Nacho Luque
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Querido Nacho, permíteme sumarme a los que te recuerdan hoy, para volverte a
decir lo que ya te agradecí un día: que me enseñaste cuando no sabía, que me
acogiste en tu casa, que me trataste como a un igual.
Ya eras una leyenda antes de la tabla - con tus esquís siempre rotos, cada
uno de un modelo y con distinta fijación - dibujando potente tu firma sobre la
nieve o marcando tresesentas impecables.
El Loco, te llamaban, como el pionero que fuiste con tu estilo agresivo, tan
personal. El Loco de la Visera, El Loco de la tabla, El Loco visionario que
comprendió a tiempo que la vida es solo una y decidió vivirla como tal.
Recuerdo muchas cosas, pero especialmente recuerdo tu humildad, tus modales
reservados, la generosidad silenciosa con la que te fuiste aquél día de nuestra
pobre casa, dejando un regalo en el horno que todavía no he olvidado.
Quizás es la misma generosidad tranquila con la que te has ido, dejándonos un
legado vital, un ejemplo para seguir, la certeza de que la muerte no es en vano
si la vida se vive recta e intensamente.
Hoy me sumo humildemente a los que te recuerdan y, allí donde estés, allí
donde nos encontraremos, espero verte un día levantando una estela, dejando
potente tu firma dibujada, volando cornisas sobre la vida que, gracias a tu
legado, hoy nos reúne en tu recuerdo para aprender a vivirla como tú hiciste.
Tu amigo
Carlos Guerrero Castillo