Con la colaboración de Víctor Salinas, propietario y bootfitter de Sasco Esports.
Fotos: Luis Scotto
“Unas buenas botas te harán mejor esquiador”. La frase no es mía, la leí hace muchos años en una revista americana.
Recuerdo mis primeras botas ‘buenas’. Unas Koflach de cuatro ganchos. Preciosas, potentes… pero me hacían daño. En ese momento no era capaz de entender que el problema no eran las botas, sino que el ajuste con mi anatomía distaba mucho de ser el idóneo. Mis esquiadas tuvieron un punto amargo hasta que descubrí que recortar la espuma del botín no era pecado y que el plástico de la carcasa se podía deformar.
Cuando cayeron en mis manos -en mis pies- unos primeros botines de inyección, el concepto “precisión” tomó un nuevo significado. Desde entonces (hablo de 1991) he personalizado todas mis botas y sólo me preocupo de disfrutar de cada bajada y cada viraje, sin dolor y sintiendo cómo el intercambio de información con la nieve es directo e inmediato.
En las mejores manos
Lo primero para conseguir el mejor resultado es ponernos en manos de un especialista, un profesional que sepa identificar el tipo de bota que necesitamos y trabajarla hasta conseguir una óptima adaptación. En nuestro país hay muy buenos bootfitters. En mi caso, hace años que mis botas sólo las toca Víctor Salinas, de Sasco Esports.

Víctor tiene mucha experiencia y formación, además de conocimientos de mecánica que le permiten encontrar la mejor solución para cada caso, por complejo que sea. Tras haberme personalizado unas cuantas botas, conoce mis pies (y mis manías…) mejor que yo.
Los ingredientes
Como busco, ante todo, precisión y tengo un pie muy estrecho -lo explico más adelante- utilizo desde hace tiempo carcasas de competición; pero con un índice de dureza medio, de 110. No soy un esquiador potente y para esquiar a diario no necesito más. Además, las botas de taller son especialmente rígidas, de manera que se trata de un 110 bastante firme.
Peero…
Hace ya algunos inviernos que me he enganchado a pasar palos y competir en masters, así que, para aguantar mejor la intensidad de las carreras, este año me he decidido a subir a 130. Son las nuevas Salomon S/Race², con una horma de sólo 92 mm. Si Marco Odermatt las usa para ganar la Copa del Mundo, no deben ir mal del todo…
El toque racing se lo daremos con los lifters, unas alzas que nos dan un extra de altura (en mi caso 3 mm, aunque las hay de 5 mm). Un accesorio habitual en competición, para evitar que la bota roce con la nieve en inclinaciones pronunciadas y mejorar la conducción.

En cuanto al botín, es, probablemente, el elemento más exclusivo de mis botas. Desde que probé los de inyección no utilizo otros. ¿El motivo? Incluso con carcasas de muy poco volumen necesito relleno adicional. Recordar a los que no los conozcan que estos botines vienen huecos, sin acolchado, y se rellenan mediante la inyección de espuma de poliuretano, con las botas calzadas. De esta manera se obtiene un molde exacto de nuestros pies.
Sí, son costosos y el proceso de inyección es complicado. Pero si te los hace un buen especialista, el resultado es excepcional. Posiblemente los pies más normales no notarán tanta diferencia respecto de un botín standard, pero en mi caso el cambio es abismal.
Por último, tenemos la plantilla. Evidentemente es personalizada, una Sidas Custom que se complementa a la perfección con el botín. Su forma replicará fielmente la planta de mis pies, proporcionando un excelente apoyo y un reparto de presiones uniforme.
Paso 1: análisis del pie
El primer paso es analizar nuestros pies. El medidor confirma que calzo un 43, que equivale a un 27,5 del sistema mondopoint (en centímetros) con el que se miden las botas. Clavado en el pie derecho, mientras que el izquierdo mide un poco más -siempre hay una ligera diferencia-.
En cuanto a la forma, tengo un pie con muy poco volumen, de empeine bajo y estrecho, muy estrecho: tan solo 93 mm en el izquierdo y 94 mm en el derecho. Esto confirma que necesito hormas muy ajustadas.

La siguiente comprobación la hacemos con la plataforma de presiones, con la que Víctor constata que apoyo un poco más sobre el pie derecho. Nada que haya que tener en cuenta para el trabajo de personalización.
En cambio mis maléolos son bastante prominentes, sobre todo el interior del pie izquierdo; habrá que asegurar suficiente espacio en esta zona.

Paso 2: la plantilla
Tras la verificación de los pies, el proceso empieza por las plantillas. Se calientan en una máquina de vacío, que las reblandece y a la vez fusiona las diferentes láminas que las componen.

Mientras tanto, imprimimos la huella de nuestros pies en unos moldes. Cuando las plantillas están blandas se colocan en dichos moldes y sobre ellas ponemos nuestros pies para que, al enfriarse, recuperen su rigidez inicial copiando exactamente nuestra planta.

Una vez les hemos dado forma, el bootfitter las recortará, añadirá una cuña en el talón para darles estabilidad y las mecanizará para que encajen a la perfección dentro de la bota.


Paso 3: comprobación del pie en la carcasa
El siguiente paso es confirmar que hay espacio suficiente para el botín entre el pie y la carcasa y no es necesario deformarla en ningún punto.

Con un utillaje específico, se abre por completo, se colocan una plantilla de grosor, más la personalizada (para situar el pie a la altura a la que quedará con el botín) y se comprueba tanto la longitud como el espacio alrededor del pie.
Paso 4: trabajos en la carcasa
En mi caso no es necesario hacer retoques en la carcasa, pero sí que colocamos los lifters anteriormente mencionados. No es un accesorio recomendable para esquí normal, son delicados y patinan como el jabón al caminar (lo que obliga a utilizar siempre caminadores), pero dan a las botas un aspecto pro que, en la zona de salida de una carrera, fulmina la moral de tus adversarios…

Víctor es un perfeccionista: como las suelas no salen de fábrica perfectamente planas, primero las rectifica con una banda de lija. A continuación, atornilla los lifters (fijaros que ha cambiado los que yo le traje, negros, por unos blancos, a juego con los logos de la bota. ¡La estética es importante!). Luego mecaniza las punteras y taloneras, para compensar los milímetros extra de los lifters y recuperar el grosor DIN compatible con las fijaciones.

Por último, comprueba que el canting está a cero (lo llevo neutro) y fija la base interior de la bota con un tornillo.
Lo dicho: nada que envidiar a Odermatt.
Paso 5: el inyectado del botín
Ya estamos listos para el último y definitivo paso.
Por un lado, hay que preparar la bota. Víctor introduce la plantilla en el botín y este en la carcasa, asegurándose que los tubos por los que pasará el poliuretano “respiran” correctamente. Por otro lado, se prepara el pie con espumas de grosor, para ganar espacio en las zonas críticas. En mi caso, sólo los maléolos.
Y las calzamos con la ayuda del bootfitter, que vuelve a comprobar que los tubos no quedan obstruídos.

Llega la hora de la verdad. Se ajustan los ganchos en posición abierta y Víctor inicia un proceso que no permite correcciones. Vierte el catalizador en el bote del poliuretano y, cronómetro en mano, agita la mezcla antes de enroscarlo a los tubos. En cuanto se produce la reacción, el líquido entra rápidamente en el botín, envolviendo el pie hasta que lo vemos aparecer por los tubos de salida.

En apenas unos instantes el líquido se convierte en espuma, mientras el bootfitter cierra los ganchos y regula la entrada de material, en función de la información que le doy. En esta fase, el entendimiento entre ambos es clave. Hay que aguantar unos minutos la presión, hasta que el poliuretano solidifica; Víctor retira los tubos y poco después ya nos podemos descalzar.
Sólo queda extraer el botín para evaluar el resultado; óptimo una vez más.
Mis botas son ahora un molde milimétrico de mis pies, con las que podré transmitir las órdenes a los esquís de manera instantánea. Ya no tengo excusas, si fallo algún viraje, ¡la culpa será sólo mía!