El día que conocí a Isabel
Pues bien, yo quiero hacer lo mismo, salvando las distancias, claro está, con el magnífico escritor ya fallecido para relatar cómo era la Sierra Nevada de los años en que conocí a Isabel.
Porque en España, hasta ahora y que yo sepa, ha habido cuatro famosas “Isabeles”. La primera Isabel la llamada Católica, la que montaba tanto como Fernando, aunque yo creo que montaba más. Perseguidora de judíos, moros y herejes y forjadora de una unidad de España que 500 años después sigue impidiendo que seamos lo que antes éramos: un conjunto de pueblos bien avenidos.
Luego está Isabel II la hija de Fernando VII que abolió la Ley Sálica para que gobernara su hija. Lo hizo por razones de descendencia, no por razones de igualdad de género, como ahora quieren hacer “ad calendas graecas” con la Infanta Leonor.
Mujer ninfómana, asesorada por una monja con llagas y un fraile con muy mala leche consiguió enemistarse con los espadones, que así se llamaban los generales de esa época y terminó largándose a Francia, abandonando la llamada por Valle Inclán “Corte de los Milagros” y dejándonos a los españoles una división dinástica de la que aún sufrimos las consecuencias.
Y luego está mi favorita la Pantoja. Muerta Lola Flores, esta es la Isabel de España, con sus toreros, sus “cachulis” sus Marías del Monte y demás. Su morenez, espero que integral, y su temperamento racialmente español la hacen más apta para un meneo que para un cotilleo.
Y por último la Isabel Presley .En este caso el término “la” no es una ordinariez, sino la más cumplida admiración para quien con la impasible mirada de los orientales y la ayuda de la cirugía estética ve pasar por delante, y también por encima y/o por debajo maridos, retretes de porcelana y bombones de alto standing.
A esta Isabel es a la que yo conocí allá por los años 77 o 78 o tal vez 79. La verdad es que si hubiese sabido que estaba destinada a ser una de las Isabeles grandes de España hubiera marcado esa fecha en mi calendario de recuerdos.
Pero entonces era una chica “monilla”, achinada pero sin nada especial que se presentó en mi despacho, acompañada de una par de chicas de su estilo, a decirme que era amiga de mi jefe y que le había dicho que me dijera que le extendiera unos pases para esquiar ella y sus amigas unos cuantos días, “gratis et amore” (gratis y por amor).
Procedí a extenderle la pachanga solicitada y como lo de gratis lo tenía claro pero lo de “amore” (por amor), lo tenía menos claro, en la reunión vespertina con mi jefe le comenté el incidente, con cierta sorna pensando en un apertura a oriente en los gustos de mi superior.
De eso nada, me respondió. Has de saber que la tal Isabel es la mujer de Julio Iglesias y que no la conozco y ni mucho menos le he dicho que le des un pase de remontes a ella y a sus amigas.
La hice llamar a mi presencia por el expeditivo sistema de negarle el acceso a los remontes y me miró entre sorprendida y enfada, esto no mucho porque su buena educación le impedía enfadarse delante del servicio, y le dije que o pagaba o no esquiaba.Pagó y su fue.
Y en mi mente sonaba esa canción de su “ex”:: “soy un truhán soy un señor”.........
Pienso que si en vez de esta estirada Isabel, hubiese sido la tonadillera la que me hubiera pedido “el favor”, con mucho gusto no sólo le hubiera extendido el forfait, sino que incluso le hubiera dado la percha. Al fin y al cabo pienso que donde esté un buen pollo a la Pantoja no se pone un escuálido bombón, por muy envuelto en papel dorado que esté.
Eran cosas que pasaban donde y cuando yo conocí a Isabel y de las que os daré cumplida cuenta en sucesivas entregas para que observéis cómo han cambiado las cosas en la estación más meridional de Europa,, ahora conocida por cutreski.
Saludos