspecto de esconder la escala de un bloque de pisos.
Pero el aspecto exterior engaña totalmente. Dentro se esconde una de las tascas con más solera que he visto en mucho tiempo. Los utensilios de labranza y de caza, la disposición y antigüedad de los muebles y para rematar un escrito con una ilustración de la estancia fechada en 1873 me transportan a otras épocas.
Pedimos un par de vinos. La dueña guarda el dinero en un cajón de madera.
Hacemos tiempo mientras esperamos la pareja de Txili, que es la chica que me atendió cuando escribí a la estación solicitando información para preparar la aventura.
Cuando llega retomamos el viaje. Tenemos que subir el típico puerto de Pajares, carretera que había hecho una vez conduciendo un trailer y que me hizo sufrir de lo lindo.
Nos detenemos en el pueblo que da nombre al puerto de montaña, el pueblo de Txili, donde cogemos el teléfono del albergue de peregrinos ya que por aquí pasa uno de los ramales del famoso camino de Santiago. Aunque el precio es muy económico encuentro algunos inconvenientes que me hacen desistir de pasar aquí la noche, prefiriendo buscar algo más cercano.
Txili me invita a venir en agosto para participar en el descenso que se celebra a finales de agosto. Creo que me está tomando el pelo, pero me aclara que es una carrera de esquí sobre hierba, un evento que cada año reúne a más participantes y que es toda una experiencia.
Nos dirigimos hacia la estación para buscar alojamiento mientras le doy vueltas a la idea de bajar por un prado de césped a toda velocidad.
El albergue universitario está lleno de escolares al igual que el albergue del Toribión, pero Cristian, amigo de Txili, me consigue una habitación en el hotel que hay a pie de pistas. Me cuesta decidirme, pero no hay muchas opciones. Es la hora de preparar la cena y hay bastante trabajo, o sea que nos vamos y así me lo puedo pensar tranquilamente.
Después de marearlos con mis indecisiones acabo eligiendo la habitación de hotel.
Antes de dejar las cosas vamos hacia el bar que corona el puerto de Pajares, la Venta Casimiro, propiedad de los padres de Txili, donde nos reciben con alegría. Hechas las presentaciones decidimos que lo mejor será acercarnos a Brañilín (el pequeño núcleo de casas que hay alrededor de la estación) antes de cenar y dejar las cosas en la habitación.
Aprovechamos para ir primero al edificio desde donde se gestiona la nieve artificial. Ricardo, el padre de Txili, es el director técnico de Valgrande-Pajares y me presenta a Juan Carlos, el encargado de hacer funcionar el sistema de cañones. Este me enseña las instalaciones y las diferentes secciones, primero los ordenadores desde de donde controlan que todo funcione correctamente, después la sala de bombas y los compresores. Pregunto si pondrán el sistema en marcha, pero esta noche no harán nieve ya que la temperatura no lo permite.
Pasamos por el albergue a recoger a Cristian y subimos al hotel para dejar las mochilas y los esquís en la habitación.
Volvemos a la Venta Casimiro.
Mientras la cena no está lista me regalo la vista con la multitud de fotos que hay en el local y también los oídos con las anécdotas que me cuentan. Es un lugar mítico, punto de encuentro de motoristas que hacen su alto en el camino, y también de los que van o vienen de esquiar, que paran en este precioso sitio antes o después. El edificio lleva cerca de doscientos años en pie y desde la década de los cincuenta que lo lleva alguien de la familia.
http://www.minube.com/fotos/rincon/151682/666167 *
*estaba tan a gusto que me olvidé por completo de la cámara, pero aquí podréis ver como es por dentro
Tanto la madre como la hermana de Txili son excelentes cocineras y no puedo dejar de repetir plato. La ternera con setas está muy buena, pero la carrillada está insuperable, con una carne suave y melosa que se deshace en la boca.
El postre también está para chuparse los dedos.
Es tarde y la pareja que me ha llevado hasta aquí tiene que irse. Deseo que todo les vaya bien, esperando verlos pronto.
Me despido también de la familia y Ricardo me acerca al hotel donde pasaré la noche.
Me quedo solo en la habitación. Me meto en la cama, entre las sábanas limpias y me duermo.
