Una forera ilustre plantea estas cuestiones en el Foro General de Nevasport. La discusión es interesante y nos lleva al meollo del problema: los modelos de negocio que se han empleado para gestionar el esquí de masas, con enormes inversiones en remontes y equipamientos de gran capacidad, hace que las estaciones no sean rentables cuando hay poca gente en las pistas.
Pero como digo hay quienes se han adaptado, han observado bien el entorno en el que están y le han sacado partido. Con estrategias combinadas, bien tradicionales de diferenciación o de costes, o bien innovadoras de integración vertical y horizontal (de las que Iván suele darnos cuenta puntual en su sección de Noticias) se puede sacar partido a infinidad de oportunidades de negocio que pueden permanecer ocultas si no se tiene la visión o la voluntad de encontrarlas, o peor aún, si se echa mano de excusas fáciles para culpar a otros de una gestión deficiente.
Estas herramientas estratégicas resultan evidentes en multitud de estaciones alpinas y norteamericanas; veamos algunas de ellas, de las que encontraremos ejemplos prácticos en la discusión que citamos de los foros y en la mencionada sección de Noticias Internacionales y, a poco que hagamos un esfuerzo de imaginación, detectaremos que algunas de ellas se llevan a cabo con mayor o menor éxito en nuestra propia montaña:
- Integración vertical: tras el abandono del modelo urbanístico, la manera tradicional de rentabilizar una estación ha sido integrase en todos los negocios de su propia cadena, siendo la concesionaria de los remontes también propietaria de la escuela, alquileres, restaurantes, hoteles… Ello es compatible con que existan otros negocios privados, y la mayoría de las estaciones rentables coexisten y cooperan activamente con el resto de los empresarios con los que compite lealmente, pues los consideran “fidelizadores” de clientes que la benefician aun rivalizando directamente con ella.
- Integración horizontal: el entorno físico donde se desarrolla la industria del esquí permite integrarse en otras industrias paralelas. El caso clásico son el turismo u otros deportes de montaña como el ciclismo, el montañismo, el golf, etc… Actividades todas que pueden llevarse a cabo no sólo durante el invierno sino también en otras épocas del año, contrarrestando el problema de la estacionalidad.
- Diversificación: otra oportunidad de negocio evidente relacionada con la anterior es la diversificación de productos: fondo, travesía, raquetas, excursiones guiadas, heliski, tours en pisapistas, motos de nieve… así como otras menos fáciles de ver que contribuyen a contrarrestar la estacionalidad y aumentar la flexibilidad de horarios: actividades culturales, deportivas, eventos, camps, congresos profesionales, etc.
- Innovación de procesos: La tecnología moderna ofrece infinitas posibilidades de hacer más eficientes los procesos y la prestación de los servicios. Como ejemplo paradigmático, los sistemas electrónicos de pase ofrecen la posibilidad de ser empleados como tarjetas de debito, no sólo haciendo más sencillo el proceso para el que están concebidos, sino además ampliando extraordinariamente las posibilidades de negocio para toda aquella estación que tenga la visión y la voluntad de aprovecharlas. Y ni hay que mencionar, por supuesto, las posibilidades que ofrece una promoción y una publicidad coherente con el producto, bien diseñada y combinada con la potencia de los medios modernos de comunicación.
- Economías de escala: Todo lo citado anteriormente contribuye a aprovechar y amortizar mejor el enorme inmovilizado y los recursos necesarios en las estaciones de esquí, creando economías de escala que transforman el argumento manido de la estacionalidad en una oportunidad, en lugar de una amenaza o una excusa pueril. Así pues, cosas que tradicionalmente se han considerado gastos prescindibles, como la contratación de personal o el alargamiento de la temporada, bien planteados pueden contribuir al mejor aprovechamiento de recursos que, lejos de convertirse en pérdidas, coordinados de manera global resultan un beneficio inmediato para la empresa y para los clientes de la misma.
Nada de esto es fácil, por supuesto, y no pocas veces existen enormes barreras difíciles de salvar, como leyes mal diseñadas o circunstancias coyunturales que no dependen de nuestro control, como las impredecibles modas, competidores externos más capaces o la crisis económica por la que ahora estamos pasando. Hay, no obstante, dos actitudes ante estas barreras: detenerse ante la más mínima dificultad y mirar para otro lado poniendo cualquier excusa, o situarse honestamente en el contexto y ponerse a funcionar creativamente para superarlas. Francamente, me quedo con los que emplean sus energías en esta segunda opción, y apuestan su talento, su entusiasmo y todas sus fuerzas en trabajar duro y crear, contribuyendo así - citando libremente las palabras de la forera que abría el hilo - a cambiar el mundo en función de cómo lo interpretamos.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2012
El autor trabaja en la industria del esquí desde 1987 y ha ejercido como consultor durante siete años en los Programas Marco IV y V de Investigación y Desarrollo de la Comisión Europea, participando en la fundación, en 1995, de la empresa Innovación, Desarrollo y Transferencia de Tecnología, S.A. en la que permaneció hasta el año 2002