Esquí de montaña en Chile y Argentina
Después de una temporada tan mala por nuestras montañas como lo fue la pasada por falta de nieve, ir a buscar el invierno al hemisferio sur podía ser una buena forma de prolongar la temporada de esquí de travesía, de manera que la espera hasta poder volver a calzar los esquís en nuestras latitudes se hiciera más llevadera, además de servir para huir del calor sofocante del verano. Así que en junio empecé a buscar socios para hacer un viaje a los Andes Chilenos. A través de Nevasport contacté con Kico, otro forero fanático del esquí de travesía y de todos los deportes que tengan que ver con la montaña.
Una vez que la decisión de ir para allí estaba tomada, había que definir por dónde nos íbamos a mover. Resulta difícil encontrar reseñas sobre itinerarios y ascensiones en esquí de montaña por los Andes, ya que se trata de un deporte muy poco conocido y practicado en esos países. Aparte de información sobre la zona de los volcanes del sur, gracias sobre todo a los reportajes de Xabi, y de algunas reseñas que encontramos referentes a la zona más próxima a Santiago, en particular el entorno de La Parva y el Cajón del Maipo, no encontramos casi nada referente a otros sectores de esta inmensa cordillera, así que decidimos centrar los primeros días del viaje en ese sector, con idea después de desplazarnos más hacia el sur, posiblemente a la zona de los volcanes. Sin embargo, sobre la marcha decidimos cambiar de planes y, tras 5 días por los alrededores de Santiago, cruzamos la frontera con Argentina para ir a conocer la provincia de Mendoza.
SECTOR DE LA PARVA (CHILE)
La madrugada del 25 de agosto salimos del aeropuerto de Madrid rumbo a Santiago de Chile. Tras un primer día que dedicamos a recorrer el centro de la ciudad, tomamos rumbo a la cercana población de Farellones, con idea de pasar unos días haciendo esquí de montaña por esa zona.
Farellones y La Parva
Farellones es un pequeño pueblo conectado mediante remontes al mayor dominio esquiable de Sudamérica, compuesto por las estaciones de Valle Nevado, La Parva y El Colorado-Farellones. Desde allí se pueden hacer algunas ascensiones a los picos de la zona, con la ventaja de poder aprovechar los remontes de las estaciones para acortar la aproximación. Entre los picos que se pueden ascender, hay varios cuatromiles como el cerro La Parva, Pintor o Bismarck, y algunos cincomiles, como el Leonera y sobre todo el Plomo que, con sus 5432 m, domina toda la zona, siendo bien visible desde Santiago.
El primer día, como toma de contacto, hicimos una ascensión hasta el cerro Colorado de 3332 m, un curioso cerro con forma cónica que domina la estación de esquí del mismo nombre, llegando los remontes casi hasta la cima. Nosotros subimos foqueando desde el mimo Farellones, intentando evitar las pistas en la medida de lo posible. La bajada la hicimos por una zona denominada Quebrada las Mesas, algo apartada de la estación, y donde encontramos varias palas prácticamente inmaculadas repletas de una nieve polvo profunda muy seca. Fue con diferencia la mejor nieve que catamos durante todo nuestro recorrido, ya que conforme avanzaron los días la calidad de la nieve se estropeó bastante. Desde allí fuimos a salir por debajo de Farellones, así que tuvimos que poner las focas de nuevo para volver al pueblo.
Kico en la cima del Cerro Colorado
Nuestro destino del día siguiente fue el cerro La Parva (4029 m), posiblemente la ascensión más conocida de la zona. Para acortar la aproximación y evitar las pistas tomamos los remontes de la estación del mismo nombre. Existe un bono denominado “sólo cruce” que permite hacer una subida hasta el punto más alto de la estación, a 3500 m, y que viene muy bien para los que hacen esquí de montaña, ya que ese es precisamente el punto de partida ideal para todas las ascensiones que he nombrado antes. Así que nos aprovechamos de esta circunstancia, aunque debido a una avería de un remonte nosotros empezamos a foquear algo más abajo, sobre los 3300 m.
La ascensión al cerro la Parva desde ese punto es muy rápida y sencilla, apenas 700 metros de desnivel que se hacen sin problemas en poco más de dos horas. Desde allí hay varias posibilidades de bajada bastante interesantes.
Itinerario de subida al cerro La Parva desde la estación de esquí del mismo nombre
En la cima de La Parva (4029)
Nuestro tercer día en la zona lo dedicamos a esquiar en pista en la estación de El Colorado. La verdad es que disfrutamos una barbaridad, ya que la nieve estaba buenísima y las pistas desiertas y muy bien pisadas. La única gente que se veía por allí eran los de los equipos nacionales que se encontraban entrenando en la estación esos días. Sin ser muy grande, la estación da mucho de sí y tiene buenas pistas, anchas y con pendiente mantenida, ideales para carvear.
Estación de esquí de El Colorado
Nuestro siguiente objetivo fue una travesía por el valle que se sitúa a los pies del Plomo y del Bismarck, llamado Estero del Cepo. Salimos con todo el material de acampada con idea de pernoctar por allí. Aunque no teníamos un objetivo claro, una de las posibilidades era intentar ascender hasta las proximidades del Bismarck. Sin embargo, la subida a ese pico se encontraba pelada por el viento, así que, tras una noche fresquita a 3500 m, nos dirigimos hacia unas palas que subían hacia el cerro Pintor y que tenían muy buena pinta. La bajada estuvo bien y, tras recoger el campamento, volvimos hacia Valle Nevado, y de allí a Farellones.
Durante la travesía por el Estero del Cepo
El campamento y, al fondo, El Plomo
Kico empezando la bajada con un bonito decorado
Y así completamos nuestro corto periplo por el sector de La Parva y El Plomo.
EL CORDÓN DEL PLATA (ARGENTINA)
Tocaba cambiar de sector y de país, así que, tras una noche en Santiago, cogimos un avión a la ciudad de Mendoza, en Argentina, desde donde fijamos rumbo hacia una zona que se llama Vallecitos, y que es la puerta de acceso al Cordón del Plata, una precordillera de los Andes de aspecto impresionante, que forma una línea paralela al eje de la cordillera, con numerosos cincomiles, sobresaliendo por encima de todos ellos el Plata, que ronda los 6000 metros y que da nombre a la cadena. Es una zona extremadamente árida que recuerda mucho más a las montañas del Atlas que a las que estamos acostumbrados a ver en los Pirineos o en los Alpes.
Al parecer, los frentes cargados de humedad provenientes del Pacífico apenas llegan hasta aquí, ya que antes tienen que cruzar los Andes justamente por su parte más elevada. Por eso, no es de extrañar que mientras en la zona que acabábamos de visitar en Chile había nieve de sobras, este sector estaba más que justito. Una pena, ya que con un poco más de nieve las posibilidades de la zona para hacer grandes cumbres con esquís parecen enormes. Aún así, hicimos un par de ascensiones bonitas.
Allí nos alojamos en el Refugio San Bernardo, un sitio muy acogedor situado a 2700 m donde estuvimos como en familia.
El primer día subimos al cerro Stepanek, de 4080 m de altura. Salimos temprano del refugio, y tras una primera zona bastante llana, entramos en una canal que iba ganando inclinación progresivamente, con una pendiente en la zona de arriba de unos 45-50º. Los últimos 100 m, desde la salida de la canal hasta la cumbre los hicimos trepando por terreno rocoso muy fácil.
De izquierda a derecha: Vallecitos (5461), Adolfo Calle (4220) y Stepanek (4080)
Kico en la cima del Stepanek (4080)
La cumbre es un buen mirador hacia todas las montañas vecinas, muchísimo más altas: Rincón (5318), Vallecitos (5461), Nevero (5437), Colorado (5117), Lomas Amarillas (5091)…. La bajada estuvo bien, con la parte inicial bastante exigente.
Al día siguiente partimos temprano con idea de llegar hasta la parte superior de una bonita pala de nieve bajo el cerro Rincón que habíamos visto desde el Stepanek el día anterior, y cuya altura rondaría los 4600 m. El recorrido coincidía en su primera parte con la de subida al cerro Stepanek, continuando luego por la vía de ascensión normal a este pico (la que habíamos seguido el día anterior no era la normal, sino la denominada “canaleta”). Al llegar sobre los 4000 metros no nos quedó más remedio que darnos la vuelta, ya que las fuertes rachas de viento en las zonas altas hacían complicado avanzar y nos obligaban a detenernos constantemente. Aún así, pudimos disfrutar de una bonita bajada de 1300 metros de desnivel sin ninguna dificultad.
Y puesto que la zona no parecía dar mucho más de sí por la poca nieve que quedaba en las partes altas, decidimos cambiar de sector.
LOS PENITENTES (ARGENTINA)
Desde la zona de Vallecitos, y siguiendo la carretera internacional que atraviesa el Valle de Uspallata, se llega fácilmente a la localidad de Penitentes, muy cerca de la frontera con Chile. Se trata de un centro de esquí de aspecto algo decadente con numerosos albergues. Aparte de ser un centro de deportes de invierno, la zona tiene el aliciente de encontrarse a las puertas del Parque Provincial del Aconcagua, y de ser además el acceso más habitual para los que quieren subir la montaña más alta de América.
El primer día que estuvimos allí nos lo tomamos con calma, debido en parte al cansancio que empezábamos a acumular después de 7 días de actividad casi seguidos, y en parte a que el día salió gris y no invitaba a grandes aventuras, así que decidimos hacer una pequeña ascensión en el entorno de la estación de esquí aprovechando que la parte superior de la misma se encontraba cerrada, subiendo hasta el hombro del denominado Cerro Las Leñas. Desde allí salían unos tubitos fáciles en los que no disfrutamos demasiado por el estado de la nieve, completamente húmeda y pegajosa.
La estación, aún siendo pequeña, da la sensación de tener unos fuera de pistas increíbles.
El día siguiente decidimos tomárnoslo de descanso, y aprovechamos para acercarnos a un mirador en el valle del río Horcones con una bonita vista de la cara sur del Aconcagua. Además, pudimos tener conciencia de la magnitud de las montañas de esa zona y percatarnos de las pocas posibilidades que teníamos de hacer algo medianamente decente por nuestra cuenta en los días que nos quedaban sin tener información fiable de ascensiones con esquís, así que tomamos la decisión de bajarnos a Mendoza a buscar un guía para que nos acompañara a hacer un recorrido por el sector durante los tres últimos días que nos quedaban antes de la vuelta.
QUEBRADA DE MATIENZO (ARGENTINA)
Así que tranquilamente nos bajamos a Mendoza, y tras otro día de descanso que aprovechamos para conocer la ciudad y para contactar con la empresa Esquí de Travesía de Las Américas, volvimos de regreso a Penitentes con idea de salir al día siguiente para una travesía por la parte alta del Valle del Río Las Cuevas, también conocida como “Quebrada de Matienzo”.
Partiendo del pueblo de Las Cuevas, que es el último del valle, situado a 3166 m de altura, justamente a la entrada del túnel internacional, el valle gira bruscamente hacia el norte, comenzando lo que se conoce como Quebrada de Matienzo, que se prolonga durante más de 20 km prácticamente sin ganar altura, dejando a un lado la cresta fronteriza y al otro una serie de macizos que superan los 5000 metros situados a los pies del Aconcagua: Bonete, Tolosa, México, Catedral, Pan de Azúcar, y otros muchos que ni siquiera tienen nombre. Es un sitio complicado para hacer ascensiones en esquí de montaña, ya que son macizos demasiado heavys. Sin embargo, en la cresta fronteriza, sí que hay buenas zonas esquiables desde cotas que superan ligeramente los 4000 metros.
Quebrada de Matienzo
Nuestra idea era hacer una travesía de tres días por la zona en completa autonomía, ya que lógicamente por allí no hay refugios, y sobre la marcha ir escogiendo las ascensiones en función de la nieve.
Y con esa intención nos levantamos el día que teníamos pensado partir tras pasar la noche en Penitentes, donde habíamos quedado que a primera hora de la mañana nos recogería el guía. Desgraciadamente nuestra guía cogió unas cagaleras y tras darnos largas durante toda la mañana, finalmente no tuvo más remedio que reconocer que no se encontraba en condiciones para llevarnos a ningún sitio y nos buscó un sustituto, renunciando al primero de nuestros tres días de travesía.
Así, con un día menos, acompañados por nuestro guía Panchito, salimos a primera hora hacia la Quebrada de Matienzo. Panchito pertenece a la patrulla de rescate del Aconcagua, por lo que no hay que extrañarse de que haya subido veintitantas veces hasta esa cumbre. Íbamos a estar pues en buenas manos, ya que le sobraba experiencia en alta montaña, a pesar de que andaba algo justo de nivel de esquí.
Tras un largo recorrido casi llano, llegamos a un punto situado a 3500 metros donde decidimos plantar la tienda. Una vez montada, salimos hacia un cerro fronterizo que, aunque apenas destacaba por su altura rodeado de tanto gigante, sí que destacaba por tener buenas palas de nieve desde su cima que invitaban a intentarlo, así que hacia allí nos dirigimos, y pasadas las 6 de la tarde llegamos a la cima, situada a unos 4300 metros.
Kico y Panchito durante la ascensión
La cima
La impresionante cara oeste del Aconcagua
En la bajada encontramos una nieve relativamente buena en la mitad superior. Sin embargo, en la parte inferior nos encontramos con una superficie endurecida completamente irregular, cubierta de incipientes penitentes que la hacían muy difícil de esquiar.
Llegamos al campamento, cenamos y a dormir, pensando en el posible itinerario para el día siguiente, 9 de septiembre, mi cumpleaños.
Y que mejor forma de celebrar mi cumpleaños que con una rotura de fibras en el gemelo…
Por la mañana, salimos con intención de subir algo más por la Quebrada buscando algo parecido a lo que habíamos hecho el día anterior. Al poco de salir, dando un salto para cruzar el río Las Cuevas, caí de una forma un poco rara (en el agua, lógicamente) y tuve el pequeño incidente. A pesar de eso continuamos hacia arriba. Cuando yo ya no pude seguir por el dolor me quedé a esperar mientras Kico y Pancho continuaban subiendo. No obstante, un poco más arriba se dieron la vuelta para no dejarme sólo mucho tiempo. Recogimos el campamento, y tranquilamente regresamos a Las Cuevas, para iniciar nuestro regreso a Mendoza.
En esta foto se puede ver la mala pinta que tenía la nieve, con esa superficie tan irregular debido a las fuertes diferencias de temperatura entre el día y la noche
El viaje llegaba a su fin. Sólo nos quedaba volver a Santiago en avión para, al día siguiente, regresar a España.
Una de las conclusiones que uno saca después de un viaje de este tipo, es que se trata de una cordillera inmensa, donde uno podría estar toda la vida foqueando y apenas alcanzaría a conocer más que una mínima parte. Los valles son enormes, y cualquier ascensión requiere un montón de días sólo para la aproximación, a no ser que se aprovechen las carreteras que suben hasta alguna estación de esquí como Las Leñas, Portillo, Penitentes o La Parva, y los alojamientos con que cuentan. Una vez que uno se aleja de la civilización, ni siquiera encuentra refugios donde pasar la noche en invierno, así que si se quiere hacer un recorrido de varios días, no queda más remedio que ir cargado con todo lo que uno puede necesitar allí arriba, incluyendo una tienda de invierno, un buen saco y mucha ropa de abrigo para las heladoras noches de los Andes. Por eso, y por el hecho de que el esquí de montaña es un deporte que practica muy poca gente en Chile y casi nadie en Argentina, uno tiene cierta sensación de aventura cuando recorre esos parajes solitarios.
Desde luego, es una zona que vale la pena conocer y a la que habrá que volver, tal vez en busca de objetivos mayores.