Saludos gente
La última semana de agosto estuvimos fjorge y yo en los Alpes, donde coincidimos unos días con jdcabiale y Juan Carlos Marfil
Nada más llegar a Chamonix, tras unas 17 horitas de coche
El Mont Blanc se perfilaba imperioso por encima de las nubes...
La vía elegida fue la ruta de los cuatromiles, por lo que sin perder tiempo cogimos el teleférico que asciende hasta la Aguille du Midi
Desde el puente de la aguja podía verse ya el coloso alpino y la vía de ascenso desde esta vertiente, cargada hasta arriba de nieve
Sin perder tiempo, nos dirigimos a la vertiginosa arista que desciende hasta el Valle Blanco, donde plantaríamos las tiendas. Para ser los primeros pasos que se dan en nieve, he de decir que se entra en calor muuu pronto por esta magnífica línea maestra
Ya en Valle Blanco, el Tacul nos muestra la vía de ascenso que nos espera al día siguiente (bueno, o esa misma noche...)
Y ya que no tenemos tiempo para aclimatar, decidimos pasar el día descansando y tomando fotografías de todo lo que nos rodea
El refugio de Les Cosmiques
Aquí, mis compañeros de faena
Y nada, como la tarde empezaba a ser muy larga, nos subimos al refugio de Les Cosmiques a echar unas birras para preparar el cuerpo
A eso de las cuatro de la tarde, decidimos ir a las tiendas a intentar descansar un poco, pues fjorge y yo no habíamos dormido nada durante el interminable viaje de coche (creo que fue más duro el viaje que el Mont Blanc
) Y nada más salir del refugio, ya con las nubes metidas en pleno valle, empezó a nevar. Otra vez, pues la semana anterior había estado nevando sin parar
Aquí fjorge afanado en retirar la nieve de la tienda
La cosa no nos gustó demasiado, y menos aún cuando al poco tiempo entró un ventiscazo del copón que zarandeaba las tiendas como si fueran hojas caídas, y que no haría sino ventear la nieve de cumbre hacia la cara noroeste del Tacul, según la dirección del viento. Yo ya venía mosqueao con la acumulación de nieve y el peligro que supone en estas condiciones la pala del Mont Maudit antes de llegar al muro de hielo. Decisiones de grupo, y la experiencia en alta montaña de Juan Carlos
, nos hicieron desistir y quedarnos en los sacos cuando a la una de la mañana sonó el despertador, aún cuando el cielo estaba completamente raso. Tal vez, una de las mejores decisiones de nuestras vidas.
A las tres y media de la mañana, el desprendimiento de un trozo de serac de la parte alta del Tacul, de un tamaño aproximado al de un piso de tres plantas según prensa, provocó una avalancha que barrió de arriba abajo la vía de ascenso por este cuatromil. Mala suerte, la verdad. Mucha mala suerte. Un desprendimiento en plena noche, cuando no hay calentamiento por el sol, y a las tres y media de la mañana, cuando todas las cordadas se hallan por debajo del hombro del Tacul, pues se suele salir a las dos de la mañana de Valle Blanco. Toda una conjunción de macabra casualidad
Durante las siguientes horas, el sonido de los helicópteros fue incesante y supimos que algo había ocurrido. Antes del amanecer, Juan Carlos nos dio la noticia y nos levantamos, llevando con nosotros líquido caliente y comida, para intentar ayudar en lo que fuera a la gendarmería francesa en las tareas de rescate. De camino, las luces del alba nos mostraron unos paisajes únicos...
Y llegando al lugar del accidente, nos encontramos grupos de rescate por toda la cara noroeste del Tacul. Era una imagen cruda, y un sentimiento extraño al ver a decenas de montañeros y personal de los grupos de rescate hundiendo picas de profundidad en la nieve, buscando sin cesar los cuerpos de los montañeros desaparecidos
Sentimiento extraño al saber que nuestra intención era salir con las primeras cordadas, y que nuestro destino habría sido el que contemplaban nuestros ojos
La gendarmería francesa no nos dejó acercarnos más a la zona del alud, al no llevar sistemas de localización en avalanchas “ARVA”, por lo que poco pudimos hacer.
Según las últimas noticias, se habla de ocho víctimas. No sé si esa cifra andará acorde con la realidad que vimos aquella mañana, pero habiendo fallecidos de por medio, no me apetece entrar en polémicas.
Descansen en paz.
Intentamos olvidarnos del suceso y nos fuimos a aprovechar el día, dando un pateo por Valle Blanco y asomándonos a la vertiente italiana para echar un vistazo. A través de unas palas entretenidas...
...dimos vistas a los Alpes italianos y al enorme glaciar que desde valle blanco baja serpenteante, a través de la Mer de Glace, hasta el valle de Chamonix
Mirado hacia el Este, con un poco de zoom, Weisshorn, Monte Rosa y Cervino
Y desde nuestra posición, la imponente cara noreste del Tacul
Poco más. El día ya estaba echado. Decidimos volver a valle blanco, recoger las tiendas, y bajar a Chamonix mientras pensábamos qué hacer al día siguiente. Volviendo hacia la arista de la Aguille du Midi, el Tacul mostraba los restos del desastre. Puede observarse claramente el serac que rompió en la parte alta y la rimalla formada por el desprendimiento de la nieve. En la foto, fjorge de vuelta hacia el teleférico
Subiendo hacia la arista, me acerque a los cortados de nieve para echar un vistazo al valle de Chamonix
Y nada, a darle a la arista, que en la parte más pollúa se ponía apretá y to
Aquí fjorge terminando ya la arista camino de la Aguille du Midi
Y esperando el siguiente teleférico que nos bajara al valle, me asomé a fotografiar el espléndido glaciar de Bossons en su caída hacia Chamonix
Hoy Mont Blanc se había mostrado intratable, y despreciable. Sentados al fresco de unas buenas cervezas, decidimos que sería curioso marchar a los Alpes italianos, en la región de Cervinia, para subir el Breithorn (4.167 m) y de paso aclimatar un poco por si Jorge y yo decidíamos a finales de semana tirar para algún cuatromil mayor
Pues dicho y hecho. Cargamos el supercoche de Jorge (y que más tarde sabría que se trataba del Batmóvil...
) y nos fuimos hacia Breuil, pueblecito precioso dominado por la atenta e imponente presencia del hermoso Cervino
Noche tranquila y cómoda, durmiendo en una cama!!!!
, que después de un asiento de copiloto durante un viaje interminable y un aislante y un saco dentro de una tienda zarandeada por la ventisca, nos supo más que de maravilla a Jorge y a mí (y a José Antonio y Juan Carlos, que también se tragaron la noche en valle blanco...) Pero poco dura la noche cuando hay planes de montaña al día siguiente, así que, aún sin madrugar mucho, nos pusimos en marcha hacia el teleférico que te lleva hasta el Plateau Rosa, a unos 3.480 m. Desde ahí, no hay más que remontar algunas pistas de esquí y subir una larga cuesta de vacas hasta llegar a la cima del Breithorn. Eso sí, no nos echamos ni arnés ni cuerdas, por lo que varios italianos se encargaron de hacernos entrar en razón... "Sensa corda, molto pericoloso!!"
(sé que no es italiano, pero a Juan Carlos y a mí nos sirvió para echar unas risas...
)
De camino, las nubes que amenazaban no presenciaban nada bueno, ocultando las hermosas vistas que un día raso nos hubiera deparado
El imponente Crevino...
Y desde el collado, pudimos contemplar el Breithorn y el amplio valle glaciar que se abre a sus pies
Al fondo del valle, el Castor y el Pollux
Pues nada, para arriba que las nubes amenazaban con fastidiarnos las vistas desde la cima. Y yo, aunque se tratara del Breithorn, más contento que un chiquillo chico al pisar mi primer cuatromil
Y Juan Carlos, derrochando como cada minuto su elocuente sentido del humor
Al poco tiempo, las nubes se metieron en la cima, por lo que decidimos comenzar a bajar...
Y eso sí, por esta vertiente el Breithorn se mostró bastante más interesante, ofreciendo una bella arista que descendía entre patios espectaculares
Y en un momento en que abrieron las nubes, fotos de rigor
Pero poco duró la calma, pues a los pocos minutos se metió una niebla en la que no se veía ni escupir... Eso sí, aunque había huella marcada, los GPS de José Antonio y Jorge nos vinieron de perilla, aunque sólo fuera para arrojar un pelín de certidumbre a nuestros pasos en aquel mar de niebla
De camino a los remontes, nos encontramos con algunas grietas. Os dejo una foto
Y ya en el teleférico, nos dispusimos a bajar del olimpo al mundo de los mortales
Lo siguiente?? Muy sencillo, estamos en Italia. Pizza y cerveza en Breuil
Después de comer, rumbo a Chamonix de nuevo, pues José Antonio y Juan Carlos nos abandonaban al tener el billete de regreso a España para el día siguiente. Unos días geniales en los que conocí a unos colegas estupendos. Un abrazo, chavalotes!
Al día siguiente, día pisapraero en el que Jorge y yo fuimos a conocer el Lago Blanco, en la otra vertiente del valle del Chamonix. Desde aquí, las vistas del macizo del Mont Blanc son realmente preciosas
Y como había tiempo, y Jorge domina bastante el valle, me propuso ir a ver la Mer de Glace
Desde aquí, tomamos un precioso sendero que desciende, junto al glaciar, hasta Chamonix. Una buena sorpresa nos llevamos cuando, bajando por un auténtico sendero de montaña, nos topamos con semejante estampa
Y nada, de vuelta a Chamonix por un caminillo estupendo, pensando ya qué hacer el día siguiente...
¿Qué hacer...?
... y cómo quedar indiferentes ante la enorme presencia del coloso que nos observaba mientras bajábamos...
Aquella noche decidimos ir a Mont Blanc, por la vía de Gouter, vía con escaso riesgo de avalanchas en condiciones estivales, apurando ya los últimos días de nuestro viaje
. Y Jorge, al que ya no le interesaba tanto subir al Mont Blanc, sabiendo la ilusión que por el contrario me hacía a mí, se decidió a acompañarme, como compañero de cordada, y sobre todo como amigo
Pues manos a la obra! Nos fuimos a dormir a Le Fayet desde donde cogimos, a la mañana siguiente, el tranvía del Mont Blanc hasta Nido del Águila (2.380 m). Desde aquí se asciende por una enorme pedrera desde la cual empieza a adivinarse ya el lejano refugio de Gouter, a 3.800 m
A mitad de camino, la bella Aiguille de Bionassay se muestra en todo su esplendor, junto con su enorme glaciar
Ya en las proximidades del Refugio Tete Rose puede observarse con claridad la esbelta arista rocosa que te lleva hasta la Aiguille du Gouter
Salvando el paso de la escupidera, donde las piedras es cierto que pasan como balas, se llega a la arista. Esta no es más que un enorme trepaero, entretenido, la verdad, que en las partes más pinas está acondicionado con cables
Aquí Jorge, en la parte de los cables, gritando algo así como: “mira Miguel, sin manos!!” Con dos cojones superando ya los últimos pasos hasta Gouter, cargaos como mulas
Un poco por encima del refugio se encuentra una pequeña explanada donde colocar las tiendas, y que en dos ocasiones, en Nido del Águila y en Tete Rose, el personal de la organización del Mont Blanc se encargó de decirnos que estaba prohibido. Hasta el vivac, que le pregunté. Y que digo yo, quién narices te va a prohibir vivaquear dentro de un saco donde te salga de los gü...........evos, pollas
Un emplazamiento estupendo
Y nada, a esperar a que llegara la noche, y de paso, a dar un pateillo por los alrededores y echar alguna que otra foto. Os las dejo por aquí...
Tacul y Maudit, y el grueso glaciar de Valle Blanco
La Aiguille du Mide y la caida del glaciar de Bossons
Gritas y seracs por todos lados
Bueno, pues llegó la hora. Nos metimos en nuestros sacos y nos dispusimos a descansar un poco, ya que sobre las dos-dos y media teníamos pensado salir. Sonó el despertador y nos vestimos, listos para la acción. Un poco por debajo de la Col du Dome hablé con Jorge, pues le veía sin ganas de seguir. La escalada por la noche, sin ver ni escupir, sumado a la romería de cordadas que comenzaban a atacar la montaña no le daban mucho aliciente. Y mi compañero de cordada, que no necesita las cimas, que disfruta con el pateo y la experiencia, como montañero experimentado que es (a diferencia de un servidor
), accedió cuando le expuse que no había peligro en seguir yo solo el ascenso, y que no merecía la pena que él subiera sin ganas. Bastante agradecido le estaba ya por haberme acompañado hasta Gouter
Recogimos la cuerda, y nos despedimos hasta la mañana.
Y de nuevo volvía a estar solo, como tal vez, aunque no debiera, más ame la montaña. Mi intención era hacer cima y coger el tren en Nido del Águila aquella tarde, por lo que rápidamente, comencé el ascenso. Con un ritmo estupendo, que casi me sorprendía, comencé a adelantar cordadas sin casi proponérmelo, viendo dejar atrás a montañeros con piernas el doble que las mías
Fue en este momento donde me di cuenta de la buena aclimatación que llevábamos, fruto de haber dormido varias noches por encima de 3.500 m, y haber estado en la cima del Breithorn tres días atrás.
Apenas cuatro horas y cuarto me llevaron desde Gouter hasta la cima, y no lo expongo aquí a modo de marca, que en montaña es absurdo, sino para recalcar la importancia de una buena aclimatación de cara al ascenso del Mont Blanc, pues algunas de las cordadas a las que pasaba avanzaban como “zombies”, apenas sin dejarte paso en los sitio más complicados, y en la arista de Les Bosses, ya durante el descenso, dos montañeros a los que ofrecí caramelos y agua, estaban tirados en la nieve aquejados de un mal de altura de narices. Yo, en ningún momento sentí el más leve síntoma, por lo que disfruté en todo momento de un ascenso estupendo
Cerca ya de la cima, las primeras luces del alba me mostraban lo cerca que quedaba ya mi objetivo...
Unas rampas más, y me planté al comienzo de la arista cimera...
Y en un día espléndido, en el que tan sólo el ruido de mis crampones ganándole terreno poco a poco a aquella enorme arista, rompía el silencio del amanecer, alcancé la cima de Mont Blanc minutos antes de la salida del sol, y en completa soledad... Creo, todo un lujo...
4.810 metros... Para mí, que no contaba más que con unas cuantas invernales en Sierra Nevada, fue una experiencia única. Y aquellos minutos solo en la cima, observando el enorme mundo que se abría allá abajo, con el puro y frío aire golpeando en mi cara y las primeras luces del día comenzando a nacer en aquella enorme paleta de tonos grisáceos, cianes y violetas, han quedado grabados en mi memoria como si ahora mismo, al cerrar los ojos, pudiera sentir el mismo frío en mi cara, y el susurro del viento al amanecer...
A los pocos minutos, las primeras cordadas comenzaron a llegar a la cima, y amablemente, pues con el tremendo frío que hacía, sacar las manos de los guantes era toda una osadía, les pedí que me hicieran alguna foto. Y aunque no muy buenas, y tampoco me iba a poner pesao con la que caía a esas horas
Me quedé con alguna
Y a los pocos minutos después, comenzó el espectáculo...
Y con las primeras luces de la mañana, inmortalicé la impresionante cima proyectando su sombra hacia los lejanos cielos de poniente...
Y el sol, que aunque débil aún, calmaba el frío en la cara como una suave caricia...
Las primeras cordadas se marchaban ya, cosa que era incapaz de comprender, cuando la sinfonía de sombras y colores comenzaba a surgir en todo su esplendor
Pero yo también debía pensar en marcharme, por lo que con unas últimas fotografías, me despedí de la cima.
La sombra del Mont Blanc
Y el camino de vuelta hacia las tiendas...
Durante el descenso pude observar el hermoso camino que había llevado hacia la cima, y que de noche, apenas había apreciado
Y desde la Col du Dome, foto de rigor con coloso ya lejos
Cerca ya de la Aiguille du Gouter, la aguja de Bionassay desafiando el horizonte...
Al llegar a las tiendas, Jorge, que es más apañao que las pesetas rubias
, estaba ya recogiendo el material. Recogimos la tienda, y para abajo, que aún nos quedaría un largo destrepe por la arista del Gouter...
Y con un día magnífico, nos despedimos del macizo del Mont Blanc, camino ya del valle, y de nuestra tierra...
Ya desde la carretera, no sin nostalgia, volvimos la mirada por última vez en este viaje a la montaña que nos había unido, y que tan buenas experiencias, difícil de olvidar, nos había brindado...
Por delante, aún 1.700 km por recorrer, de vuelta a casa...
Agradecer a Jorge la oportunidad que me dio al acompañarlo en este viaje. Un abrazo muy fuerte, campeón. Otro abrazo para José Antonio y Juan Carlos.
Y por supuesto, un saludo para todos
Espero que os haya gustado. Nos vemos