El cambio por flexión es una forma refinada de esquiar. Permite cambiar de cantos rápidamente sin alterar mucho el centro de gravedad. A la vez, se absorbe la compresión que se genera al final de una curva o al amortiguar un bache. Todo son ventajas: hay economía de movimiento, se esquía más rápido con mayor seguridad, se consiguen ángulos de canteo más rápidamente y se adapta uno mejor a las irregularidades.
Es este viejo montaje de mi libro "Esquí, rendimiento y emoción" (Desnivel, 2006), vemos a Richard Berger ejecutando un cambio por flexión. Como vemos, tras la absorción del final de la curva extiende las piernas lateralmente, recuperando la posición y gestionando así las fuerzas con funcionalidad.
Por ello, muchas personas se esfuerzan en aprender este gesto, por ejemplo, en los baches, sin haber aprendido antes el cambio por extensión. Me parece un error, pues, si no aprendemos a extender bien, seguramente adquiriremos el hábito de comenzar las curvas retrasados y nunca llegaremos a emplear la fuerza de las piernas funcionalmente, con todo su potencial.
Cuando nos enseñan el cambio por extensión básico, descubrimos que, al desdoblar las piernas, la cadera se nivela sobre los pies. El cuerpo se organiza para equilibrarse naturalmente, pues ve que es lo que lleva haciendo desde que aprendimos a andar de pequeñitos. Además, nota que esos segmentos de la pierna alineados permiten aplicar la fuerza mejor. A medida que esquiamos más rápido, descubrimos la necesidad de amortiguar, flexionando, al final de las curvas, y evolucionamos así hacia los cambios por flexión. Quienes han aprendido a extender bien, cambien como cambien los cantos, buscarán esa conexión sólida con el suelo a través de los segmentos de la pierna desdoblados. Así, las extenderán lateralmente y moverán los pies, tal vez inconscientemente, por detrás de si, buscando ese contacto canto-nieve que permite comenzar una curva con control.
Muchas personas, por contra, como están fuertes, se pueden permitir no recuperar del todo la posición y hacer la curva retrasados, incluso sin extender totalmente las piernas. Por eso, se ve algunos atletas de distintas disciplinas esquiar bajos y levemente atrás, en una combinación casi circense de fortaleza física y adaptaciones personales. No es lo más aconsejable para la inmensa mayoría de nosotros y, quizás, tampoco lo sea a la larga para la salud del propio atleta, por la carga a la que se somete a las articulaciones en esa postura.
Un cuerpo en movimiento siempre busca la forma más eficiente de resolver problemas y, con la práctica, suele conseguirlo. Si el edificio de habilidades está construido pisito a pisito, con buenos cimientos, seguramente le facilitaremos el éxito. En realidad, al cambio por flexión se llega naturalmente, aumentando la velocidad y amortiguando la fricción que esta misma genera al final de la curva. Ese cuerpo serrano que tenemos, bien entrenado, buscando jugar con las fuerzas con eficiencia, con economía de movimiento, irá alterando poco a poco la dirección en la que se desdobla, menos hacia arriba y más cuesta abajo. Las piernas sabrán adaptarse al terreno y aprenderán a amortiguar espontáneamente, extendiendo, a continuación, no ya hacia arriba sino lateralmente, buscando contacto, equilibrio y presión. Habremos aprendido a cambiar por flexión, equilibrados, fuertes, con control, precisamente, porque hacíamos bien la extensión.
¡Buenas huellas!
Carolo, enero de 2024