Lo de las piernas juntas o separadas tiene muchos años, y cada cierto tiempo te dicen lo contrario que antes. Ahora juntas, ahora separadas… todo el que tenga edad suficiente sabe de qué hablo. Cuando las botas eran de cuero y las pistas apenas se pisaban, llevar los pies pegados era muy conveniente. En los 70 se hablaba de la independencia de piernas pero, a la vez, en el esquí de ocio, llevarlas juntas seguía siendo uno de los principales objetivos técnicos y estéticos de casi todo el mundo. Llegaron los 90 y separar los pies se hizo inmoderadamente obligatorio, hasta el punto de que el estilo apretado de los 80 rozaba lo pecaminoso, si se me permite la comparación, jaja, y te llamaban de todo menos bonito si llevabas un pie cerca del otro. Hoy, del todo ya en el siglo XXI, infinidad de escuelas vuelven a las piernas juntas e, incluso, vemos ganar a corredores de Copa del Mundo de alpino que esquían con trazas sorprendentemente estrechas.
A los que nos han obligado a esquiar, primero con los pies juntos, luego separados y luego otra vez juntos todo esto nos resbala, ya que hemos sufrido a demasiados dogmáticos como para serlo nosotros también a estas alturas (y porque, juas, cómo no, yo mismo lo he sido en alguna ocasión). Los dogmas son cómodos y consuelan a quien no quiera pensar mucho, pero, creo, no sirven para enseñar a esquiar bien a una variadísima inmensa mayoría debido a que, como decía no me acuerdo quién, para todo problema complejo hay una explicación simple, elegante, tranquilizadora y, juas, equivocada.
El mito de la base de sustentación ancha, bajo el enfoque anatómico
Somos bípedos y hemos evolucionado durante millones de años para movernos a partir de un apoyo monopodal; de un pie a otro. El complejísimo equilibrio que hemos desarrollado permite mover una masa grande, que está arriba, desde una base de sustentación, mínima pero ágil, que está abajo, en la planta del pie. Desde esa base se traslada cíclicamente la carga al compañero que se mueve coordinadamente a su lado. Ese principio - masa grande arriba, punto de apoyo pequeño, abajo - es totalmente opuesto a la conjetura simple de la base de sustentación ancha, que sirve en teoría para el equilibrio estático, pero no sirve en la práctica para el sutil equilibrio dinámico que emplea un bípedo desplazándose.
Y, no solo se trata de equilibrio, sino de generación eficiente del movimiento y de la fuerza. ¿Os habéis fijado en esas personas incapaces de hacer bien el paso de patinador? Observad que, nueve de cada diez veces, es porque llevan las piernas demasiado separadas en el plano frontal. Del mismo modo, al esquiar, la pierna que se extiende y comienza la traslación viene de una posición flexionada y hace una contracción concéntrica para iniciar la nueva curva. Ese fémur que se extiende, además, hace una rotación interna en su acetábulo a la vez que la cadera rota externamente. Esta compleja inervación es más efectiva si la base de sustentación está bien alineada con el centro de gravedad. Lo podemos comprobar ahora mismo, sin más explicaciones, intentando dar pasos rápidos de un lado a otro o de adelante a atrás. Primero con las piernas muy separadas en el plano frontal, luego con las piernas naturalmente juntas. Añadamos una pesa para terminar de convencernos y movámonos en el auténtico plano que usamos al esquiar, que es el plano transverso (en diagonal, vamos), combinando el frontal y el sagital con el eje vertical. Partiendo con las piernas separadas somos un pato, con menos rango de movimiento, más lentos, más débiles y con menos equilibrio.
El mito del esquí deportivo limitado al esquí alpino
Un argumento frecuente es que los corredores de alpino separan las piernas y bla, bla, pero se olvidan de, primero, que la separación cambia en las distintas fases de la curva y, segundo, que el esquí va más allá de los palos de un trazado. Por ejemplo, un corredor de baches, tan atleta de Copa del Mundo como el de alpino, va con las piernas pegadas; independientes pero juntas con un enorme amplitud de movimiento. Las razones no son estéticas como alguna gente cree, sino anatómicas y físicas, como hemos argumentado ampliamente en algunos artículos. En tercer lugar, cualquiera que tenga ojos lleva dos décadas viendo trazas cada vez más estrechas, sobre todo en eslalon, y debe de ser por algo. La explicación quizás sea lo que describimos arriba sobre las razones anatómicas y físicas. Tal vez, algunos entrenadores han estado reflexionando sobre eso porque, sencillamente, no se pueden permitir el lujo de quedarse dormidos en dogmas inamovibles de los años 90 del siglo pasado.
En la foto de Nuria Pau, observamos cómo son los pies los que están separados en el eje vertical, y no las piernas en el plano frontal como, erróneamente, se viene diciendo desde los años 90 del siglo pasado. Distinguir ambos conceptos anatómicos es clave para dar instrucciones precisas.
Terminemos diciendo lo obvio; que hay tantas separaciones como combinaciones de anatomías, terrenos, velocidades, geometrías de curva en sus distintas fases y niveles de esquí. Fijar una sola para todos es una simplificación fatal. Las piernas, al esquiar, trabajan independientemente, eso nadie lo niega, pero independientes no quiere necesariamente decir separadas. Además, esa separación no es exactamente de las piernas sino de los pies y, aquí está la clave, es en el eje vertical, y no en el plano horizontal como tradicionalmente se ha dicho con evidente miopía. No es lo mismo separar los pies un palmo, que subir un pie un palmo a lo largo de la pierna que tiene a su lado. Esta confusión entre los planos y los ejes del cuerpo ha llevado a no pocos esfuerzos inútiles, frustraciones y niveles de esquí menos eficientes de lo que podrían haber sido. Creo que, en pleno siglo XXI, tenemos camino recorrido e información disponible de sobra para ir abandonado estas explicaciones dogmáticas, simples, elegantes y tranquilizadoras que, en realidad, ni explican ni arreglan problema complejo alguno, jaja.
¡Buenas huellas!
Carolo, marzo de 2022