Me hace feliz saber que esta noche no dormiré solo, pero me preocupa no haber concretado ayer cómo llegar a Valdelinares.
Salgo del hostal y me paro en la estación de trenes para preguntar cuál puede ser el mejor lugar para ponerme a hacer dedo. Hay dos maneras de llegar a la estación, lo que complica la decisión.
Finalmente me dirijo hacia la salida de la A-23 dirección Valencia. Es la más cercana y la que me parece que será la mejor.
Cojo un cartón y inicio el ritual de escribir mi destino. Pregunto a un trabajador de un bar cercano para reconfirmar lo que me han dicho.
Los coches pasan sin hacerme mucho caso, salvo alguna mirada cómplice y un chico que, con cara de estar muy enfadado no sé porque, me levanta el dedo corazón enérgicamente, a lo que respondo con una sonrisa, para desconcertar más que nada.
Pasa el rato y no se detiene nadie ni por casualidad hasta que una pick-up me reconoce y me dice que estoy en mal lugar, que lo mejor que puedo hacer es ir a la carretera que lleva a Cedrillas, a la salida de Teruel hacia Alcañiz. Pregunto a un trabajador de una panadería cercana, para reconfirmar lo que me han dicho.
Vestido de esquiador, con una bota en cada mano y una bolsa de esquís encima, empiezo a andar, pensando que el tiempo está pasando y jugando en mi contra.
Llego a la salida de Teruel y me sitúo con el mismo resultado que antes.
Un autobús interurbano se detiene a pocos metros y finalmente le pregunto al conductor si estoy bien situado, a lo que responde que no, que para ir a Valdelinares lo mejor es ir al lugar donde va él. Y me lleva.
Durante el trayecto me comenta peculiaridades de Teruel, algunas ya oídas, otros no, que van conformando mi visión de este trozo de mundo, olvidado por masas, desconocido por algunos y querido por los que conocen las tierras y su gente.
Le deseo unas muy felices fiestas y le doy las gracias por haberme ayudado, después de que me indique hacia dónde tengo que ir.
Me estoy delante de una rotonda durante bastante rato, hasta que, cansado de que me vean los que van a un centro comercial cercano, camino unos metros hasta que veo la Nacional y decido colocarme allí, con idénticos resultados.
En un momento de inspiración, decido tirar la toalla y volver al hostal. Aprovecharé el día mejor de lo que lo hice ayer, iré a la biblioteca, llamaré a los de la radio, haré el turista por esta maravillosa ciudad y prepararé la habitación para recibir a mi amor.
Voy hacia la parada. Después de un buen rato aparece el bus. Subo y meto la bolsa y las botas como puedo para que no molesten ni caigan y hagan daño a alguien.
El conductor conduce con energía, se hace un poco incómodo mientras hacemos un recorrido por calles de Teruel por donde no creo que vuelva a pasar nunca más en mi vida.
En un momento dado le pregunto al chófer donde me tengo que bajar y me quedo cerca para me avise, lo que hacen él y dos abuelos más.
A un ritmo más pausado camino hacia el hostal. Llego, dejo las cosas y me cambio de ropa. Llama David, de la cadena Ser de Teruel, el único medio de comunicación de la zona que se ha querido hacer eco de mi historia, ya que ni en la Cope ni en Onda Cero fueron ... como lo diría, ni atentos ni amables cuando los llamé. Quedo para dentro de un rato y me voy.
No puedo dejar de admirar las casas, las iglesias, los conventos, las fuentes. Un poco abrumado llego hasta la biblioteca, que encuentro cerrada. En el suelo, un montón de periódicos dan fe de que hoy, viernes 24 de diciembre, ni abren ni tienen previsto hacerlo.
Igual pasa con las oficinas de Turismo y el ayuntamiento. Se ve que la zona azul no descansa, pero los funcionarios encargados de cobrar las multas si.
Llego a la radio y me siento muy bien recibido por parte de todos. David me ofrece conectarme a Internet y envío un correo felicitando estas fechas tan señaladas a todos los contactos que puedo.
La entrevista sale muy bien. Estoy relajado y tranquilo.
Cuando termina lamento no haber grabado el momento, ya que es en directo y no se registra en ningún formato.
Me quedo un rato por allí, el director me dice que se ha emocionado cuando ha escuchado que mi pareja bajaba para pasar el día de Navidad conmigo y no sé si lo dice en serio o en broma, pero se le nota contento.
Deseos de felices fiestas y apretones de manos con algún abrazo. Me recomiendan un local, pues tengo la misión de encontrar un lugar para comer el día de Navidad.
Me acerco al Yain, esperanzado porque sé que será una buena elección por varios motivos, pero no abrirá el 25.
Camino un poco apenado, intentando encontrar algún lugar adecuado. Vuelvo al hostal.
Salgo a media tarde para comprar algunas cosas buenas para hacer verbena y quedar con Néstor, de la escuela de Valdelinares, para explicarle mi proyecto.
Veo las caras y la actitud de la gente y me entra la vena consumista. Le compro un detalle a ella que espero que le guste, una tontería, merece mucho más, después de la panzada de kilómetros que se está haciendo y los que le quedan.
La charla con Néstor es distendida y juntos compartimos muchas ideas comunes y aprendo un poco más sobre el mundo y las peculiaridades de las personas con discapacidad durante un buen y agradable rato. Vuelvo al hostal.
Salgo a la escalera, donde tengo cobertura de Internet e intento actualizar el trabajo que he ido haciendo mientras no tenía conexión, mientras espero con ilusión la llegada que tanto anhelo y echo de menos.
Llega exhausta, después de pasarse muchas horas en la carretera.
Nos dormimos juntitos, incómodos por el agujero en medio de los dos colchones que toca sufrir cuando no hay cama de matrimonio.