Como decíamos de broma el otro día, con una leve pero muy rentable inversión puedes alcanzar esa cima que siempre supiste que te pertenecía, jaja, y es verdad, si la cima es alcanzable, claro. En el fondo, lo que los profes de esquí hacemos es dar consejos modestos y sensatos para ir encadenando pasitos, subiendo peldaños y, al final, después de todos esos escaloncitos, desde esa pista de principiantes aquel día, al nivel que tengo hoy, realmente hemos llegado más lejos de lo que probablemente esperábamos. Nada que ver, juas, con las prisas, las grandes promesas y lo cambios radicales y permanentes de– le copio la palabra al insigne conforero ManuelV- los jedis-punto-bro. .
Hace años escribía sobre la utilidad de los profes de esquí en un mundo, aparentemente frívolo, de ocio y fiestecilla. Por un lado, servimos a los alumnos con beneficios que van más allá de esquiar sin más: alegría, autoestima, relaciones personales, incluso salud… Por otro, somos un engranaje clave de la industria de la nieve, en lo general, y de nuestras estaciones en particular. Muchas empresas del sector lo valoran, integrando a los entrenadores y los profesores como eslabones legítimos de su cadena de valor.
Así que debía a los compañeros y a mí mismo esta segunda parte del suscríbete a mi canal de la semana pasada, porque, salvo excepciones, pocos han vendido humo ni generado expectativas falsas, al menos deliberadamente y, desde hace más de cien años que nació este oficio, nos hemos dedicado a conquistar cimas alcanzables, jaja (es abrir a boca y me sale poesía, como en el título, sin ir más lejos juas, juas, juas), metas, normalmente modestas a corto plazo, a veces inapreciables, pero sólidas y generosas a la larga, sin las que este deporte seguramente no sería lo que es.
¡Buenas huellas y feliz entrada de la primavera!
Carolo, marzo de 2025
P.S.: No hay ni que decir que los vendedores de crecepelo en internet son minoría, e infinidad de esforzados comunicadores dan extraordinaria, entretenida y utilísima información. Personalmente, no puedo estar más agradecido, no solo de su trabajo, sino de haber asistido a este fenómeno, habiendo nacido en los años 60 y crecido con teléfonos pegados por un cable a la pared.