Alucino cuando veo que en el siglo XXI se sigue hablando de vicios en la enseñanza del esquí. Y venga: fallos, vicios, mal… creía que ya, hace lo menos 30 años, habíamos convencido de que no se trata de corregir errores, sino de aprender habilidades que no se tienen. Si acaso, citar errores puede servir para contrastar las destrezas funcionales con las que no lo son, pero ya. Pues oye, millones de palabras al respecto en papel y en internés, incluso muchas escritas en román paladino, ni en inglés ni nada, y la gente sigue hablando de corregir vicios. Ojo, no señalemos a nadie en concreto, es un problema profundo muy extendido en la enseñanza de casi todo, y los profesores son también víctimas de lo que les han enseñado a ellos.
Eso sí, no se le puede negar a la instrucción tradicional del esquí el inmenso mérito de haberse adelantado a las mejores estrategias de ventas, juas, y eso sin haber estudiado marketing. Llamémoslo eficacia comercial natural, juas, juas. El truco es simple; te hago creer que tienes un problema y que yo tengo la solución. La cosa no es tanto hacer ver que te puedo proporcionar algo que deseas, o sea, habilidades prácticas, más eficacia, eficiencia, más precisión, más fluidez, más estilo, sino algo más avieso: hacerte creer que tienes una especie de tara y jugar con el miedo, la aprensión, la duda, para generarte una necesidad.
Se ha escrito mucho sobre el tema. Al que se conoce como padre de las relaciones públicas modernas (que, seguro que en Grecia ya había uno hace tres mil años, pero a este es al que le dan hoy el crédito) -Edward Bernays- en su teoría de la ingeniería del consentimiento hablaba entre otras cosas de cómo crear deseos en la mente de los consumidores. Resumiendo, todas estas maneras de manipulación emocional como la que cito arriba, apelación al miedo (falacia ad metum o ad terrorem, que impresiona más, juas) que en un entorno hostil como la montaña resulta muy potente, o esa táctica del déficit que consiste en magnificar pequeñas carencias, se asocian con las trampas de construcción artificial de necesidades. Con ello, se consigue crear un vínculo sutil de dependencia, a veces incluso fina sumisión, entre instructores y alumnos.
Como decía, no es que los profes de esquí seamos unos perversos malandrines vendedores de humo, sino, más bien, víctimas de unas prácticas extendidas y antiguas en la enseñanza, que ya creo que es hora de erradicar. ¿Existen los errores? Por supuesto. ¿Se pueden automatizar malos hábitos? Sin duda, ¿debemos hacer girar el adiestramiento alrededor de estos? Definitivamente, no. Es mucho mejor poner el acento en lo que sí hay que hacer, en vez de en lo que no. Y, mucho menos, crear una sensación de demérito, incapacidad, agobio e incluso temor, por estar señalando continuamente qué se hace mal, en lugar de las destrezas que puedo conquistar.
Ya escribimos en aquel articulito de hace doce años que, en lugar de esa horrible expresión, corregir vicios, es mucho más sugestiva “la belleza de las palabras adquirir, cultivarse, ejercitarse, instruirse, educarse, interiorizar o aprender”. Como hemos argumentado en todos estos años, este enfoque del aprendizaje de cosas útiles frente a la corrección de defectos que a veces ni siquiera existen, no solo es menos oscuro, sino que, muy probablemente, por su carácter descriptivo y motivador sea más eficaz.
¡Buenas huellas!
Carolo, diciembre de 2024
Comparto con los lectores algunos de los artículos que hemos escrito aquí al respecto, el primero de hace nada menos que 20 años
- 2004. Vicios
- 2011. ¿Es necesario esquiar perfectamente?
- 2011. Miedo
- 2012. Corregir
- 2012. Actitud
- 2014. Cuatro claves de la enseñanza del esquí
- 2015. Esquiar bien o mal
- 2015. Cosas buenas y cosas malas del esquí
- 2015. Cuál es tu foco
- 2018. Hormonas, neurotransmisores y aprender a esquiar
- 2020. Hipercorrección en el esquí
- 2024. Las "sinremedio" del esquí y la conquista del miedo