En mi particular opinión, y tras muchos años trabajando con profesores compañeros mios de varias escuelas y también estando en la dirección de alguna de ellas, me he dado cuenta de la tremenda importancia de la actitud que muestran a diario cada uno de ellos, en contra de su aptitud aparente. Aquí es donde quiero recalcar, que tanto para un director de escuela, como para los alumnos, es tan o más importante el que un profesor vaya puntual, presentable, encantado y motivado mostrando una actitud positiva en su trabajo (porque no olvidemos que es un trabajo), que el que el simple hecho de que esquíe realmente bien sin más.
El nivel pedagógico es más importante que el técnico, esto se hace especialmente importante en niveles básicos, y cuando se percibe lo encantados que se van los alumnos (clientes en este caso) tras una clase con el profesor que muestra una actitud positiva, y que siempre quieren volver con él, finalmente te olvidas de los profesores que simplemente esquían bien o han estado en los equipos nacionales, son nivel III, etc., ya que éstos dan por hecho que ese simple motivo ya les da derecho a tener trabajo en una escuela para toda su vida, y recibir siempre las mejores clases.
Sin embargo, en las escuelas hay muchos profesores que no destacan en absoluto por su nivel de esquí, pero se trabajan en cada clase que dan desviviéndose por los alumnos, percibiendo realmente donde están los problemas, y haciéndoles avanzar por estar viendo lo que los otros profesores, esos que se dedican a pasear a sus alumnos y a lucirse simplemente, no son capaces de ver por tener bastante ya en cuidar su ego.
Esto es una cura de humildad directa para los profesores de esquí que por vivir en esa estación, o por tener la titulación más alta, o ser los más antiguos en la escuela, piensan que no deben “currarse” las clases y que sus clientes, y repito clientes, y creen que esas personas van a esquiar con ellos por ser quienes creen que son, y no para lo que realmente les han querido contratar, que no es otra cosa más que para aprender, mejorar, y disfrutar con alguien a quien admiran, pero que en absoluto “endiosan” ni le han querido “regalar” el dinero que les ha costado contratarle.