Kirkwood no es la estación más grande, ni la mejor equipada, ni siquiera la más chic de California. Pero a Dave Swanwic - el famoso esquiador extremo y presidente de la Asociación Internacional de Freeskiing - siempre le ha gustado su verticalidad, su cantidad de nieve y su ambiente. Quizá por eso, este año en el que la IFSA WORLD TOUR - la final del campeonato del mundo de extremo - no ha podido celebrarse en Les Arcs por falta de nieve, “El Circo” se ha venido a Kirkwood, donde ya estaba previsto llevar a cabo las finales de extremo de Norteamérica.
Además del extremo se celebró la final de la SAAB/Salomon Crossmax Series, así que la semana estuvo de lo más completa aquí en mi pueblo, con ese típico revoltijo de ex corredores de alpino y de freestyle que cobran más o menos bien de sus patrocinadores, más los aventureros que tratan de “hacer carrera” en el esquí o, simplemente, pasarlo bien yendo de una competición a otra. En la “Village Centre” igual te encontrabas la típica furgonetaza decorada a la perfección con multitud de marcas (y, ya saben, un tío de dos metros con dos entrenadores y siete pares de esquís nuevecitos) que una vieja “motorhome” destartalada a la puerta de la cual un colega lleno de tatuajes rascaba la cera antes de ir a las rondas clasificatorias.
Es interesante ese ambiente mezcla de corredores veteranos con muchos tiros daos y chavales de dieciocho años llenos de ilusión; es raro ver prepotencia o aires de superioridad; muy al contrario, la gente de este rollete conserva aún la frescura de las competiciones poco reglamentadas y, te conozcan o no, te tratan exactamente igual que a uno de ellos: lo que nos une – deben pensar - es la montaña. No les contaré quien participaba ni quien ganó (que para eso dejo los links de la competición ahí abajo, y por cierto, hasta con un pequeño video) sólo les diré que estuve con algunos de ellos tomando unas cervezas por la tarde y sí, eran de carne y hueso todos ellos, los chicos y las chicas, a pesar de que la mañana antes habían estado bajando a una velocidad inverosímil por sitios que yo esquío a diario con sumo cuidado, y dando mortales en rocas por las que a mí, sólo de asomarme, se me quedan – ustedes me perdonarán – los esfínteres más cerrados que los de una muñeca.
Una chica de apariencia delicada (aunque con los cascos y las gafas todo el mundo parece “malo” ) dejaba ver un tatuaje y unos abdominales bien trabajados gracias a sus baggy pants colgando del imprescindible cinturón de tachuelas. Sus esquís twin tip, su estilo de pies más bien juntos y un pin del equipo nacional canadiense de freestyle nos recordaba su pasado en carreras de baches; el back flip mute (mortal para atrás con los esquís cruzados) que pegó en una roca de más de cuatro metros me hizo convencerme de que nunca querría casarse conmigo ¡maaaaádre mía!… aún así, la chica mala llegó a invitarme a una Bud el último día, junto a un tal Lars, un viejo conocido de ella y el polo totalmente opuesto a un corredor de freestyle: camisa de algodón, todo patrocinado de Atomic, prototipo de ex corredor de alpino que se empeñaba en que Andorra es España, y me contaba que en el último skicross celebrado allí voló tanto en una pirámide que se quedó sin opciones en la carrera. Me preguntaban los dos qué significaba lo que decía mi camiseta, con una inscripción que me hice a mano con Alepro cuando fuimos a nuestro primer skicross en España. La historia era larga, pero resumiendo les conté que, dado que nosotros éramos unos pringaillos y allí el que menos había estado corriendo Copa de Europa el día antes, nos hicimos unas camisetas con ese rótulo que lucimos con orgullo entre tanto chaval sobrado de testosterona: “Ya sé, esquío peor que tú ¿y qué?” decía la camiseta.
Je, je, pensé que esa camisetilla iba a tener gracia en este ambiente en los EE.UU. pero no; mis nuevos amigos no entendieron bien aquella historia sobre mi camiseta ¿es que yo esquío mejor que tú? Se preguntaban. Sí, quizás, pero lo que nos tiene aquí alrededor de unas cervezas es este rollete, el circo, las carreras, ver a los colegas, la montaña Carlos, la montaña. Ninguno de los que estamos aquí - me dijo ella - hemos llegado a nada en nuestros flamantes equipos nacionales y nuestros tours por la Copa del Mundo, y venimos aquí para ver si todavía podemos rascar un trocito de gloria pero, por encima de todo, lo que a mí me hace coger la camioneta destartalada e ir de carrera en carrera es la incomprensible droga de reencontarme con el nudo en el estómago en el portillón de salida, no perder la motivación para seguir esquiando y viajando y, tras todo eso, encontrarme con amigos a los que solo veo en estos sitios y con los que lo único que me une es esto. Un pasado esquiando parecido y un presente como el de hoy: nieve, roca, aire, velocidad. Y lo decía con una expresión en la cara que explicaba por si sola cualquier otra cuestión. Nieve, roca, aire… velocidad.... El espíritu del esquí extremo; del Circo del esquí extremo: donde todos los esquiadores, independientemente de la procedencia, del nivel, de los resultados, tenemos más cosas que nos unen, que cosas que nos separan.
Tengan ustedes buenas huellas.
Carolo © 2004