Es el siglo XXI y se sigue leyendo insistentemente en los foros la fea expresión “corregir” para referirse, sin embargo, a la noble palabra “aprender”.
La gente hace preguntas o dice que va a las clases de esquí para “corregir” vicios cuando, en realidad, a lo que van no es a corregir nada, sino a aprender habilidades que no tienen. La diferencia es abismal: una postura implica demérito y pone el foco en lo negativo y la otra, por contra, resulta enriquecedora y estimulante pues anticipa, en efecto, la ventaja que buscamos. Por eso, si se va a una clase con la idea de corregir cosas, es muy posible que ese lastre impida aprender con eficacia.
Hagamos la prueba. Preguntemos a cualquiera que conozcamos qué cosas hace mal esquiando y nos dirá media docena. Preguntémosle cuántas hace bien, y lo más seguro es que conteste con ambigüedades o se quede en silencio. Esta visión “censora” del aprendizaje tiene un origen complejo y ha conseguido en cien años de enseñanza del esquí que la gente conciba nuestro deporte a través de los errores que comete y de las cosas que hace mal, en lugar de conocer las que tiene que hacer para esquiar bien. Todo el mundo sabe que va retrasado, que se resbala en el hielo, que no coge el ritmo ni con un tambor y mil cosas más, pero casi nadie sabe responder con precisión cuáles son sus fortalezas o qué pensamientos o actos positivos y concretos le permite ejecutar un gesto más eficaz.

La sociología y la ciencia cognitiva describen desde hace mucho el fenómeno de la consecución de expectativas, en virtud del cual, cuando recreamos acciones negativas o positivas en nuestra mente, tendemos a consumarlas. Si concebimos nuestro deporte a través de los errores sin tener muy claros los gestos funcionales, lo más probable es que sólo cometamos errores y que los repitamos constantemente. Así de sencillo.
Así de terrible también, pues puede que nos estemos dando cuenta ahora mismo de cuánto tiempo y energías –junto con dinero y no poca frustración- hemos desperdiciado en nuestras vidas de esquiadores. Conocer las carencias y los fallos que se cometen para contrastarlos con los gestos funcionales está bien y es necesario, pero centrarse exclusivamente en ellos es letal para aprender, mejorar y rendir. Arrinconemos la palabra corregir en el diccionario del esquí y cambiémosla por asimilar habilidades funcionales, eficaces o como las queramos llamar. A poco que indaguemos sobre el consenso actual en aprendizaje motor, encontramos que desde un enfoque triple, psicológico, cognitivo y neurquímico, la belleza de la palabras adquirir, cultivarse, ejercitarse, instruirse, educarse, interiorizar o aprender es de largo más eficiente, precisamente por su caráter motivador y sugestivo.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2012