La aristotélica suma de las partes
Siempre hay acciones que engloban un conjunto de ellas y, además, que tienen consecuencias más allá de la mera ejecución técnica. Estos gestos globales y relevantes resultan mucho más útiles para usarlos como foco, y centrarnos en ellos a la hora de practicar. Por ejemplo, concentrarnos en clavar el bastón a la máxima pendiente, nos dará un objetivo claro con el que permanecer en el presente que nos hará a la vez movernos hacia adelante, flexionar, anticiparnos, angular y, cuando toquemos el suelo, equilibrarnos gracias a la información que recibamos de la nieve. Todo ello, dada la cadena de sinergias con un solo movimiento, resultará en una fase de transición entre curvas fluida, equilibrada y eficiente que, además, nos retroalimentará positivamente centrándonos mejor en el “momento actual” de las tareas. Si Aristóteles estuviera leyendo esto quizás dijera “pues claro jóvenes, el todo es más que la suma de las partes”.
Aun sabiendo esto, la enseñanza tradicional del esquí ha dado demasiada importancia al análisis de los movimientos, separando unas tareas de otras como si no estuvieran conectadas. No es tan grave; analizar es necesario y ayuda a comprender los escenarios complejos. Además, el análisis descompone el todo en pequeños elementos e, ir comprendiendo paulatinamente cada uno de ellos, sube los niveles de serotonina y ayuda a mantener la motivación al ir constatando la propia “eficacia”. El problema es que, analizando en exceso, podemos llegar a perder de vista el cuadro completo y, probablemente, luego seremos incapaces de integrar cada una de las partes en un “todo” completo, armónico y superior. Existe evidencia de que, centrarnos conscientemente en controlar lo que estamos haciendo, constriñe la ejecución de otros procesos motores automáticos, así que el análisis es útil si se utiliza con mesura, pero si es nuestro único recurso suele arruinar la fluencia y, en el peor de los casos, su exceso puede llegar a paralizarnos.
Para aprender habilidades físicas o mentales podemos emplear, pues, un método analítico o un método global, es decir, deslavazar el movimiento en partes más pequeñas o tratar de aprenderlo en su conjunto. La práctica global ofrece las ventajas obvias que mencionamos al principio: nos hace llevar a cabo los distintos gestos técnicos como las piezas de un puzle en el que cada una de ellas encaja con las otras, mientras lo imaginamos al completo. Ambas maneras de aprender son útiles, se combinan bien entre ellas y, lo más importante, ambas ofrecen la oportunidad de encontrar pequeños desafíos de dificultad variable con los que motivarnos mejor, sin aburrirnos y sin caer en la frustración. Es aconsejable, por ello, estar atentos por si fuéramos excesivamente analíticos y también, por el contrario, cuando dentro de un conjunto amplio o complejo de tareas, necesitemos reforzar algún elemento aislado allí donde haya una carencia.
En el siguiente capítulo veremos cómo, se emplee un método u otro de aprendizaje, lo importante es qué tipo de foco utilizamos; que tomar referencias externas a través de los sentidos y centrarnos en el efecto del movimiento es lo que nos permitirá - en ese aristotélico concurso de fuerzas por el que el efecto final es superior a la mera suma de los elementos - aprender más rápido, consolidar antes las habilidades y llevarlas a cabo con suavidad y fluidez.
Hasta la semana que viene, feliz fin de temporda y ¡Buenas huellas!
Carolo, abril de 2018