El fin del invierno

No se por qué pero, siempre que he terminado una temporada, siempre ha hecho un día soleado. Podía haber estado lloviendo o nublado, pero no. Fuera en los Andes, los Alpes o en Sierra Nevada, invariablemente me he marchado un día de sol primaveral, de esos en los que las laderas todavía atiborradas de nieve parecen mirarte como sin explicarse porqué ése día no vas. La plaza vacía, los remontes parados, los bares cerrados…. Una quietud exagerada, sólo rota por algún despistado como yo que ha preferido tomárselo con calma para marchar. Hoy, en esta lejana Sierra Nevada del otro lado del Atlántico no ha sido una excepción y, mientras conduzco el Ford Bronco que me aparta de la montaña, imagino que las rocas y la nieve iluminadas me despiden “aquí quedamos y aquí estamos - desde siempre – y hoy no va a ser menos porque tú te vayas, majo”.

Y conduzco por la 88, con ese aire abrasador del desierto que derrite los metros y metros de nieve a la misma velocidad que caían en invierno. En el cielo, unos cumulonimbus descomunales de fabuloso desarrollo vertical me hacen pensar en los fenómenos meteorológicos extremos que hacen de esta zona una de las mejores innivadas del continente. Tremendas masas de aire caliente que se elevan desde enormes llanos desérticos, tormentas oceánicas que recorren todo el Pacífico - girando a la izquierda en su rumbo oeste suroeste - hasta chocar con la estribación más al sur de la cadena montañosa para liberar allí su primera y más abundante carga…. En fin, mociones prodigiosas ante las que uno comprueba – aunque quizás como ningún otro ser vivo se beneficie y las disfrute - su auténtica insignificancia.

Hoy no es un excepción y hace un día soleado, y otra vez, como tantas veces – conduciendo, viendo por el rabillo del ojo la montaña que se aleja - siento esa pena sorda de dar por terminada otra temporada. Las nevadas, los buenos momentos, el peligro, los amigos que hice, el amor que tuve o que no tuve y que se esfuman como se va la nieve que seguro volverá. Termina el invierno, sí y, aunque tenga ganas de olas, de sal, de descubrir la piel y sumergirla en el agua del océano, una mezcla de agradecimiento y melancolía me hace volver de vez en cuando la cabeza. Ahí queda la montaña - desde siempre - y hoy no va ser menos porque yo me vaya. Soleada, imponente, impasible y alegre me despide mientras cambia el fresco por el aire caliente que se arremolina en mi ventana. Si puedo volveré hermosa – me digo – y aunque ahora me toca ir a Mammoth, tu montaña hermana, te tendré presente por los momentos perfectos que me has brindado. Si puedo volveré. Y, hasta que llegue ese tiempo, tu memoria será –no sé por qué - la de esta primavera con la que me dices adiós en vez de el frío rudo del invierno: recordarte, en lugar de una nevada lenta, fría y calma, será, más bien, un soplo cálido de brisa. El cálido y agradecido recuerdo, sencillo, pleno, que me dejan al marchar todas las montañas.

Carolo © 2004

1 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    20/12/2005 12:39
    #1
    Realmente emotivo. Describes a la perfección el sentimiento que me entra ese ultimo día en abril, cuando termina la temporada en Sierra Nevada y, saliendo del parking, por la carretera miro una y otra vez, por el espejo retrovisor, como la montaña queda atrás. Por delante 8 largos meses esperando que empiece la nueva temporada.
    Un saludo
    Juan luis
    Roquetas Ski Team

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