27-3-2011 Baqueira-Beret. Recordando viejos tiempos
Sin saberlo ayer aparqué en la zona de Tanau, o sea que he dormido a 1700m. de altitud.
A las ocho menos cuarto salgo del coche, ya vestido y equipado para afrontar un nuevo día que intuyo será duro.
Anoche até los esquís en el porta-esquís con la funda y todo, y ahora me encuentro con la funda empapada, que no sé dónde meter. De mal humor la dejo a los pies del asiento del copiloto.
Camino por la explanada hasta cruzar un puente. A partir de aquí ya piso nieve. Sigo caminando unos doscientos metros hasta llegar a la pista Dera Cascada. Me extraña un poco que el telesilla que hay sobre mí ya funcione.
Me calzo los esquís y empiezo el descenso, confiando en que llegaré a las oficinas. Con la cámara fijada al casco puedo grabarlo todo y doy gracias que sea waterproof, es decir, sumergible, por lo que ya puede llover, ya, que ella sigue grabando. La única pega son las pequeñas gotitas en la lente, que van a estropear un poco la imagen.
Cinco minutos después llego a las oficinas de Baqueira-Beret, donde entro empapado. Le pido a la chica que me atiende si tienen un forfait que debería estar en un sobre a mi nombre, pero nadie sabe nada.
Después de algunas idas y venidas y de alguna llamada telefónica, en total poco más de cinco minutos, una chica me hace entrega del pase que me permitirá esquiar en la estación aranesa.
Vuelvo a salir al exterior, ahora que me había acostumbrado al calor y sequedad de las oficinas. Me da un poco de pereza tener que afrontar otra vez la lluvia, pero quiero estar presente en la prueba del Campionat de Catalunya d'Esquí Adaptat desde un buen principio.
La competición tendrá lugar en el sector de Beret, o sea que me tengo que espavilar. Rápidamente me dirijo hacia el telecabina Baqueira, que me lleva hasta la cota 1800, donde se encuentra el telesilla Era Cabana. Durante el trayecto aprovecho para estudiar el mapa que he cogido de las oficinas ya que con la lluvia no creo que tenga ocasión de sacarlo sin que acabe siendo un pedazo de papel mojado inservible e indescifrable. Creo que lo mejor será coger el Era Cabana, bajar hasta el Vista Beret y desde allí ir a buscar la pista donde creo que se celebra la carrera, el Stadium Slalom Beret. Sin embargo, cuando salgo de la cabina pregunto si será lo más rápido o si hay otra combinación.
Veo a unas personas vestidas con una equipación que me hace dudar y les pregunto si tienen algo que ver con el esquí adaptado. Me dicen que no, que los del Montanha Aran Club van de rojo, con el anorak azul. Les doy las gracias y empiezo a remar hacia el telesilla.
Me siento en la silla mojada del Era Cabana, que me sube unos doscientos metros de desnivel. Tal y como me esperaba, al subir de cota el agua pasa de su estado líquido a un estado más sólido, una nieve húmeda que es muy pesada y que se filtra igualmente por las costuras de la ropa, que ya empieza a estar saturada de H2O. A partir de ahí empiezo a bajar siguiendo los carteles que indican la parte de la estación donde quiero ir.
En una confluencia de pistas decido detenerme y asegurarme de tomar el buen camino y, de repente, las nubes se rompen y dejan pasar una pequeña porción de luz más clara, como si el Sol quisiera hacer acto de presencia. Llego a los pies del telesilla Vista Beret, en teoría el último remonte que tengo que coger para llegar a mi destino.
Su lenta velocidad hace que tarde casi doce minutos para plantarme a 2160m. desde donde hago una larga diagonal que me lleva a pasar por debajo de una línea de telesilla y llegar hasta unas redes que me cierran el paso. Una capa delgada de nieve recién caída hace más agradable la angustia de no saber muy bien si estoy yendo en buena dirección. Al otro lado de las redes hay un trazado marcado, pero podría perfectamente ser un entrenamiento, u otra carrera. No encuentro a nadie a quien poder preguntarle y bajo rápidamente por el lado de las redes hasta el telesilla Dera Reina e inevitablemente recuerdo a Doña Sofía saludando con la mano, tal y como la parodian en el Polònia (programa de humor de TV3, recomiendo echarle un ojo).
Cuando estoy llegando veo un pistero que accede al telesilla y lo persigo. Pasa por una abertura entre las vallas. Intento llamar su atención sin éxito. Está a punto de cruzar el portillón para subir al remonte cuando finalmente se gira para atenderme y le empiezo a preguntar el lugar donde se hace la carrera mientras oigo que una persona habla detrás de mí.
Me giro. Una chica me pregunta: - ¿Vas a subir? Y en ese momento me quedo en blanco. -Si, no, no lo sé. Respondo impaciente. Con las prisas no me he dado cuenta de que él pasaba por un acceso diferente y que la entrada del remonte estaba unos metros más a la derecha.
El pistero me confirma la pista donde tendrá lugar la carrera cuando retomo la conversación con él. Más tranquilo me doy media vuelta y le pido excusas a la chica que revisa los forfaits y que antes no hacía más que hacer bien su trabajo.
Subo al telesilla.
Cuando llego arriba el Sol brilla fuerte iluminándome de lleno mientras todavía caen algunos copos. La nieve tiene un tacto fantástico, lo que me sorprende gratamente. No puedo entretenerme a disfrutar, pero elijo hacer una línea nueva un poco alejada de las trazas que ya empiezan a rayar la pista. Y eso me alegra el ánimo.
Medio minuto después veo a tres esquiadores, uno de ellos en silla adaptada y me acerco para preguntar por Andrés Gómez. Me señalan una casita de madera cercana. Los sigo. Pasamos un cartel indicativo de pista cerrada.
Una vez dentro del trazado lo busco. Vuelvo a preguntar a un par de chicos que encuentro. Después de indicarme un par de veces el lugar sin que los entienda demasiado bien, uno de ellos me dice que siga por la pista sin cruzar ninguna red y lo encontraré.
Efectivamente, un poco más abajo, junto a la caseta de salida, lo veo. Está terminando de ultimar unos detalles con tres de los corredores que tomarán parte en la prueba.
Me acerco y le saludo. Respiro aliviado. Por fin puedo volver a hablar con él, después de aquella interesante charla que tuvimos al principio de empezar mi aventura.
Acaba de hablar con ellos y bajamos esquiando hasta los pies del telesilla Dera Reina.
Las nubes se rompen cada vez más, dando la sensación de que el día se levantará.
Cogemos el remonte. Mientras subimos le doy recuerdos de una persona que conoce, uno de los hombres que conocí en Navafría y con quien tuve el placer de compartir unas horas, una cena maravillosa y al que agradezco enormemente todo lo que hizo por mí. El mundo es un pañuelo, o como a mí me gusta decir, un kleenex lleno de mocos.
La nieve, que en la zona de Baqueira era húmeda y pesada aquí es fácil de esquiar. Recién caída ha dejado un buen manto que dan ganas de marcar.
De nuevo en la caseta de salida soy espectador de excepción de como se acaban de repartir las tareas las diferentes personas de la organización y de cómo Andrés da los últimos consejos.
Los integrantes de la Fundación También se preparan y ultiman pequeños detalles.
Hay participantes de varias federaciones españolas y también un representante andorrano.
Me sitúo unos metros por debajo de la caseta de salida para poder tomar imágenes de la carrera.
A las nueve y media se da la salida del slalom.
Puedo constatar y fotografío el alto nivel de todos los participantes, pero aún más alto es su entusiasmo, las ganas y el esfuerzo que ponen en cada uno de los virajes, en cada cambio de cantos, en cada anticipación hacia la siguiente puerta.
Voy cambiando de posición para no hacer las fotografías siempre desde el mismo lugar.
Al cabo de un cuarto de hora veo como sale el corredor más joven de la prueba. A pesar de su juventud no duda ni un momento a la hora de encarar y atacar las puertas. Los que estamos allí lo animamos con todas nuestras fuerzas.
A las diez ha finalizado la primera manga y aprovecho para ir a los baños, donde puedo ver un montón de sillas para personas con discapacidad y las bolsas donde guardan las botas y el material. Pienso que son muy confiados de dejar sus pertenencias sin vigilancia y que la estación debería facilitar un espacio cerrado donde pudieran guardar su equipo con más seguridad.
Sin mucho tiempo para perder vuelvo a coger el telesilla Dera Reina para presenciar la segunda manga. En esta, ya sea por el cansancio acumulado, ya sea por querer buscar el límite, veo como uno de los participantes pierde el contacto con la nieve y cae, debiendo remontar para enmendar el error. Los pocos espectadores le animamos a seguir, cosa que hace inmediatamente.
Antes de las once de la mañana termina la prueba. Aprovecho para ir a la caseta donde se toman los tiempos, un barracón muy bien equipado donde un par de personas tienen los ojos clavados en sus ordenadores. Veo también como los controles han tenido que descalificar a tres corredores. También hay un maletín con unas teclas y una pantalla que imprime en un papel una serie de números que no acabo de relacionar, supongo que serán los tiempos de las dos mangas.
Desde la caseta hago unas fotos a los participantes mientras éstos son fotografiados en grupo. Todo el mundo tiene algo que hacer y yo me siento un poco fuera de lugar, así que después de preguntar a qué hora se hará la entrega de premios decido coger uno de los remontes que hay en la explanada de Beret y que no estaba cuando yo hacía maniobras vestido de verde caqui por estas montañas, al menos no lo recuerdo.
Me quito los esquís para ascender un poco y retratar el maravilloso paisaje que se ofrece ante mí. Me obsesiona la idea de intentar recorrer toda la estación, pero me doy cuenta que no será posible ya que el remonte que veo ante mí, el Costarjàs, está cerrado, lo mismo que el Dossau. Me hacía mucha gracia ascender hasta el punto más alto de la estación. Además, recuerdo que años antes me quedé sin hacer esa cumbre ya que tampoco tenía mucho interés en conquistar una montaña por obligación de un sargento o un capitán.
Vuelvo hacia el lugar donde se hará entrega de los trofeos a los participantes de la prueba y entonces veo una escena que me sorprende y que no acabo de entender: para llegar al podio hay cinco escalones metálicos que dificultan enormemente el acceso y suerte tienen de los acompañantes y el público allí reunido que suben las sillas a pulso. Me parece una pifiada bastante grande que siendo una prueba de esquí adaptado no se hayan adaptado los accesos al podio ni tampoco éste.
A pesar de los impedimentos, la sonrisa no se borra de la cara de los participantes ni del público asistente que espera la entrega de las medallas.
Se van repartiendo los trofeos a los ganadores en las diferentes categorías.
Hay un momento precioso cuando el participante más joven sube al podio para recibir la medalla de bronce, pero aún es más emotivo cuando el medalla de oro baja el escalón más alto para auparlo arriba del todo.
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Después de unas palabras del presidente de la FCEDF y de otras personas que han hecho posible la carrera, se da por concluida la entrega de premios.
Puedo hablar brevemente con Josep Giménez a quien me presento. Saludo a Teresa Silva, a quien vi poco rato cuando fui a Madrid en la sede de la También y también con Irene Villa, a quien robo unos minutos para poder intercambiar opiniones sobre el deporte adaptado y sobre cómo la práctica deportiva puede ayudar, tanto a personas con discapacidad como a personas con problemas de integración social. Ella me cuenta que está impulsando un proyecto relacionado con estos últimos llamado "Con un pie fuera", pero podemos hablar poco ya que, por sorpresa mía, un hombre se la lleva sin que podamos terminar de hablar y profundizar sobre el tema.
Decido salir a recorrer la estación tanto como pueda y me encamino hacia el telesilla que tiene más desnivel, el Jorge Jordana, un desembragable de seis plazas larguísimo.
Este me deja en el Cap de Baqueira, a 2500m. de altura.
Empiezo a bajar por la pista Guineu, pero cuando mis ojos ven el manto blanco e inmaculado que hay fuera pista la tentación es demasiado grande. Paso por debajo de la cuerda y voy a buscar esa nieve virgen que aún nadie ha esquiado, por debajo de la línea del telesilla Mirador. Dejo a mi derecha, a regañadientes, unas canales que no me atrevo a bajar, ya que no me conozco lo suficiente el terreno. Con mucho gusto me lanzaría si fuera acompañado, pero le prometí a la persona que amo que iría con cuidado y la promesa me viene a la cabeza como un recordatorio de los peligros de la montaña y del atrevimiento.
Cojo el Mirador. Baqueira tiene un montón de lugares encantadores, aparte de sus paisajes, como la llegada del telesilla de dos plazas La Choza, que debe hacer años que sube esquiadores.
Me lanzo por Solei, yendo a buscar el sector de la Bonaigua, pero el Teso Dera Mina está cerrado y tengo que subir por el telesilla Solei, bajar por la pista Argulls e ir a buscar el remonte con el mismo nombre.
Cuando llego arriba veo a dos pisteros en moto de nieve a quien detengo para presentarme y preguntar si podría acompañarlos un rato y grabar el trabajo que hagan. Mi idea es subir con ellos, remolcado por la moto, hasta la caseta donde tienen el núcleo SOS. Piden permiso a su jefe, que por causas de fuerza mayor, se ve obligado a responder con una negativa, lo que entiendo perfectamente. Les digo que si no tienen inconveniente me acercaré por mi propio pie y quedamos en vernos allí.
Me quito los esquís, me los cargo al hombro y empiezo a caminar. Es una putada que no funcione el Dera Mina, pero ¡qué le vamos a hacer!
A medio camino me detengo para grabar el paisaje, grande, enorme, magnífico. El contraste de las montañas nevadas, las nubes que vuelven a tapar el cielo y el azul de éste hacen una postal que la cámara no puede captar en toda su inmensidad, sólo el ojo humano puede.
Al cabo de cinco minutos veo una sombra que se mueve en la nieve. Levanto la cabeza y veo un buitre solitario a quien me da tiempo de fotografiar.
Ya veo el retorno del telesilla y la caseta de los pisteros, pero antes de llegar me subo al pico para ver las vistas y hacer fotos. Un pajarito se queda quieto unos instantes, los necesarios para que pueda cazarlo, con la cámara, claro.
Llego a la caseta donde están los pisteros. Después de pedir el permiso correspondiente, el jefe de sector me invita a entrar y me cuenta cómo funcionan y cómo trabajan.
Paso casi tres cuartos de hora con ellos, descubriendo lo bien organizado que tienen los rescates de heridos.
Empieza explicándome la localización de los puntos de socorro, el número de pisteros que hay en cada punto y qué medios utilizan para evacuar en función de la gravedad. Continuamos hablando del tipo de clientela con la que deben tratar, pero teniendo en cuenta que calculan que llevan vendidos más de medio millón de forfaits, mi pregunta es un poco banal. Tienen desde el debutante más joven hasta esa persona de la tercera edad que seguirá esquiando hasta que las rodillas ya no aguanten, y desde el esquiador que disfruta con prudencia de pistas adecuadas a su nivel hasta el temerario que busca un límite que está más allá de sus posibilidades.
Abren una de las dos mochilas de que disponen para tratar a la persona herida según qué constante vital falle. Tienen todo lo necesario: hemostasia, sueros, oxímetro, cánulas, aspirador, la oxigenoterapia, etc. Son las mochilas de soporte vital básico.
Si se hace uso del material de la mochila, es porque la cosa es o puede ser grave y la persona accidentada acabará en el hospital. De modo que se avisa directamente al Servei d'Emergències Mèdiques.
El SEM llega con un vehículo medicalizado y les entregan una mochila lista para hacer uso de ella, llevándose la que los pisteros han utilizado.
Me dice que el sistema de socorrismo de Baqueira está coordinado con los sistemas de emergencias de la Val d'Aran y con el Hospital. Debería hablar con (si no lo entiendo mal) Franc Cardeñas, del TESVA, que es quien lleva la organización. Pienso que me encantaría poder hablar con él y preguntarle un montón de cosas mientras me imagino cómo, y si sería factible, trasladar este sistema de coordinación a Andorra. Me impresiona mucho ver que aquí se hacen las cosas bien y que alguien ha pensado con la cabeza, y no con los pies o anteponiendo intereses particulares a las necesidades reales de todos.
Me enseña el desfibrilador y también saca otra mochila. Esta sólo podrá utilizarla un médico. Contiene cuatro bolsas de diferentes colores: verde, para las hemostasias; la amarilla, con la medicación; la azul, temas respiratorios; y la roja, tema sanguíneo. Además, hay un respirador automático para conectar a la botella de oxígeno y un aparato para monitorizar al paciente.
Me han abierto las dos mochilas para enseñármelo todo y se me ocurre preguntar dónde guardan el material de rescate de víctimas de aludes, sin ser consciente del revuelo que les estoy causando. Sin embargo, no dudan en abrir el baúl y sacar otra mochila, con lo mínimo indispensable para rescatar a una persona.
Sacan una especie de petate, con material para evacuar telesillas: poleas, arneses, cascos...
Como si no les hubiera dado bastante trabajo, uno de ellos abre la mochila que lleva siempre encima para enseñarme lo que lleva: la pocket mask, vendas, una férula, etc. Y también un pequeño blog, la guía de procedimientos y evacuación de víctimas, con información muy interesante.
Ha valido la pena acercarme hasta aquí, pero tengo que marchar. Me despido de ellos y salgo fuera. Llamo a Albert para saber cómo quedar con él y encontrarnos. Le tendré que llamar más tarde.
Bajo por la pista Cresta de Bonaigua, empalmando con Muntanyó. Me fijo bien y recuerdo que es la misma por donde estuve esquiando, a principios de temporada, con mi padre, cuando iniciaba mi periplo por las estaciones.
Cojo el Bonaigua, el Solei y el Pla de Baqueira para ir a buscar el Jorge Jordana antes no cierren. Me ha ido justo porque cuando voy más o menos por la mitad noto como aceleran y la silla aumenta la velocidad.
Cuando estoy en Cap de Baqueira bajo hasta dónde están los pisteros para ver si puedo bajar con ellos cerrando pistas. No hay ningún problema.
Con uno de los pisteros bajamos por las Pales der Arias 1. Nos detenemos un momento para esperar que un compañero dé el cierre de Cara Nord. Seguimos abajo, sacando los piquetes de señalización y poniéndolos a la derecha de la pista, ya que la retrac aquí trabaja con el cable y los tiraría todos.
Encontramos los primeros clientes cuando estamos en Pales der Arias 2.
Ellos bajan con el pistero que venía de Cara Nord y nosotros seguimos por Luís Arias, disfrutando de una nieve transformada, pero muy rápida y gustosa.
Dejamos atrás la cafetería Orri en compañía de otro pistero. Paramos frente al Jorge Jordana porque hay unos clientes bajando por Horath deth Bo, pero se quedan en Beret, así que seguimos. Enlazamos con la pista que me llevará hasta el aparcamiento donde tengo el coche.
Me despido y sigo esquiando por el camino nevado hasta que ya no hay más nieve.
Ha sido un buen día de esquí, muy provechoso, aunque a primera hora de la mañana no me creía que iría así.
Con otra ropa y con todo el material recogido me meto en el coche y me encamino dirección Vielha.
Me detengo un momento en Salardú a hacer unas fotos y en la tienda Mombisurf para transmitir recuerdos, pero Mombi no está.
En la Val d'Aran hay, viven y/o pasan, gente que tiene muchos cuartos y buena prueba de ello es el Mercedes SLR McLaren que tengo ante mí.
Sigo las indicaciones que me ha dado Albert para llegar a su casa.
Antes de llegar me paro cuando veo la iglesia de Gausac, una maravilla que me invita a entrar. Está desierta, no hay nadie. Espero que salga alguien para poder hablar y conocer algún detalle, pero me tengo que conformar tomando una postal y dejando el dinero allí, confiando en que lo recoja la persona encargada.
Finalmente aparco el coche, cerca de donde me ha dicho. Hacía tiempo que no nos veíamos, pero nos ponemos rápidamente al día. También recibo la llamada de Perú, un antiguo compañero de mili, pero no podremos coincidir.
Vamos a casa, donde pongo a secar la ropa y la funda de esquís. Aprovecho para ducharme.
Llega el resto de la familia. No tardamos en cenar. Está todo buenísimo.
Vamos a dormir temprano. Mañana me tengo que levantar con tiempo para llegar antes de las nueve a Boí-Taüll.