Enseñar a esquiar supone una responsabilidad enorme. Personas que desconocen un medio objetivamente peligroso, se ponen en tus manos para que les enseñes a desenvolverse y poder volver a casa enteras y sanas. Esquiar bien – lo mejor posible – y conocer a fondo el entorno es una obligación profesional - y hasta moral, si nos ponemos filosóficos - para alguien que aspire a enseñar a esquiar.
Por eso cualquiera se sorprendería de saber que en Austria no existe una prueba de nivel de esquí para los aspirantes al primer certificado de instructor. No, al menos, una prueba del grado de exigencia que se pide en Francia, en Italia, en Argentina o el que voluntariosamente se exige en España. Tampoco, por ejemplo, en EEUU o Canadá se da tal requisito para acceder a la formación de instructor en sus primeros niveles. Una breve reflexión sobre los éxitos de Austria o Norteamérica en el mundo del esquí hace plantearnos si es necesario exigir que se esquíe bien cuando uno empieza en la profesión, o si es una regla inflexible más sobre la que no hemos meditado lo suficiente.
El enfoque de los austriacos y los norteamericanos es muy sencillo. Demoledor en su lógica. Los profesores noveles se dedican fundamentalmente a dar clases a principiantes. En su primera temporada meten horas y horas en las que son más necesarias habilidades como la empatía y la paciencia, que el nivel de esquí o los conocimientos profundos de técnica. No necesitan ser la Vonn. Además, durante ese primer año en la nieve tienen tiempo para entrenar, practicar y adquirir un buen nivel de esquí en compañía o no de los más veteranos. Por consiguiente, cuando han visto de primera mano en qué consiste el oficio y deciden continuar con la formación de instructor, sí se ven ya sometidos a exámenes exigentes donde tienen que demostrar un alto nivel de esquí.
Nuestro enfoque aquí está planteado de otra forma: unas pruebas exigentes, consistentes en un GS y unas bajadas libres, en las que los aspirantes demuestran un nivel mínimo. Está bien y es necesario para poder asimilar las enseñanzas que se recibirán a continuación, que están estructuradas de manera diferente a los países que hemos citado. No obstante, otros compañeros y yo llevamos tiempo sugiriendo unos leves cambios inspirados en esta filosofía: unas pruebas de acceso menos exigentes en el TD1 y otras, por contra, más severas que las actuales para el TD2 o incluso antes, junto con actualizaciones obligatorias. Ello, además, combinado con una orientación más práctica - con trabajo real cuanto antes - y más dirigido a la mejora de las cualidades docentes e incluso deontológicas, en el certificado de primer nivel.
De este modo estaríamos dando la oportunidad a los futuros compañeros de entrenar y mejorar sus habilidades mientras trabajan en una estación de esquí y conocen el oficio de primera mano. De decidir si se comprometen con la profesión y siguen con su formación, donde ya sí se les exigirá que demuestren un domino de la técnica y el entorno acorde con la responsabilidad que van a aceptar con sus alumnos de nieles mayores. Cualquiera que lleve lo suficiente en este mundo ha visto a personas que esquiaban terriblemente mal impartir clases magistrales y, con el tiempo (la vocación suele ir unida al gusto por la superación personal en lo relacionado con el trabajo) convertirse en excelentes esquiadores.
Creo, en este sentido, que austriacos y norteamericanos son más prácticos y realistas, no poniendo barreras de entrada tan altas a los aspirantes a instructor, permitiéndoles tomar cuanto antes contacto con la realidad del trabajo en las estaciones de esquí y, eso sí, elevando el nivel de exigencia en el segundo nivel, una vez que aquellos deciden seguir con su formación. … En unos años se modificarán las leyes que regulan las enseñanzas deportivas; tal vez se introduzcan pequeñas mejoras como las que proponemos.
¡Buenas huellas!
Carolo, 2018