Cansado de estar en el mismo lugar, espero que sean las nueve pasadas para dejar las cosas en la consigna, salir del edificio e ir a la oficina de turismo, donde espero encontrar información sobre alojamientos que se adecuen a mi presupuesto y saber donde está la biblioteca.
La oficina de información está cerrada y con un mapa de Teruel que me he procurado, camino y hago fotos de la arquitectura de la ciudad, yendo a buscar otra oficina situada más abajo.
El estilo de construcción mudéjar, típico de Teruel, me maravilla, y ando con la cámara colgando, captando todo lo que encuentro interesante.
Con una guía de servicios turísticos bajo el brazo y después de averiguar más cosas sobre esta ciudad, salgo en dirección a Casa La Amália o, lo que es lo mismo, Hostal Ovidio.
Hay edificios y monumentos singulares dondequiera que mire. Bajo por la preciosa escalinata
que lleva a la estación de trenes, lo que me recuerda en cierto modo a Puigcerdà. Localizo el hostal.
Decido quedarme, como mínimo esta noche. Nacho me enseña la habitación que, mirándola con detenimiento, la encuentro más que buena. Después de hacer unas comprobaciones, dejo unas cosas que llevaba encima y decido ir a buscar el resto del equipaje a la estación de autobuses. Y salgo haciendo el turista de nuevo.
Con la mochila y la bolsa de esquís encima, me planteo coger un autobús que me lleve hasta el hostal, pero acabo haciendo el trayecto a pie, porque hace bajada, no hay mucha distancia y llevo menos peso. Llego al hostal cansado, después de haber hecho unas cuantas paradas estratégicas para descansar la espalda.
Comienza la tarea de organizar la ropa y colocar las cosas. Después salgo a hacer más inspecciones turísticas
