Los ´80 del siglo pasado. Viejos (y buenos) tiempos. LLegaba Mayo y lo sabíamos: pronto la montaña se teñiría de blanco, pronto todo estaría dado para una (otra más) temporada memorable en Penitentes. Entonces, sólo entonces comenzaban las preocupaciones. Primero, el anuncio: "la tormenta ya está en las islas Juan Fernández", 670 km Pacífico adentro. Luego, la confirmación: Los Andes Centrales recibían toda la carga del fenómeno, los centímetros de nieve se acumulaban sin cesar. Por último, la plegaria: había que rezarle a la tormenta. Rezarle para que parara. Que parara porque la ruta se bloqueaba de manera tal, que Penitetes podía pasar días y días bloqueado.
Todo eso pasó. Ahora el clima es lo que es (o lo que hemos hecho que sea), las temperaturas cambiaron, la cota de nieve subió hasta lo impensado y la decadencia llegó. Claro, algunas de las inversiones necesarias para aggiornarse a la realidad actual de los centros de esquí en todo el mundo, no se hicieron. Nieve artificial la primera de ellas, la fundamental. También la concesión que otorgaba la explotación turística de esas tierras permitía extender el dominio esquiable a cotas superiores, donde aún hoy la nieve se hace presente en cantidad, pero ese es otro cantar.
El deterioro de la calidad de la prestación trajo aparejadas relaciones complejas con el poder concedente, en este caso el Estado de la provincia de Mendoza. Relaciones que nunca fueron fáciles, pero que escalaron en cuanto a fricciones y desencuentros.
Así, se sucedieron un informe lapidario de la Universidad Tecnológica Nacional - Facultad Regional Mendoza (UTN-FRM) sobre la auditoría hecha a los medios de elevación, la imposibilidad de iniciar la temporada 2.018, y la caída de la concesión. Finalmente, ya en 2.019, la Provincia de Mendoza avanzó de manera definitiva sobre la propiedad privada de los antiguos concesionarios, haciéndose también de dos franjas de terreno de titularidad de estos, mediante la figura legal de la expropiación por causa de utilidad pública
Pero vamos a lo urgente, que nos plantea también lo necesario. Vamos al hoy. Hoy, dado el estado de las cosas, Penitentes es de todos los mendocinos. Mendocinos que han (hemos) delegado constitucionalmente en el Estado Provincial la guarda y tutela de ese bien tan preciado de nuestra montaña, el centro de esquí Penitentes. Y Penitentes está siendo objeto de incesantes actos de pillaje. Se lo está "vaciando" de a poco. El Estado no hace lo que debe hacer, los particulares hacen lo que no deben.
Así puede observarse falta de mantenimientos básicos, como el retiro de las sillas fuera de temporada invernal, y deterioro general de instalaciones.Un centro de esquí requiere mantenimiento y trabajos durante todo el año, si es que se quiere, alguna vez, volver a disfrutar de estas instalaciones temporada invernal. Al Estado parece que "se le pasó"... o no lo sabe.
Pocos meses pasaron luego de la toma de poseción por parte de la provincia de los terrenos e instalaciones del centro de esquí, para que la empresa de seguridad privada que custodiaba predio y bienes, dejara de prestar servicios. El motivo habría sido la falta de pago de las facturas emitidas por los mismos, dicen. Incomprobable. La realidad es que hoy nadie cuida del patrimonio de todos. Inmuebles e instalaciones están a merced de inescrupulosos que sin el menor prurito han accedido en vehículos ¡hasta cota media!, vandalizando y hurtando en el otrora pintoresco y acogedor parador La Barraca.
Que quede claro, no se trata de un hecho aislado. Se suceden contínuos incidentes que desvalorizan la propiedad como tal, además de tener en vilo a los ya pocos habitantes permanentes que tiene la Villa: Apenas una familia y dos encargados de edificios, para quienes paradógicamente, Penitentes se ha transformado en "zona roja". Hasta hace poco, los perros de la zona alertaban con sus ladridos. Ahora... los perros han desaparecido. Es imposible indiviualizar a los autores de estos actos, pero la alta montaña mendocina tiene una larga tradición de saqueos (tal vez los más emblemáticos, los tienen como víctimas a las mismísimas rieles del ferrocarril trasandino) y ocupaciones ilegales de propiedades del Estado. Lamentable, pero real.
La famosa "confitería" (parador) "La Herradura", que contaba con alojamiento para el personal de temporada que la atendía, también ha sido blanco de los amigos de lo ajeno. Cocinas, muebles, colchones, artefactos de baños y mobiliario están desapareciendo, poco a poco.
Mientras tanto, los dueños de propiedades en el puñado de edificios que hay en el lugar, esperan y sueñan con un futuro mejor. Es gratificante saber que hasta se animan a hacer inversiones: hace poco se tendió toda una red de almacenamiento y distribución de gas licuado de petróleo, para volver a dotar de este servicio a los departamentos allí ubicados.
El futuro:
Propietarios y el club de esquí local (el ya mítico "Cruz de Caña"), prestadores de servicios turísticos y entusiastas del mundo de la nieve, así como toda la comunidad mendocina, están a la espera que la provincia arbitre los medios necesarios para volver a dotar al complejo del esplendor perdido. Hasta ahora sólo promesas de un llamado a licitición, hechas el año pasado, y poco más.
Cuidado, algunos expertos que ya gestionan estaciones de esquí en el país y el extranjero no dan por acabado, por inviable, a Penitentes. Valoran el que cuente con una ubicación privilegiada con relación a la ciudad de Mendoza y a Santiago de Chile, y la posibilidad de crecer en desarrollo inmobiliario así como en trazado de pistas a mayor altura, e innivación artificial. A decir de un CEO con amplia experiencia en el mundo del esquí, "la clave no está tanto en lo que hay que hacer (en el centro de esquí), sino en lo que el Estado quiera para sí".