Me he duchado y me he afeitado, cosa que con el día que ha hecho de viento y frío no debería haber hecho.
He recogido mis cosas y lo he dejado todo preparado. He ido a Canfranc estación, a Correos, para enviar un paquete con varias cosas y he vuelto al albergue.
Cargado con los trastos he salido de este albergue tan peculiar y he ido a la entrada del pueblo. Allí me han recogido Carlos y Olga, que me han dejado en el cruce con la carretera que lleva a Borau, Aisa y Jasa.
No hacía ni un minuto que estaba allí, que aún no había hecho el cartel, se ha detenido Pau, un chico mallorquín que me ha hecho un gran favor acercándome hasta Jasa, tres pueblos más lejos de donde vive .
Eran las 12 y 24 minutos del mediodía. Desde esta hora hasta las 6 pasadas de la tarde nadie de los que iban a Aragüés del Puerto se ha dignado a recogerme. A las dos he decidido cargarme la mochila a la espalda y subir andando hasta Aragüés. He hecho un par de paradas para recuperarme antes de llegar al pueblo y un par más para subir las escaleras que llevan hasta la plaza.
Me he dirigido hasta el punto donde me han dicho, y allí he descargado, confiando en que alguien subiría.
Por suerte brillaba el sol y calentaba un poco el rostro mientras soplaba un fuerte viento de Norte.
Pero no pasaba nadie. Y el tiempo corría. Y el Sol se ha escondido. Y el viento soplaba. Y la temperatura bajaba.
Cuando he visto que bajaba un coche le he preguntado a la conductora si volvería a subir y cuando me ha dicho que si (pues es la persona que lleva el refugio) me he alegrado tanto que no he tenido la rapidez mental para preguntarle si podía esperarla en algún lugar caliente.
Al final ha vuelto y me ha llevado hasta el refugio, por una carretera preciosa, con unos paisajes muy bonitos.
El refugio es muy acogedor, sobre todo oyendo soplar el viento afuera.
El día se acaba, pero la oscuridad no lo acapara todo. La Luna, que lleva rato en el cielo, ilumina las montañas que rodean este paraje.
