La semana pasada decía que me parece muy positiva la iniciativa de la RFEDI para intentar llevar a cabo algunos cambios en la formación de técnicos en esquí. Había dos gráficas sacadas de una encuesta realizada entre distintos integrantes del oficio. Es preciso señalar que desconocemos cuántos son los encuestados, no obstante, comentemos sus conclusiones con la debida prudencia. En la primera, el 77% manifiesta no estar contenta con sus condiciones laborales

Fuente Plan Estratégico RFEDI
No extraña lo más mínimo; en este medio hemos hablado infinidad de veces sobre los desafíos de la industria en general y la enseñanza o el entrenamiento del esquí en particular. Resumiendo mucho: el modelo actual de esquí de masas y la enorme competencia dentro del sector, la estacionalidad, la competencia de otros deportes más cercanos, baratos y cómodos; la situación económica general mundial y la particular española, con unos costes generales y unas cargas impositivas que encarecen enormemente todo. A ello dedicaremos otra entrada.
Sigo leyendo y sí me llama la atención la valoración de la formación actual de técnicos. Un 70% de los propios instructores opina que está “Mal” o “Muy mal”.

En principio creo que voy a estar de acuerdo, pero me llevo una decepción tremenda con los comentarios de los encuestados (insisto, no sabemos exactamente quienes ni cuantos son) y las medidas que los propios técnicos deportivos proponen. Con las citadas en el artículo de la semana pasada estoy de acuerdo; estas otras, sin embargo, me dejan pensativo:
- Aplicar pruebas de acceso en todos los niveles
- Ser más estrictos en el nivel de exigencia para acceder a los cursos de formación
O sea, la solución del problema para los técnicos es poner barreras de entrada a la gente, no el hecho de que luego la formación sea o no excelente. Tremenda desilusión. Desconozco qué relación han encontrado los encuestados entre la deficiente calidad de los cursos de formación y el que las pruebas de acceso no sean más y más duras. Es posible que se estén mezclando, sin querer, las frustraciones que generan los problemas que describimos en el primer párrafo, con la proliferación de nuevos instructores. Nada tiene que ver, como hemos argumentado ampliamente en otras entradas.
Tal vez las personas encuestadas desconozcan hechos como que, por ejemplo, en Austria no existe prueba de acceso para el Nivel Uno. O que, en Francia, donde sí existe test, a las dos semanas de formación los futuros monitores ya pueden dar clases de esquí remuneradas en sus prácticas, y así continua durante el primer ciclo de enseñanza. En España, sin embargo, un instructor tiene que hacer sus pruebas, esperar meses y estudiar unas 500 horas antes de dar su primera clase, y sin cobrar. Una vida vamos. En Austria, país al que no creo que podamos dar lecciones, un instructor puede empezar a trabajar tras diez días de formación porque - a lo mejor se nos olvida - la realidad de esos profesores noveles es chupar horas y horas de llano, y ser pacientes, cariñosos y empáticos con personas que desconocen el medio. Y así horas, talvez temporadas. Para eso no hace falta endurecer las pruebas de acceso, compañeros, sino disponer en la escuela de una supervisión eficaz de los trabajadres nuevos.
Cuando existe esta supervisión, la mayoría de ellos pasa su primer año en el llano con tiempo suficiente para entrenarse y aprender a esquiar bien. Tras conocer de primera mano de qué va en realidad el oficio, y si así lo decide, puede presentarse al Nivel Dos y pasar una prueba, ya exigente, cuando haya recibido un entrenamiento por parte del resto de los veteranos y esté preparado para adquirir un compromiso con el duro mundo del trabajo en la nieve. Creo que todos hemos conocido decenas de excelentes profesores que no esquiaban bien y que, además, con el tiempo han terminado esquiando fenomenal.
Y sí; en mi opinión la formación de técnicos tiene muchas cosas mejorables al lado de otras muy buenas. Una de las mejorables sería, precisamente, quitar esa prueba de acceso en el nivel uno y ponerla en el dos, ya que se está exigiendo a los futuros instructores un esfuerzo descomunal para luego experimentar una terrible desilusión al darse cuenta de en qué consiste en realidad trabajar en una escuela. Creo que, por ello, la formación habría de ser mucho más práctica y menos teórica. Los futuros instructores debieran tomar contacto con la realidad lo antes posible como ocurre en Austria, EEUU o en tantos otros países que nos aventajan bastante en esta industria. También, los formadores de los centros – esto sí se reflejaba en la encuesta, afortunadamente - habrían de pasar un proceso de selección independiente y demostrar las capacidades docentes necesarias para formar, con el conocimiento y el ejemplo, a los futuros compañeros. Quizás esto sí que conseguiría formar excelentes trabajadores, con los pies en el suelo, que contribuyeran a enfrentar la descomunal tasa de abandono tras probar el esquí, debida en gran parte a la frustración que sienten las personas que no progresan.
En fin, amigos, los problemas de la enseñanza no se van a solucionar poniendo barreras a los futuros compañeros, y de hecho en infinidad de países con enorme éxito no las imponen. Tal vez sea mejor centrarse en formar bien a personas motivadas, y no en esperar que una muy cuestionable prueba de nivel haga el trabajo que, tradicionalmente, ha sido responsabilidad de los directores de escuela y de los jefes de profesores.
Feliz otoño y ¡buenas huellas!
Carolo, noviembre de 2016