Llego con retraso (cosas que pasan), pero llego al fin y al cabo. Llego para añadir un grano de arena a los que, tan meritorios, aquí aparecen. Me presento: Soy Francisco Fernández Rubio, hijo del ya citado Fidel Fernández Martínez y hermano por tanto de Fidel, "materia prima" de la noticia.
Este grano de arena es la reproducción de lo que publicado con el título de "Primera travesía invernal de la zona central del macizo de Sierra Nevada. Enero de 1953", en el número 175 (página 205 y siguientes) de la Revista "La Centuria":
Sierra Nevada. Macizo de imponente factura, está formado por terrenos muy viejos que el empuje alpino elevó a considerable altura.
Alta. Sin pasos. Los picachos se suceden unos tras otros en quebrada crestería, no existiendo fuera de ella más núcleos montañosos que los gigantescos contrafuertes que lanza en todas direcciones, entre las cuales el agua ha labrado profundas barrancas.
La línea de cumbres -divisoria de mares- da origen a dos vertientes en su estructura: la norte, rota y disgregada, es un imponente tajo de casi un millar de metros, donde la nieve y el hielo se almacenan en sus hoyas y corrales durante todo el año. Por el contrarío, la Alpujarra -vertiente sur- está formada por largos contrafuertes apenas sin erosionar que descienden hasta el mismo Mediterráneo.
Está dividida en tres zonas:
La central, que abarca desde el Pico de Veleta al Puntal de Vacares, agrupa las más grandes elevaciones o colosos del macizo, entre los que destacan el trío formado por el Picacho del Veleta, de 3.428 metros; el Mulhacén, que con sus 3.481 es la máxima altura de la Península, y la Alcazaba, de 3.414 metros.
Una carretera se adentra en ella. Parte de Granada y se eleva hasta la cumbre del Veleta, a lo largo de 48 Kilómetros de recorrido por montaña, con un desnivel de 2.758 metros. Es ésta la carretera más alta de España, y sobre ella se han construido refugios, agrupados alrededor de los Peñones de San Francisco, a 2.500 metros de altitud.
Aunque en verano es frecuentemente recorrida en todos sus sentidos, al llegar el invierno permanece aislada bajo su manto de nieve, que cierra todos los caminos. Sólo se salva la zona de los Peñones, visitada por los esquiadores. El Veleta, a unas cuatro horas de los albergues, es frecuentemente alcanzado, y su descenso es la prueba de competición más larga de España, con sus 7.500 metros de libre recorrido.
El resto de los lugares permanecen solitarios, pues los largos recorridos de la mayoría de las cumbres obligan a efectuar acampadas al filo de los tres mil, lo que da a éstas una extraordinaria dureza. A esto se une el que para llegar hasta los refugios de los Peñones hay que hacer muchas veces una marcha de más de 15 Kilómetros sobre nieve, con un desnivel de cerca de 1.000 metros.
Aunque la primera invernal del Veleta se pierde en la noche de los tiempos y la del Mulhacén fuese realizada el 1934, la cumbre de la Alcazaba ha permanecido virgen bajo su manto de nieve hasta el año 1952.
Así, el intento de efectuar en invierno la travesía completa de la zona central del macizo, con la ascensión a sus tres principales cumbres, era una empresa calificada de difícil y, sobre todo, de muy dura, que estaba por hacer.
Proyecto:
Partida del Albergue Universitario. Ascensión al Veleta. Travesía por la vertiente sur hasta el Mulhacén. Acampada en la cañada de las Siete Lagunas. Ascensión a la Alcazaba y descenso por Vacares y Loma del Calvario hasta alcanzar Maitena, con una eventual acampada en esta última parte del recorrido. El tiempo a emplear dependerá del estado de la nieve y la cantidad de hielo a encontrar.
Al llegar el otoño fueron instalados tres depósitos de víveres. El primero, en la Loma del Veleta, a unos 3.000 metros; el segundo, en el Puerto de Capileira, y el tercero, bajo del Puerto Vacares.
El punto más discutido fue el uso de esquís, decidiendo no llevarlos, ya que serían durante gran parte de la travesía un estorbo por tener que llevarlos a hombros.
Día 12.- Salida del albergue a las 3,50 horas de la madrugada. Cielo despejado y sin luna. Nieve helada. Temperatura de -7°. Peso de los morrales, 16 Kilogramos.
Se asciende lentamente con crampones. La oscuridad es grande y hay que utilizar la linterna para orientarse.
La ruta discurre al borde de la barranca de San Juan hasta alcanzar el Corral del Veleta. Poco antes se localizaba el primer depósito, pero hay tal cantidad de nieve que es imposible sacarlo.
La luna hace su aparición hacia las seis. Es cuarto menguante y apenas ilumina el paisaje.
Se ataca en diagonal la pirámide del Veleta por encima de la Laguna de las Yeguas. El hielo hace su aparición, a la par que la inclinación de la pendiente aumenta considerablemente. Finalmente se llega a la divisoria cerca del puerto de Capileira.
Se dejan los morrales junto al segundo depósito, situado en una vieja fortificación, y se asciende hasta la cumbre del Picacho.
Son las 7,45. Comienza a amanecer. Tiempo despejado, con una ligera brisa que hace descender la temperatura a -14°.
Se regresa al depósito y se extraen los víveres, enterrados a más de un metro bajo la nieve. Breve desayuno, que no se termina por comenzar a helarse los pies.
Reanudada la marcha, se desciende por el Puerto de Capileira hasta tomar los Vasares del Veleta y, sin perder más altura, seguir a media ladera, bordeando los tajos del Cerro de los Machos.
Nieve dura y buena para la marcha. Pendiente de unos 35°. La temperatura va subiendo hasta alcanzar la máxima de 11° y al sol 18º.
Desayuno en las Lagunas de Rioseco (3.120 m). Se asciende hasta las Crestas de Rioseco asomando a la vertiente norte. Medio cresteando se pasa la Loma Pelada y se alcanza el borde de la hoya de la Caldera.
Enfrente se alza la mole del Mulhacén, con su imponente tajo de la vertiente norte.
Por una rampa de unos 50° se desciende a la Laguna de la Caldera (3.060 m), donde se hace alto para comer.
Son las 12,20 horas. Van ocho horas y media de marcha, con adelanto sobre el horario previsto, por lo que se decide, una vez alcanzado el Mulhacén seguir hasta la Alcazaba.
Faltan por subir 400 metros para llegar a la cumbre del Mulhacén que, tras una agotadora subida, se alcanza a las 15 horas.
Desde la ancha plataforma de su cumbre, el paisaje que se contempla es ilimitado. Cadenas y macizos de montañas nevadas se suceden hasta perderse en el horizonte. A los pies se abre el tajo brutal de las hoyas del Mulhacén. El Mediterráneo aparece medio cubierto por una capa de nubes cuyas avanzadas se adentran por las barrancas de la Alpujarra.
La Alcazaba se encuentra enfrente, separada tan sólo por la Cañada de las Siete Lagunas.
La bajada hasta la Cañada transcurre por una pendiente que llega en algunos puntos a los 55°. La nieve helada, por estar en sombra, no ofrece más dificultades que las de su inclinación. Sin llegar al fondo se alcanza la crestería al pie del murallón de la Loma de la Alcazaba.
Al salir al sol se encuentra la nieve en completa fusión. La marcha se hace muy penosa, y hay que turnarse constantemente en el abrir huella. Se intenta trepar por el filo de las cresterías, pero la roca mojada y la nieve en continuo desprendimiento hacen desistir y se asciende por unas palas de nieve, que muy inclinadas se adosan al paredón. Hay que encordarse para detener los resbalones sobre la nieve sin consistencia y con hielo en el fondo.
A las 17,50 se alcanza la cumbre. Queda ya solamente emprender el descenso hacia Vacares.
El sol comienza a ponerse y la temperatura cae casi de golpe a bajo cero.
Se intenta buscar una vía de descenso por el Tajo del Goterón, pero el cortado se abre por todos los puntos donde se intenta la bajada.
Ante lo avanzado de la hora, se decide acampar a unos 100 metros por debajo de la cumbre. A las 18,30 se inician los preparativos para pasar la noche, que transcurre tranquilamente. El frío no molesta demasiado, a pesar de que la temperatura desciende en el exterior a -20°.
Día 13.- Amanece con tiempo despejado. Buen día. A las once se reanuda nuevamente la marcha. Las botas, completamente heladas durante la noche, han dado bastante trabajo.
Se desciende lentamente, pues los pies helados se mueven torpemente. Pendiente fuerte, de casi 50°.
Alcanzado el fondo de la barranca del Goterón, se trepa de nuevo hasta la crestería, a caballo de la cual se continúa, ascendiendo al Puntal de Vacares (3.414 m).
Al llegar el collado de Vacares se abandona definitivamente la línea de cumbres, y por la Loma del Calvario se desciende hasta alcanzar el río Genil.
Marcha muy penosa debido a la nieve en fusión, que retarda considerablemente el avance, por lo que es imposible alcanzar la estación de Maitena antes de que salga el último tranvía. Ya de noche, se llega a san Juan -estación de tranvía, todavía en construcción-, en donde se busca alojamiento en la casa del guarda. Al día siguiente, marchan andando siguiendo la vía, hasta la estación de Maitena.
Componentes de la travesía: Florentino Carrero y Fidel Fernández, Guías de Alta Montaña del F.J. de Madrid y Granada; Rafael Gómez Cordobés, Guía Montañero del F.J. de Salamanca.
Volveré porque tengo todavía algún otro grano que añadir...
Pese a su ínfima calidad acompaño las fotografías que aparecen en el reportaje.
Y para quien pudiera interesar, añado de esta revista, en formato de imagen, los nombres y tareas de sus responsables.