Ayer estuve en Nivalia

Ayer estuve en Nivalia
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Ayer hice una visita relámpago a Nivalia, en esa maravillosa ciudad que es Barcelona a la que, desgraciadamente, nunca tengo la ocasión de ir con el tiempo suficiente. Creo que es la primera vez que vengo a una feria aquí. No por pequeña me pareció menos interesante, aunque echase en falta la presencia de algunas marcas importantes.

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Para mis despistados ojos (del que vive fuera desde hace un tiempo) resultaba agradable encontrar viejas caras, caras nuevas de las que solo conocía el nombre y la trayectoria y, en fin, una representación suficiente e interesante del esquí y de la montaña. Pero me volví con una sensación extraña, como de que gran cantidad de las personas que estaban allí trabajando sufría una especie de desencanto. No sé si es debido a que la temporada pasada fue irregular y a la incertidumbre sobre cómo será esta que comienza en breve. No sé si se debe a que el esquí, al fin y al cabo, es un trabajo a veces ingrato y económicamente inestable. No sé si se debe a que es una actitud creciente esa del desencanto (y no sólo en España, sino que yo diría en casi toda Europa)... en fin. El caso es que reflexionaba sobre esto y pensaba en cómo nació y creció Nevasport. La ilusión, el entusiasmo, son indispensable para llevar casi cualquier empresa a cabo. Quizás nos estamos olvidando de que hemos escogido un sector difícil que depende del clima, de las modas, de los caprichos del mercado y de mil variables que nos hacen, muchísimas veces, sentirnos con el agua al cuello cuando las cosas no van a pedir de boca. Pero, sin embargo, si nos comparamos con los que viven en otros lugares y de otras actividades profesionales, nos encontraremos con que somos envidiados porque, real y objetivamente, trabajamos en un entorno bajo muchos puntos de vista envidiables. Nuestras oficinas no tienen techo, hacemos muchas más bajadas de nieve en polvo que el resto de los mortales cada año y, en fin, tratamos de vivir de algo que supuestamente nos apasiona. Es a veces duro, sí, pero creo que no debiéramos dejar pasar por nuestro lado el entusiasmo.  Ese mismo entusiasmo que se veía en las caras de muchos visitantes, de muchos adolescentes con sus twin-tips recién comprados, de señoras  y señores con sus niños alucinados y de montañeros maduros haciéndose con ese preciado equipo que les dará tantas satisfacciones quizás solo un par de fines de semana en sus deseadas escapadas. Entusiasmo. A lo mejor, si nos ponemos a la altura de nuestros clientes, igual algo se nos contagia, je, je...

1 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    15/11/2005 08:06
    #1
    Por cierto, ya podías haber dicho algo :(, me habrías podido dedicar tu libro ;) .

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