Las botas de esquí son, para todo esquiador que se precie, su bien más valioso.
No hay nada peor que sufrir las incomodidades de una bota que no nos sujeta bien, que nos provoca errores de posición por ser demasiado dura o blanda o, lo peor de todo, que nos hace daño. ¿A cuántos de nosotros las botas nos han arruinado una jornada que se preveía memorable?
La bota de esquí tiene que ser un molde lo más perfecto posible de nuestros pies. Y tiene que adaptarse a nuestras características, complexión y nivel, logrando el mejor compromiso entre ajuste y comodidad. La bota de esquí es personal e intransferible y debemos dedicarle toda la atención necesaria hasta alcanzar una simbiosis perfecta con nuestra anatomía.
En nuestro Catálogo Esquí Pro 2025 hemos probado los mejores esquís para esta temporada y también las mejores botas. En sus páginas incluimos un completo artículo con consejos para elegir adecuadamente las botas, en el que -entre otras cosas- explicamos que hay cuatro parámetros comunes a todas las marcas y modelos que son importantes a la hora de decidir: la talla, la dureza, la horma y el género.
Talla
Es un error bastante habitual elegir una talla mayor de la que nos corresponde, con intención de evitar posibles molestias. La bota tiene que ser exactamente de nuestra talla. Por supuesto no puede ser más pequeña, pero si nos va grande perderemos precisión sin que por ello vayamos a ganar en comodidad. Al contrario, pueden aparecer puntos de dolor al tener que apretarlas más de lo debido o rozaduras por el movimiento del pie.
La talla de las botas de esquí se mide con el sistema Mondopoint, en centímetros. En el gráfico adjunto se indica la equivalencia con el sistema Euro.
Dureza
La solidez de la bota debe concordar con las características de cada persona, su complexión y también su estilo a la hora de esquiar. Es importante entender que una bota “más dura” no significa “mejor”. El índice de flexión indica cuánto cede la bota, fundamentalmente hacia delante, bajo el apoyo del esquiador.
Prácticamente todas las botas están disponibles en diferentes durezas, debemos elegir un flex que nos permita articular el tobillo para trabajar eficazmente sobre los esquís. Si es demasiado dura no podremos doblarla y retrasaremos nuestra posición, mientras que si es blanda cederá demasiado y nos faltará soporte.
Todas las marcas utilizan un baremo común para indicar el flex, que puede llegar hasta 140 en los modelos comerciales. Pero no está unificado y botas de distintas marcas con el mismo índice no tienen la misma rigidez.
Horma
La forma, el volumen y la anchura de nuestro pie condicionan la bota que necesitamos.
Entre los modelos comerciales -la competición es un mundo aparte- se está extendiendo la diferenciación entre low volume, mid volume y high volume. Las primeras (LV) tienen una horma de 98 mm aproximadamente, mientras que en las de volumen medio (MV) el estándar es 100 mm; es la horma más vendida del mercado. Para los pies más voluminosos están las hormas anchas (HV), a partir de 102 mm o más. Cada vez hay más modelos disponibles en dos e incluso tres hormas distintas.
No hay dos pies iguales. A la hora de elegir la horma es fundamental el asesoramiento de un bootfitter, el especialista que analizará tu morfología y te aconsejará el tipo de bota que mejor se adaptará a tu anatomía. También identificará si tienes necesidades especiales de personalización.
Género
La complexión y anatomía de mujeres y hombres son diferentes y tienen necesidades distintas. En consecuencia, el diseño de las botas es estructuralmente diferente. Todas las marcas distinguen sus gamas de hombre y mujer, estableciendo diferencias significativas en su arquitectura.
Las de mujer suelen dejar más espacio a los gemelos, con una caña más baja. El ángulo de rampa (la inclinación de la plantilla interior) es mayor y, en general, los botines tienen un aislamiento térmico superior e incluso están forrados con pelo.
También el flex está adaptado a uno u otro género.