Llevo casi 40 años en la Tierra, y muchos de ellos esquiando. Hay gente que a estas alturas ya no se plantea ni cambiar de botas si no se le rompen. Y yo, pues ahí sigo intentando pulir un backflip tardío y pensando si algún día tendré el valor de tirarlo en la nieve.
No lo hago porque quiera ser mejor que nadie. Lo hago porque hay algo adictivo en aprender cosas nuevas. En notar cómo tu cuerpo, con algún pequeño achaque, sigue respondiendo cuando le pides un poco más. Y eso, amigos, engancha más que la propia nieve.
Os dejo el vídeo para que veáis mi experiencia estrenando el Airbag que ha montado el club Freexki en Madrid para llevar el freestyle a otro nivel.
El miedo siempre está ahí
No me considero una persona especialmente valiente, ni mucho menos despreocupada. Valoro y evalúo el riesgo cuando esquío constantemente, y también en la vida. Quizás de forma obsesiva. Pero cuanta más preparación e información tienes, mejor puedes conocer tus límites y llegar hasta ellos.
Cuando tengo miedo, sé perfectamente qué es lo que me está diciendo. Es un instinto de supervivencia básico, y no conviene ignorarlo. Hay días que salto, y otros que simplemente grabo. Y está bien.

Pero hay algo bonito en enfrentarlo. En saber que puedes retar al miedo sin necesidad de vencerlo. A veces simplemente se trata de bailar con él, de negociar, de probar algo nuevo y saber que si sale mal, lo que más dañado pueda salir es tu orgullo, y eso tiene fácil solución. Levantarse y reírte.
Aprender como forma de vida
Siempre he pensado que nos hacemos viejos cuando dejamos de jugar, y no al revés. Pero también añadiría que envejecemos aún más cuando dejamos de aprender.
El club Freexki organiza camps de verano de freestyle desde hace 4 años. Y aunque suene raro, es de las cosas que más recomiendo para cualquier esquiador que se sienta estancado. No importa el nivel: importa la actitud.

Aprender a saltar en un kicker grande, clavar un grab sencillo o incluso simplemente controlar bien un salto en cama elástica... Todo eso cambia la forma en que esquías. Te vuelve más ágil, más consciente, hasta más creativo. Dejas de ver una pista de bañeras como un obstáculo y empiezas a verla como un patio de juegos. Piensas en las pistas verdes como una oportunidad para practicar switch y 180s.
Y sobre todo: te vuelve a conectar con la sensación de ser principiante. Y no hay nada más refrescante que eso.
La edad es un número
Mientras escribo esto, pienso en Santi Cazorla. A sus casi 40 años ha marcado un gol decisivo para ascender al Oviedo a Primera. Su cuerpo, operado mil veces, sigue teniendo magia. Pero lo más importante no es que superara su lesión, que casi le deja sin pierna, sino que quiso volver a jugar en su casa porque tenía ilusión, cuando podría haberse retirado.
Y esa es justo la ilusión que yo no quiero perder. Es la misma que veo en los chavales del snowpark, o en los adultos que se animan a probar algo nuevo como el freestyle. La edad es solo un número cuando tienes motivos para seguir saltando.
Nos vemos en la nieve
Este verano volveré al camp. Será mi cuarto año. Y lo digo sin rodeos: ha sido una las mejores decisiones que he tomado como esquiador. Si os pica el gusanillo del freestyle, o si simplemente queréis recuperar la motivación, tenéis los detalles en la web de Freexki.
El camp es del 7 al 10 de agosto en Madrid. Se impartirá entre el centro de entrenamiento, el airbag y Madrid Snozone.
Más info sobre el camp de verano: www.freexki.com/camp-de-freeski-agosto-airbag/
Y si no, al menos recordad una cosa: nunca es tarde para volver a volar.