Allá por el año 1962 fui seleccionado, junto a otros cuatro o cinco esquiadores juveniles para representar a la Federación Andaluza de Esquí en los Campeonatos Juveniles de Esquí Alpino que se celebraban ese invierno en Navacerrada.
Era la primera vez que yo salía a esquiar a un sitio que no fuera Granada, y sobre todo me iba a montar en un telesilla por primera vez. en mi vida, así que estaba lleno de ilusión más que por ir a competir, porque la verdad yo he sido buen esquiador, pero mal competidor, por ir a esquiar a nuevos sitios y conocer a gente de otros lugares.
Entonces todo lo que fuera deporte estaba dentro de la órbita organizativa y propagandística de lo que se llamaba la Jefatura Nacional del Movimiento, partido único creado por el Dictador en el año 1947, creo recordar, al modo de los partidos fascistas y nazis de sus compadres europeos Adolfo y Benito (¡vaya trío!).
Antes de salir para Madrid nos recibió el Jefe Local del Movimiento, curioso personaje a imagen y semejanza de “Martínez el Facha” de la revista satírica el Jueves, con su oronda panza, su bigotito recortado y su camisa azul con el cangrejo rojo bordado en la tetilla (o tetaza) izquierda.
Íbamos con el que llamábamos “el carpetas” o sea un aprendiz de falangista, que no esquiaba, pero que era mayor que nosotros, nos controlaba, gestionaba los dineros de las dietas y de los billetes de tren y asistía a los sorteos de dorsales que se efectuaban con carácter previo a las competiciones.
En el acojonante despacho de “Martínez el Facha”, ante severo crucifijo, acompañado de los retratos de Franco y José Antonio, este hombre amable y paternal nos animó a defender el honor no sólo de Granada, sino de Andalucía, ya que entonces nosotros éramos la pobre referencia en el esqui alpino del sur, frente a los potentes equipos de Madrid (Navacerrada) y Cataluña (La Molina), lo cual no era cosa descabellada, porque entre nosotros iba el campeón nacional juvenil de slalom gigante del año anterior.
Tomamos el tren expres de Granada a Madrid, que salía de granada a las 10 de la noche y llegaba a Madrid a la Estación de Atocha, en el mejor de los casos a las 10 de la mañana. 12 horas de viaje en segunda clase, durmiendo sentados y zampándonos estupendos bocadillos de jamón que uno de los participantes, que tenía unas tías con una chacinería, fue muy amable de compartir entre los demás.
De Atocha a la estación del Norte de Madrid, en una desvencijada camioneta y allí a tomar el tren de vía estrecha de Cercedilla para llegar a Navacerrada en medio de una cerrada niebla.
Nos alojamos en el Albergue Juvenil Franco y en ese albergue conocí a gente de Navacerrada, gente del lugar con la que luego he compartido trabajo y amistad.
Recuerdo a un inquieto niño de no más de 11/12 años que iba metiendo bulla por todos los sitios. Pelo rizado y un largo anorak negro con cinturón (era la moda de entonces) del que se comentaba que iba a hacer grandes cosas en el esquí. Le llamaban Paquito, y era como un a especie de mascota de todo el mundo.
El slalom fue en el Escaparate, creo recordar, y abrió pista Luis Sánchez, vigente campeón de España de slalom a la sazón, y natural de Cercedilla. Yo lo conocía de cuando iba a las Semanas Deportivas de Sierra Nevada y era uno de los puntales del equipo olímpico español, que aunque parezca mentira, tenía más componentes que ahora, a base de tener entre sus filas a esquiadores de Navacerrada y la Molina, o sea de Madrid y Cataluña.
El chico enredón, o sea Paquito, se empeñó en abrir pista, ya que no estaba aún en edad de competir en juveniles. Le rebajaron unas puertas, no se si por razones de edad o para que no le mojara la oreja al olímpico y dio una auténtica exhibición en la bajada. Ya se intuía que prometía, debido a su innata facilidad para desenvolverse entre palos.
También conocí a Aurelio García, potente esquiador, que ganó el slalom gigante de esa edición y por allí andaba con mucho mando y poderío el gran Angel Sanz, que fue el que marcó las pruebas.
Y por toda la estación de esqui se notaba la influencia del clan Arias, gente con visión del negocio de la nieve y mentores de Baqueira Beret, y gente fallecida ya como Antonio Linares y el Cucharillas.
No se si el calentamiento global o la visión de futuro fue lo que impulsó a toda esta gente a salir centrifugada desde el centro del esquí a la periferia. La mayoría de ellos aterrizaron en Sierra Nevada por eso tengo el honor de haber frecuentado la amistad de los que desgraciadamente ya se fueron y el disfrute de compartir ratos de conversación y a veces de esquí con los que aún están, que ya tienen hijos granadinos como los míos.
Porque evidentemente, la gesta de Paco en Sapporo fue grande, máxime en aquella época y en aquellas condiciones, pero también hay que reconocer que el chico enredón y simpático ha sabido sacarle buen provecho a su gesta, a veces y a mi modesta opinión de forma poco digna como participando en espectáculos impresentables. La vida le ha dado mucho, porque él le ha dado mucho a la vida, y espero que siga disfrutando de ella a tope, como lo ha hecho hasta ahora.
Pero debe ser generoso con los demás y recodar que Navacerrada, que el esquí no es sólo él, porque podrían decirle los 28 que le hacen de pedestal en su merecido monumento de Cercedilla, como le dijo un noble a un rey: “Nos, que valemos tanto como vos y todos juntos más que Vos.....”
En ese homenaje “ad personam”, siempre según mi visión personal del evento, han sobrado oportunistas políticos, incluida la presencia de la casa real, y ha faltado que los 28 de pedestal, hechos una piña acompañaran a Paco en esos momentos tan emocionantes y decisivos para una vida que me empeño en augurar larga, como prometedora, larga y exitosa ha sido su carrera profesional en la nieve.
Mis mejores deseos para Paco y para esa buena gente de Navacerrada, sobre todo, para aquellos que decidieron compartir conmigo los imposibles atardeceres de mi querida Granada.
Saludos.