Nuestro viaje por las mejores estaciones de Japón estaba llegando a su fin. Nos habíamos reservado para el final Lotte Arai. Una estación en la que el 70% del terreno no está pisado y tiene hasta 10 areas de freeride que se abren y se cierran dependiendo del peligro de avalancha. Nuestro guía de La Colina Retreat, Jorge, sabía que la zona alta había estado cerrada el día anterior y tendríamos líneas a estrenar. Lo que no sabíamos era lo mucho que ibamos a disfrutar haciendo solo 3 bajadas en todo el día. Os dejo el vídeo para que lo veáis y luego os sigo contando.
Lotte Arai tiene una historia bastante curiosa. En 1993, se llamaba Arai Resort y fue creada por el hijo del fundador de Sony, Hideo Morita. En 2006 tuvo que cerrar y diez años después fue adquirida por una cadena de hoteles de lujo coreana llamada Lotte. Desde entonces se conoce como Lotte Arai y es con diferencia la estación con más lujos que visitamos. Hoteles de 5 estrellas, spas, restaurantes con mucho staff que hablaba inglés... Vamos, todo lo contrario de Seki Onsen.

La estación tiene 10 gates de Freeride que los patrols controlan y abren dependiendo de las condiciones, que no suelen ser tan benévolas como en otras estaciones niponas. De nuevo tenemos algo especial en esta estación, poco bosque y mucho terreno abierto sin árboles con bastante inclinación. Terreno ideal para que se produzcan aludes. Hay zonas en las que no está permitido el acceso (trampas de terreno, cortados, etc.), pero la sensación es de estar en una estación internacional como Niseko, pero sin gente.


La zona alta tiene una gate por la que hay que empezar subiendo unos 150m de desnivel para llegar casi hasta lo alto del Monte Okenashi. Desde ahí se puede disfrutar un bowl enorme o llegar hasta el Monte Kokenashi, que da acceso a otro valle. Todas estas zonas acaban dando a una pista verde o azul que rodea y nos devuelven a un remonte. En nuestro caso, estuvimos repitiendo en el Bowl Este desde el Kokenashi y llegábamos hasta la estación intermedia de la góndola que sale de la base.


Una vez en lo alto del telecabina, cogíamos la silla Zendana y otra vez a patear para arriba. Probamos las gates intermedias de Wase y Mamushi, pero la cota de nieve estaba justa ese día y la suma de nieve húmeda y haber estado abiertas durante el día anterior las hacía menos apetecibles. Preferimos concentrarnos en la calidad, en vez de cantidad y repetimos 3 veces desde arriba del todo.

Encontrabamos las palas sin apenas huellas y con nieve polvo en cantidad, perfectas para correr porque apenas hay árboles en esta zona. Acabamos comiendo algo a última hora y cuando volvimos a La Colina Retreat nos esperaba una nevada brutal. No podíamos marcharnos sin hacer un poco de esquí nocturno así que nos pusimos las botas de nuevo, y carretera para arriba, porque no habíamos caminado suficiente ya ese día.

Quizás no conseguimos las mejores tomas, ni las mejores fotos, pero a mí me vinieron recuerdos de los viajes en familia en los que siempre alguna tarde había que buscar un spot para hacer algo de Urban Skiing, ya fuera una barandilla, un salto, o un poco de powder nocturno.
De todas formas nos dio tiempo a cambiarnos e ir a cenar a un pueblillo cercano muy auténtico, Akakura, en el que nos separamos y yo acabé cenando en un local diminuto de Ramen que me encantó. Mesas y sillas diminutas, una barra de cuestionable limpieza, pero... se cumplió la máxima de que el sitio más pequeño, con un folio en la pared a modo de carta, sirve la mejor comida del pueblo.

Al día siguiente tocaba irse, pero con el paquetón que estaba cayendo, ¿alguno dudáis de que intentamos esquiar un día más? Pronto tendreís la parte final del viaje.