Hoy, Cristina y su marido, Pepe, me han invitado a ver la obra En la pista. No tengo idea de teatro ni de crítica artística de ningún tipo, pero escribo desde el punto de vista de quien ha trabajado en esto 35 años, de los cuales nueve temporadas y una docena de otoños los ha pasado donde está ambientada la función, Austria y sus estaciones de esquí.
No sé si existía en la literatura el arquetipo de profesor de esquí austriaco, pero en esta obra lo retratan estupendamente. El personaje central, Günther, es similar al genial Fred Iselin del que podemos encontrar vídeos, aquí en Nevasport, ligoteando sin reparos en los bares de Aspen con señoras acomodadas. En la obra, David Amor clava el acento austriaco, el tono, los errores gramaticales y los chascarillos tópicos de tal modo que, no exagero, lloré de risa cuando empezó a hablar en la primera escena. Mis colegas de Austria tendrían que estar aquí, pensaba.
Puede aparentar ser superficial, pero el personaje me parece bien elaborado y, junto a su pose fantasmona, oportunista y de alegría forzada, se ve a un currante que sigue trabajando mientras los demás se relajan y que, luego, sin saberse de dónde saca el tiempo y la energía, aparece en la fiesta, en la sauna, organiza actividades y está siempre ejerciendo con profesionalidad – a veces algo laxa al ojo externo, jaja- su función de buen anfitrión.
Llevo tres décadas observando lo que describe esta obra. O, mejor dicho, siendo parte de ello. Los distintos personajes que retrata y cómo, sus circunstancias y a veces ellos mismos, cambian bajo la influencia magnética de Günther y del ambiente que favorece estar de vacaciones en una situación que, finalmente, está lejos de como habían imaginado.
Y no me enrollo más que destriparía la obra. No tengo ni idea de si, quien no sepa de esquí, captará todos los matices, aunque Cristina dijo, creo que con acierto, que todo era extrapolable al mundo del turismo en general. Por mi parte, me ha encantado verme reflejado allí, ver a tantos buenos amigos y tantas circunstancias casi idénticas -algunas no tan cómicas- como las que se van sucediendo. Creo que todos, o casi todos los que hemos trabajado en esto hemos sido ese personaje por un tiempo aunque, luego, según circunstancias, haya ido cediendo el paso a los que venían.
Si no existía este arquetipo en la literatura para mí ya existe, desde ayer, Gunter, el tunante cuestionable, honesto, trabajador, consciente de su función y de su lugar, que siempre fue parte de nuestro oficio y que engrasa con eficacia, a su manera, la máquina del mundo del esquí.
¡Buenas huellas y feliz verano!
Carolo, junio de 2021