Algún lector me ha dicho que “se me va la pinza” con
esto de la metafísica, je. Es verdad, pero es que quiero luchar contra
esa visión de que el esquí es sólo técnica, y encima, una técnica
que se explica de manera tan complicada, que a veces no hay quién la entienda.
El deporte tiene un componente técnico y es muy provechoso conocerlo - es
cierto - pero de técnica se ha hablado ya mucho, y sabemos que con otras cosas
se progresa también y se disfruta más. Por eso escribo tanto de las
sensaciones y de que éstas se pueden traducir en emoción.
Hoy le toca a la inercia, y me permitirán que emplee el término
poco científicamente, así en plan ambiguo, para referirme estas fuerzas
de las que voy a hablar hoy (que Galileo me perdone). Hemos disertado sobre la
centrífuga y la gravedad, pero durante el viraje se generan otras muchas que
son el resultado de aquellas y de otras que, para no meternos en muchos
berenjenales, vamos a llamar con este termino coloquial que todos conocemos: inercias.
Quizás sería más apropiado llamarla energía cinética, pero lo dicho: no nos
meteremos en líos teóricos.
En esquí cada curva se hace para un lado distinto ¿verdad?
Así que lo primero que nos importa de las inercias es, que cada átomo de
nuestro cuerpo que pongamos en movimiento durante un viraje, tendremos luego que
frenarlo con una fuerza de dirección contraria equivalente para iniciar
la siguiente vuelta. O sea, que más vale llevar a cabo los movimientos con
tacto y sutileza, porque esto nos procurará la suficiente precisión. Ello
nos puede servir para explicar la diferencia entre un gesto eficaz y uno eficiente:
con el primero conseguimos lo que queremos, pero con el segundo obtenemos el
mismo resultado con menor gasto de energía. En esquí, cualquier
movimiento innecesario es un gasto doble: primero para llevarlo a cabo y segundo
para frenarlo e iniciar la siguiente curva.
Pero las inercias, sobretodo, nos ayudan a esquiar
si somos capaces de sumarlas a las otras fuerzas en lugar de oponernos
a ellas. Si no se produjera energía cinética, por ejemplo, no podríamos remontar
en la pendiente utilizando el truco del rabillo del ojo que expliqué el año
pasado. La fuerza de la inercia es fundamental también para el inicio de
los virajes. Si tratamos de desencadenar una vuelta en parado nos resultará prácticamente
imposible; sin embrago, a poco que llevemos algo de lanzamiento, nuestros
esfuerzos musculares tendrán que ser menores ya que nos estarán
ayudando esas fuerzas externas que generamos y entre las que esquiamos
sumergidos.
Sentir esas fuerzas, lidiar y bailar con ellas, nos
harán esquiar de manera más eficiente. Eso es lo que distingue a ésos
esquiadores que lo hacen "tan bonito". Fluir, entablar
un diálogo interno con éstas, convertirán este árido análisis de la física
en un discurrir poético por el medio. El entorno, el mundo que nos
rodea, está ahí para que nos zambullamos buceando en el prodigio de los
sentidos, justo porque los tenemos para conectar con él, y con ellos advertimos
y disfrutamos el universo al que pertenecemos.
¡Buenas huellas y buenas emociones!
Carolo © 2002