Una de esquí extremo

*Artículo del año 2002 cuando no se empleaban aún los préstamos del inglés "rider" y "freeride"

Ahora que renace la llamada Nueva Escuela, se está poniendo de moda hacer el animal. Al igual que pasó con el snowboard, muchos chavales se ven dos vídeos, se compran un casco, colocan una pala plegable en la mochililla y se tiran por esas montañas de dios a pegar mortales en las cornisas, saltar rocas de sesenta metros y jugársela con las avalanchas a la par que se la hacen jugársela a los pisteros que luego tendrán que ir a rescatarlos. 

A mi siempre me ha encantado el esquí extremo, pero éste ha cambiado sustancialmente en los últimos años. Antes era algo más parecido a integrarse en la naturaleza más hostil y comprobar hasta dónde era uno capaz de llegar dentro de ella. Ahora se trata, más bien, de rizar el rizo inverosímil y de saltar, no lo más alto que uno pueda, sino más alto que el competidor de al lado. Y eso es, me parece, porque ahora el espíritu del esquí extremo no es ya la curiosidad por descubrir la Montaña y el afán de superación sino que, debido a los intereses comerciales de las marcas que patrocinan a los atletas, lo que se prima es quedar a toda costa por encima del contrincante: es decir, el interés por competir y el afán de eliminación

Pero esto no es necesariamente malo. La Nueva Escuela nos ha traído grandes hitos, ha renovado el interés de las marcas para patrocinar deportistas y, sobretodo, ha recuperado la afición entre los jóvenes ansiosos de sensaciones y que desertaban del esquí para dedicarse al snowboard. También la tecnología de los esquís parabólicos ha avanzado mucho gracias a la Nueva Escuela y, de hecho, esquíes diseñados originalmente para freeride o para saltos han resultado ser fantásticos aparatos polivalentes que han marcado las nuevas tendencias para esquís de pista. 

A pesar de que esta corriente deportiva esta reservada a determinadas personas con unas características sicológicas muy especiales, el esquí extremo - digamos, clásico - está al alcance de cualquiera con una base técnica y física suficiente y, sobretodo, con la actitud mental necesaria para aceptar los desafíos y no distraerse con el peligro. Y he ahí donde radica el quid de la cuestión: no es que haya que ignorar el peligro, muy al contrario, hay que conocerlo y medirlo, pero a la hora de bajar, cuando ya no hay vuelta atras, hay que pensar en esquiar y no en lo malo que nos pudiera pasar. 

La técnica que se utiliza para superar las dificultades extremas no difiere sustancialmente de la técnica que se describe en los manuales de esquí alpino. Piernas y brazos bien separados, relajación y una buena anticipación serán siempre valiosos aliados. Pero lo que resulta determinante es la actitud mental y la capacidad para concentrarse en la tarea motora sin distraerse con las dificultades. Hay que focalizarse “en lo que hay que hacer” y eliminar de la cabeza los pensamientos negativos que pueden distraernos. Esta habilidad varía mucho de una persona a otra y, aunque todos podemos adquirirla, sólo se consigue con un entrenamiento adecuado que podemos llevar a cabo en alguna palita extrema, cerca de las pistas, que sea difícil pero a la vez segura. 

También la condición física es importante: por un lado, disponer de una buena relación peso - potencia, nos permitirá realizar aligeramientos y apoyos enérgicos, así como resistir durante más tiempo sin que la fatiga pueda minar nuestra capacidad de actuación; por otro lado, una buena "armadura muscular" nos protegerá de los impactos que suframos en grandes saltos o en alguna caída, y evitará o hará menos graves las posibles lesiones. 

Centrándonos en el tema de la actitud y la capacidad de concentración, en esquí extremo es muy importante mirar al lugar adecuado. Siempre hay que efectuar una primera evaluación visual del itinerario que seguiremos, pero una vez que estamos en marcha, mirar demasiado lejos nos dará sensación de vértigo, a la vez que puede hacer que alguna dificultad cercana nos pase desapercibida. Como en una pala muy empinada bajamos despacio, tendremos que dirigir nuestro foco de visión al terreno que vamos a pisar inmediatamente. Esto evitará que nos distraigamos con el efecto aterrador que produce ver la totalidad del barranco por el que vamos a descender. 

Cuando seamos capaces de controlar a la perfección una pala extrema en un lugar seguro, podemos ir aceptando progresivamente mayores desafíos. Pero debemos tener en cuenta que a medida que aumente la dificultad, también cambiará la naturaleza de los pensamientos negativos que tendremos. No es lo mismo bajar por una pala de cincuenta grados debajo de la cual hay un plano, que si ésta tiene debajo un precipicio. La montaña, además, es un medio extraordinariamente cambiante y casi nunca nos encontraremos con dos condiciones idénticas, así que antes de aventurarse hay que haber acumulado una gran experiencia y estar seguros de que uno será capaz de salir de un eventual marrón. 

Y esto no es todo, pero por hoy, como vemos, el esquí extremo tiene pocos secretos técnicos. Se trata, más bien, de usar el sentido común, conocer la montaña, las nieves, los riesgos de avalancha y, junto a eso, de mirar al lugar correcto y de tener el pensamiento adecuado. Mirar al lugar adecuado y tener el pensamiento correcto son dos cosas que suelen ir unidas, y a veces son la diferencia entre poder contarlo o no. 

¡Buenas huellas! 

Carolo © 2002

0 Comentarios Escribe tu comentario


    Escribe tu comentario





     

    Si este mensaje tiene un solo insulto, no te molestes en enviarlo, porque será eliminado.
    AVISO: La IP de los usuarios queda registrada

    Los comentarios aquí publicados no reflejan de ningún modo la opinión de El rincón de Carolo. Esta web se reserva el derecho a eliminar los mensajes que no considere apropiados para este contenido. AVISO: La IP de los usuarios queda registrada, cualquier comentario ofensivo será eliminado sin previo aviso.



    Lo más leído: