21-12-2010 De Asolaze a Teruel
No quería salir del saco de dormir.
Es lógico que para una persona sola no pongan en marcha la calefacción de toda una planta, pero esta noche el calefactor que me dejaron ha muerto y por eso me daba mucha pereza notar el aire frío en mi piel desnuda.
He hecho un sobreesfuerzo, me he vestido deprisa y me he empezado a preparar la mochila, tarea que me ha llevado bastante más tiempo de lo habitual.
Me he preparado un desayuno valiente, lo he recogido todo y he bajado a la recepción para encontrarme con una cortina de agua delante de mis ojos. Había oído gotas contra las tejas, pero nada me hacía imaginar la lluvia que caía en esos momentos.
Por muy poco no he podido bajar con la dueña del camping y he optado por conectarme y trabajar.
Al cabo de un rato un trabajador me ha bajado hasta Isaba y allí me he quedado bastante rato, cobijado bajo el cubierto de los surtidores de una gasolinera fuera de servicio.
Como no pasaba nadie, he decidido hacer caso de las recomendaciones de un aldeano que me aconsejaba ir a la salida del pueblo.
He ido hasta allí, aprovechando un momento en que la lluvia ha amainado para cruzar todo el pueblo y meterme bajo el tejado de las piscinas.
Al rato ha pasado Asier, que me ha llevado hasta Burgui, donde he elegido quedarme bajo el techo del frontón. He elegido porque tenía dos opciones, quedarme en el cruce de la carretera, al raso, por donde pasaban el 80% de los vehículos que irían en Pamplona, o quedarme refugiado, en una carretera por donde casi exclusivamente pasaban los del pueblo, para ir al pueblo, con la posibilidad de que un amigo de Asier que tenía que ir a Pamplona me llevara.
No paraba de llover y por la carretera en Pamplona tampoco pasaban muchos coches, o sea que, viendo el resultado (no estar calado hasta los huesos en estos momentos) creo que he hecho una buena elección.
No sé cuánto rato ha pasado. Confiar está muy bien, pero pasan los minutos, y las horas y la buena estrella no brilla y te haces muchas preguntas.
Un coche se ha detenido, era Asier, que su amigo no había ido porque había visto su coche aparcado. Y en ese instante ha aparecido su tío, Joaquín, que, brilla estrella brilla, iba a Pamplona.
Hemos hecho los cerca de 70 kilometros que separan Burgui de Pamplona hablando un poco de todo, viendo nuevos paisajes, un corzo, nombres de pueblos que tendré que apuntar para no olvidar...
Entrar en Pamplona ha sido impactante. Empezar a ver anuncios de multinacionales, de supermercados, polígonos con centros comerciales, avenidas de cuatro carriles. Y coches, muchos coches. Ya el solo hecho de llegar por una autovía, cuando llevo muchos días viendo carreteras estrechas (salvo alguna nacional con carriles de aceleración y todo) ha sido una experiencia inolvidable.
Joaquín me ha dejado frente a la estación y me he sumergido en su interior. No sé si sería el estado mental, la acumulación de sensaciones o que, pero iba como medio perdido. Hacía calor, había gente, urbanidad, luces, espacios llenos de cemento y mármol ...
He descargado, me he comprado el billete y he comido un poco. Pero quería hacer uso del baño y quería conectarme a Internet. Total, que he preguntado el precio de la consigna y he valorado que valía la pena dejar los trastos y caminar un poco libremente por Pamplona, en busca de la biblioteca para hacer uso de la red y porque soy un enamorado de estos espacios de cultura.
Me ha costado encontrarla, pero finalmente la he localizado. Y lo he aprovechado.
He vuelto a la estación una vez hecho el trabajo y he conseguido un carrito para meter el equipaje, lo que me ha ido muy bien, pero que me ha supuesto una bronca por parte de un individuo que, de hecho, trabaja aquí y lo quería para uso laboral.
Con las cosas sobre el carrito y no cargadas en la espalda he empezado a dar vueltas por el edificio, que se me ha quedado pequeño y he salido al exterior, llegando hasta una rotonda muy peculiar.
He vuelto a meterme dentro de la estación, buscando un lugar para instalarme y poder escribir un poco antes de coger el autobús que me llevará a Teruel. Hablo con Eloi, que me dice que no hay nieve en La Muela, lo que me deja las opciones más claras.
Recojo mis cosas, tengo que ir al baño, donde entro con carro y todo.
El bus ha venido con retraso y hemos tenido que ir a otro andén para cogerlo. El chico de seguridad me ha hecho un favor diciéndome que ya lo guardaba él, el carro. He metido las cosas en un compartimento exclusivo y he subido, saludando a un chico catalán que se sentaba en el asiento de al lado, pero que se ha cambiado porque no era su lugar.
Nada más salir de Pamplona ya he cerrado los ojos. Supongo que debo haber dormido, pero no lo podría asegurar, porque no he tenido la sensación, al contrario, me ha parecido estar despierto todo el tiempo.
Nos hemos detenido en Monreal del Campo para repostar y estirar las piernas y ya no he vuelto a dormir hasta llegar a Teruel. No he podido grabar unas imágenes bastante bonitas del viaducto desde el autocar.
El autobús ha dejado al pasajero de Teruel solo en plena calle, ante una estación de autobuses cerrada a las 4 de la madrugada.
Unas chicas que venían de fiesta me han dicho que no había nada abierto salvo los locales de ocio nocturno, pero que había un parking abierto las 24 h.en el mismo edificio de la estación, y hacia allí que he ido, descargando las cosas e intentando descansar un poco.
Cuando el chico ha abierto la estación me he archivado en un banco y he cerrado los ojos un rato, hasta que el frío y la incomodidad me han hecho levantar, desayunar la cena de ayer (que consistía en un bocadillo de paté ) y activar un poco el cuerpo para entrar en calor.
La consigna es muy económica y podré dejar las cosas mientras investigo donde dormiré, qué y cómo haré lo que tengo que hacer estos días, un poco más tranquilo ahora que estoy aquí.