La inmensa mayoría de nosotros tiene la sensación de que ya no puede mejorar. Unos lo aceptan con alegría sin darle más importancia, mientras otras personas desearían seguir progresando. Lo segundo no es tan fácil, así que vamos a intentar desgranarlo, a ver si somos capaces de dar algún consejo acertado.
Quizás lo primero sea pararnos a pensar dónde estamos y a qué aspiramos realmente. Si disponemos de los recursos – principalmente tiempo – para mejorar, y si esa inversión merece realmente la pena. Como decíamos el año pasado en este articulito sobre los “enemigos del esquí”, pensemos bien si no estaremos cayendo en alguna de las típicas trampas como el perfeccionismo excesivo, las falsas verdades colectivas o quedarnos anclados en errores pasados, que nos hacen creer que esquiamos peor de lo que realmente lo hacemos. Hecho esto habremos de trazar un plan que tendrá que contemplar una serie de factores: los relacionados con nosotros mismos como alumnos o atletas, los relacionados con los instructores o las guías que elijamos, y los relacionados con las tareas que tenemos que llevar a cabo. Normalmente hacemos las previsiones pensando solo en lo último, las tareas, sin caer en la cuenta de que, si los tres factores no guardan un equilibrio, lo más seguro es que el plan termine fallando. Resumiendo, tendremos que elaborar un guión realista, con objetivos a corto, medio y largo plazo, tareas concretas y mensurables, y contar con una guía capacitada cuyos métodos y personalidad se compenetren bien con nosotros.

Quizás también sea necesario entender que las "mesetas", o etapas de estabilidad sin cambios aparentes, – ahora lo llaman plateau - son comunes en el aprendizaje de cualquier cosa. Por ello no debemos confundir un estancamiento temporal con uno definitivo. Por ejemplo, normalmente llegamos al paralelo básico muy rápido y, una vez ahí, la progresión es más lenta, pero no debemos pensar por ello que ya no vamos a aprender nada más. Estas mesetas suelen ser debidas a pequeñas barreras de dificultad objetiva, pero también a que hagamos siempre lo mismo, de modo que el cuerpo se acostumbra a esos estímulos y deja de reaccionar ante ellos, no mejorando más. También puede ser que no haya un equilibrio entre la técnica, la condición física y la mente o, algo también habitual, a habernos saltado algún paso en nuestra progresión. En estos casos no está de más volver atrás, ir a las pistas fáciles, trabajar la técnica de base y dejar el ego a un lado, para reforzar allí donde flojeemos en una habilidad que no consolidamos bien a su debido tiempo (sé que muchos de mis alumnos estarán ahora mismo recordando y maldiciendo las interminables horas de cuña para, paradójicamente, perfeccionar los virajes conducidos en las pendientes fuertes, juas, juas).
Para superar esa fase de “meseta” más lenta es necesario, pues, cambiar lo que hacemos para que nuestro cuerpo reaccione ante retos nuevos: cambiar la intensidad, cambiar la duración, cambiar los ejercicios, cambiar el terreno, cambiar la perspectiva, ¡incluso cambiar de deporte y descansar un poco del esquí si es necesario! Emplear, en definitiva, diversos estímulos y de distinta intensidad y duración, dentro de un plan bien concebido, individualizado y progresivo, será lo que produzca ese famoso efecto de supercompensación y de mejora. En este articulito de hace años señalábamos los campos en los que podemos obtener distintas mejoras que subirán nuestro nivel general.
Veamos en el siguiente cuadro un resumen del proceso que podemos seguir para salir de estos períodos de estancamiento:

Como vemos todo lo dicho implica tres cosas: mucha paciencia, mucho compromiso y mucha incomodidad; eso que ahora se llama “salir de la zona de confort”. Volviendo al segundo párrafo, tendremos que ver si realmente podemos asumirlo y si nos merece la pena ya que, eso sí, junto con todo ese esfuerzo, seguramente también obtendremos mucha satisfacción. La satisfacción intrínseca de practicar, pero también la fantástica recompensa a posteriori de superar hitos y progresar.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2016
Fotos Jan Vokaty