La cuña se enseña de muchas formas, a veces con palabras oscuras y difíciles de comprender, sobre todo para un principiante. La manera que me gusta más es, sin embargo, tremendamente fácil y, como se ve en la foto, todo el mundo la capta en seguida.
Arriba mi amigo Hannes Zöchling, entrenador del equipo Nacional austriaco femenino, hace la cuña mientras colaboraba en mi libro, Esquí, rendimiento y emoción. Abajo, un niño dirije los esquís en cuña. Fotos Andras Vegh.
Cuando estamos en cuña cada esquí apunta en una dirección distinta. Con un esquí iré en la dirección a la que apunta y con el otro lo mismo. Sencillo ¿Verdad? Pues eso: abre la cuña, nota cómo el esquí mira en esa dirección y hazlo moverse hacia allá. Si empezamos a decirle a un principiante en sus primeros momentos que si esquí contrario, derechaizquierda, carga impositiva y flexión de colodrillo con bastada de clavón, lo más probable es que se líe y, sí, al final le salga y aprenda porque el esquí es fácil, pero no gracias a nuestras instrucciones, sino tal vez a pesar de ellas, juas, juas.
Se podría argumentar que sólo con darle dirección al esquí no gira, y es en parte cierto, pero ocurre que, cuando abrimos en cuña un esquí y lo hacemos apuntar en una dirección, inconscientemente aplicamos presión porque necesitamos un cierto grado de fuerza para hacerlo (como pasa al girar el volante de un coche) y esa presión es suficiente para que nos apoyemos en el esquí y nos transportemos encima de él en la dirección a la que está orientado.
Doctores tiene la iglesia y cada maestrillo tiene su librillo. Recetas, trucos y formas hay mil, y todas respetables porque casi todas de un modo u otro funcionan. Pero ésta me parece especialmente útil, fácil y rápida. Por supuesto que, una vez hecho esto, tendremos que pulir y enseñar más cosas, pero ya le habremos dado al alumno una herramienta poderosísima que le transmitirá en seguida una enorme autoconfianza en el control de ese vehículo que le han fijado a los pies.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2015